viernes, 17 de octubre de 2014

SUEÑOS ESPIRITUALES

 Hay una tradición antigua y universal acerca de la naturaleza de los sueños que ha perdido credibilidad en los tiempos modernos. Esta visión sostiene que algunos sueños tienen un origen divino, que son un portal a los mundos espirituales, y que pueden transmitir mensajes y visiones internas, incluso de carácter profético.
 
En el Antiguo Testamento hay un versículo que pone en boca de Dios estas recomendaciones: “Escuchad mis palabras: Si hay un profeta entre vosotros, Yo el Señor, me daré a conocer a él en una visión. Le hablaré en un sueño.”
 
Entre los huicholes o wirrarikas de México y muchos otros pueblos indígenas de América, aún se cree que a través de un sueño, un dios o un antepasado puede enviar un mensaje a un marak’ame o chamán en particular o inclusive a un grupo de personas si lo considera necesario.
 
Los egipcios pensaban que los sueños eran causados por los viajes del alma durante el descanso nocturno. Lo mismo piensan aún hoy millones de personas en la India. Sus más antiguos textos señalan que debido a estos viajes del alma los niños pueden soñar con impresiones de sus vidas pasadas y los ancianos con imágenes de sus próximas encarnaciones.
 
Los chinos también creían que el alma podía separarse del cuerpo durante el sueño y viajar a los mundos espirituales, donde podía comunicarse con los que ya habían partido, y después regresar al cuerpo con recuerdos de la visita, por eso es que a los altos oficiales chinos se les instaba a buscar guía divina en los sueños a fin de tomar decisiones y realizar juicios con sabiduría.
 
Los aborígenes australianos tienene dentro de cada tribu un miembro que hace las funciones de "evocador de sueños". Ellos creen que, mediante un ritual, pueden evocar un sueño cuando necesitan ayuda para comprender una relación, una cuestión de salud o el propósito de alguna experiencia determinada. El evocador de sueños, además de guiarles en el ritual, les ayuda a interpretar los sueños que hayan tenido como resultado.
 
En la antigua Europa, también se tenía en alta consideración la evocación de sueños. El templo griego de Asclepius se erigió en su origen como un lugar de gran energía sanadora donde una persona enferma podía acudir, dormir y tener un sueño intrínsecamente curativo. El rito se fue transformando a lo largo del tiempo y los encargados del templo, otherapeutes, empezaron a hacer de intérpretes de las instrucciones sanadoras ocultas en el simbolismo del sueño. Fue entonces cuando a los sueños se les atribuyó una fuerza curativa menor, y pasaron a ser mensajes crípticos que debían ser interpretados por los terapeutas, los cuales analizaban de un modo adecuado estos comunicados de los dioses con el propósito de determinar el curso correcto para salir de la enfermedad.
 
Una de las mayores pérdidas de nuestra moderna psicología en su persecución de fundamentos científicos ha sido descartar estas visiones ancestrales, ya que los sueños de carácter espiritual prevalecen hoy en día tanto como en los tiempos antiguos.
 
Miles de personas reportan sueños proféticos, visitas de familiares y amigos muertos y viajes fuera del cuerpo a localidades lejanas en la Tierra o incluso a dimensiones espirituales. Sin embargo son muchísimas personas más las que simplemente reportan haber recibido inspiración o advertencias útiles durante sus sueños.
 
Es un hecho comprobado por la ciencia que todos soñamos. Lo que ocurre es que no siempre recordamos nuestras experiencias oníricas. Sin embargo, actualmente tenemos a nuestra disposición distintas técnicas que nos ayudan a recordarlos de una manera cada vez más regular y con mayores detalles.
 
Cuando llevamos aunque sea un poco de tiempo ejercitando nuestra memoria onírica, enseguida nos damos cuenta de que hay distintos tipos de sueños. Básicamente hay algunos relacionados con nuestro pasado emocional y hay otros que nos ofrecen perspectivas del porvenir.
 
Lo más fantástico de los sueños es que cuando empezamos a prestar un mínimo de atención a los mensajes que contienen,  eventualmente llega un punto en el que comenzamos a recibir consejos prácticos para solucionar los problemas que nos agobian en un momento determinado,  para llevar a término alguna investigación o para apoyarnos en algún proceso creativo. Son consejos que vienen directamente del Espíritu.
Ya sea que los consideremos como descargas emotivas del inconsciente, como viajes del alma fuera del cuerpo o como ambas cosas, los sueños siempre dejan dentro de nuestra memoria una serie de imágenes o escenas susceptibles de ser recordadas, estudiadas y, en cierta medida,
 
interpretadas o comprendidas; de tal manera que podemos aplicar estos conocimientos en beneficio de nuestra evolución personal y colectiva.
 
Al igual que existen ejercicios para recordar los sueños, también existen diversas técnicas que nos ayudan a descifrar su simbología, a re-experimentarlos, a evocarlos y a comprender cabalmente su significado. Incluso hay técnicas que paulatinamente nos permiten entrar al estado de sueño sin perder la conciencia y actuar lúcidamente dentro de estos espacios.
 
