domingo, 27 de abril de 2014

Ama a tu prójimo: Un trabajo para toda la vida - Yehuda Berg

Existe una historia famosa acerca de un estudiante que se dirigió a su maestro y le preguntó si podría enseñarle todos los preceptos espirituales mientras estaba parado sobre una pierna. El sabio accedió diciendo: “Ama a tu prójimo como a ti mismo. El resto es comentario. Ahora ve y aprende”.

Sin embargo, el amor no ocurre tan fácilmente, algunas veces ni siquiera entre los amigos o familiares. Si los miembros de nuestra familia no fuesen nuestros hermanos y hermanas, o nuestros padres, ¿aún los amaríamos? Si la mayoría de la gente respondiese honestamente a esta pregunta, dirían que no. No hay duda de ello: El amor puede ser un trabajo difícil, especialmente amar a aquéllos que están más cerca de nosotros.

Una vez alguien le comentó a mi padre, el Rav Berg, que las personas son afortunadas si en el curso de sus vidas tienen al menos 5 amigos verdaderos a quienes amen realmente. El Rav le respondió: “Las personas son afortunadas incluso si tienen tan siquiera un amigo de verdad”. El Rav explicó que la verdadera prueba para nuestra amistad no se encuentra en cuánto amas a alguien cuando está en su mejor momento, sino en cuánto lo amas cuando están en el peor. No es una coincidencia que ésta también sea la verdadera prueba de la espiritualidad.

Esto se debe a que la amistad ES espiritualidad.

Con cada paso que damos nos acercamos lentamente a sentir más amor genuino, tolerancia y dignidad humana hacia otros y nos alineamos cada vez más con el amor incondicional del Creador, el cual es la fuente de toda plenitud y de las bendiciones que buscamos.

Aprender a amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos es un trabajo para toda la vida. Mientras más aprendemos a amar, más alegría invitamos a nuestra vida.


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