Por todo ello, ahora como antaño, el trabajo con sueños es una aventura fascinante que nos conduce al autoconocimiento y nos permite entrar en contacto con nuestro Espíritu y poner en práctica su inagotable sabiduría.

Los sueños son importantes para el descubrimiento de nuestro “yo”. Ellos procesan e integran la información que hemos juntado durante nuestros períodos de vigilia, borrando o reforzando la información necesaria para nuestra supervivencia. En el budismo se dice que el soñar es un modo activo para alcanzar la iluminación y que complementa la tarea efectuada durante la vigilia para lograrla. Se dice que los sueños se originan a partir del humano total que reside en la “luz radiante”. Ingresar en un estado de sueño luminoso durante u nos ayuda a integrar la energía con mayor efectividad y permite que la energía alcance adecuadamente nuestra esencia o yo total.
Los sueños están considerados como una fuente de poder espiritual. Aportan soluciones, aportan conocimientos y sabiduría, estados alterados que nos llevan a ver otra realidad, realidad que está fuera del ego humano
 
El sueño es una función vital. Sin ella, los seres humanos no podríamos sobrevivir. Desde el punto de vista neurológico, la función del sueño es una consecuencia de la actividad cerebral y orgánica. Una persona sueña entre cuatro o cinco veces –aproximadamente- durante ocho horas de sueño. El hecho de no ser conscientes de nuestros sueños no quiere decir que no soñemos; lo que sucede es que sólo recordamos una pequeña parte de los sueños que se producen cada vez que dormimos.
Desde tiempos inmemoriales, los sueños han sido considerados una forma de contacto con el mundo de lo misterioso, incluso una manera predictiva de vaticinar eventos futuros. Se consideraban portadores de mensajes divinos. Soñar era el pasaje secreto para entrar en el santuario de alguna divinidad que hablaba y desempeñaba una función pedagógica, comunicando anuncios que enseñaban, iluminaban, prevenían, advertían y guiaban a los mortales, cumpliendo una función profética, premonitoria y anticipadora de los hechos.
 
Los sueños nos llevan a universos insólitos, personajes enigmáticos, visiones infernales o angelicales, episodios maravillosos y viajes fantásticos que no podríamos vivir nunca despiertos. Son emanaciones de un mundo sutil que nos abren una misteriosa puerta de la mente, una vía de acceso a realidades que están más allá del alcance de nuestra lógica racional. Todas las esperanzas, ambiciones, deseos, miedos, fantasmas, ángeles y demonios residen allí. Los sueños nos transportan hacia universos inimaginables de extrañas geografías, historias extraordinarias, aventuras que jamás hemos vivido durante la vigilia. Todo se mezcla y se confunde con los detalles más sencillos, domésticos y concretos de nuestra vida cotidiana
Los sueños nos llevan a universos insólitos, personajes enigmáticos, visiones infernales o angelicales, episodios maravillosos y viajes fantásticos que no podríamos vivir nunca despiertos. Son emanaciones de un mundo sutil que nos abren una misteriosa puerta de la mente, una vía de acceso a realidades que están más allá del alcance de nuestra lógica racional. Todas las esperanzas, ambiciones, deseos, miedos, fantasmas, ángeles y demonios residen allí. Los sueños nos transportan hacia universos inimaginables de extrañas geografías, historias extraordinarias, aventuras que jamás hemos vivido durante la vigilia. Todo se mezcla y se confunde con los detalles más sencillos, domésticos y concretos de nuestra vida cotidiana
Los sueños de cada persona son un universo único ya que ninguna otra puede tener iguales emociones y experiencias. Los sueños nos conectan con nuestra "realidad" personal. Unifican cuerpo, mente y espíritu. Proveen información y conocimiento sobre nosotros mismos y nos otorgan claves para la exploración de nuestro yo.
Los sueños se caracterizan por la aparición sucesiva de imágenes que suelen escenificar hechos que tienen algún significado y que no sólo se presentan cuando uno duerme. En estado de vigilia también se sueña, ocurre durante esos cortos instantes de evasión en el que la mente deriva, se desconecta, divaga y es como si se “tildara”. Esas son las “ensoñaciones o sueño diurno”. Es la actividad del inconsciente manifestándose en estado de vigilia. De hecho el inconsciente siempre está activo, nunca descansa. No se desconecta, ni duerme.
 
Los sueños nacen del inconsciente. No es que carezcan de “lógica” sino que tienen otra “lógica” que no es la “lógica formal” del pensamiento abstracto y racional sino la “lógica simbólica”, la cual necesita ser decodificada. Para interpretar un sueño –de esto se ha hecho toda una ciencia- hay que conocer -o al menos tener cierta información- de la persona que sueña. La mejor interpretación es la puede hacer la persona que ha soñado. Esto técnicamente se llama “idiosincrasia onírica” cuando la propia persona es el principal agente para desentrañar el significado del sueño ya que la interpretación tiene cabida en el contexto de una vivencia histórica concreta de la persona.
 
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