Estado de shock, sensación de injusticia, negación y enojo. Depresión,
miedo, tristeza. Son algunos de los sentimientos que afloran, en una
primera instancia, ante la pérdida de un ser querido. En una segunda
etapa, sobreviene reconocer la pérdida y aceptar la realidad, y luego
aparece la idealización del fallecido con una sobrecarga de recuerdos.
Los especialistas sostienen que el duelo está elaborado cuando el
individuo puede nuevamente reconectarse con el exterior y encarar hacia
nuevos horizontes. “Elaborar el duelo no significa olvidarse de esa
persona que ya no está. La seguiremos amando toda la vida, solamente es
lograr que las emociones pierdan fuerza para poder reconectarnos con
nuestra propia vida. Cuando el dolor y la tristeza profunda van cediendo
en su intensidad, estaremos listos para ir recuperando el interés por
la vida”, explica la licenciada en psicología Eliana Vasconcelo.
Aceptar el dolor, mantenerse ocupado, deshacerse de culpas, reunirse con
pares para convertir el pesar en energía positiva son algunas de las
actividades que se recomienda poner en práctica. No se aconseja quedarse
en el dolor, perder la esperanza, abusar de los medicamentos, tomar
decisiones apresuradas y aislarse.
Si bien no hay fórmulas que permitan cuantificar el período que dura el
duelo, este proceso requiere de un tiempo de uno a dos años, dependiendo
de las características individuales y de los lazos afectivos que lo
unían con el ser querido. Y es importante comprender que estos tiempos
(que no son cortos) requieren de entereza, honestidad, capacidad de
conexión con uno mismo y con los afectos que nos rodean.
“Enfrentarse a la idea de finitud en nuestra propia vida nos permite
tener un momento de introspección, de preguntarnos por el sentido de
nuestras vidas. Y sería importante que esta pregunta y este clima
emocional de contacto interior nos dure mucho tiempo y nos permita
conectarnos más con la posibilidad de disfrutar la vida y darnos
posibilidad y permiso de placer”, explica la licenciada Gisela Holc,
quien agrega que es importante poner en palabras el dolor.
Al principio, se hace muy cuesta arriba seguir adelante. Por lo general,
además, la persona se encuentra abordando una serie de cuestiones que
debe resolver en relación a ese fallecimiento. “Con el tiempo se
rearmarán vínculos viejos y se crearán otros. Esto mismo irá signando
nuevos movimientos hasta que pasen a ser habituales. El dolor no se va.
Siempre que te conectás con esa pérdida, duele. La buena noticia es que,
de a poco, te volvés a conectar con lo lindo de la vida: disfrutar
cosas, reírte y sentirte bien”, sugiere la licenciada María Gabriela
Fernández Ortega, del Centro Hémera.
Para ayudar a quien está de duelo es importante no dejarlo solo y crear
una red de contención de familiares o amigos, aunque a veces es bueno
acompañar en silencio. Si se presentan sentimientos de culpa o
reproches, se hace casi imprescindible la ayuda terapéutica para poder
continuar el camino de recuperación.
Consejos
(Fuente: licenciada Eliana Vasconcelo)
Qué hacer
* Dejar drenar los sentimientos.
* Respetar nuestros estados.
* Dejarnos apoyar por nuestra familia y amigos.
* Hablar de quien falleció y distribuir las pertenencias.
* Participar de los rituales, religiosos o de otra índole.
* Si el dolor y la tristeza no ceden, buscar ayuda terapéutica.
Qué no hacer
* Ocultar los sentimientos.
* Sentirnos víctimas de la situación que nos tocó vivir.
* Aislarnos excesivamente.
* Desviar una conversación cuando el tema aparece.
* Perpetuar al muerto como una manera de conservarlo vivo.
El duelo es la reacción o el proceso emocional por el que atraviesa una
persona ante la muerte de un ser querido. Y como la muerte, son
situaciones naturales y esperables, para las que los seres humanos
tenemos herramientas para salir adelante. “A lo largo de nuestra vida, y
hasta que nos duelen a nosotros, tendremos que hacer el duelo por
nuestros seres queridos”, apunta la psicóloga Mirta Dall’Occhio,
directora del Centro de Estudio de Estrés y Ansiedad Hémera. “Si bien el
período posterior a la pérdida es muy estresante, el aparato psíquico
de los seres humanos está preparado para afrontar esas situaciones”,
dice la especialista.
Diferentes formas de afrontar la pérdida
La manera en que una persona encara la pérdida de un ser querido varía
de acuerdo a diversos factores. La edad y la personalidad previa de la
persona que tiene que enfrentar la situación influirán en cómo ésta pase
el duelo. “Aquellas que superan los 50 años tienen recursos de
afrontamiento, ya que tienen una clara conciencia de su propia finitud y
de la finitud de los otros, con lo cual, no indicaría que deban
atravesar ese proceso de forma traumática”, afirma Dall’Occhio.
Esto también variará de acuerdo al factor sorpresa, es decir, si la
persona tuvo tiempo de hacerse la idea o no de la posible muerte (en
estos casos, no es lo mismo un accidente repentino que la conclusión de
una larga enfermedad), y al grado de dependencia que tenía la mujer
respecto de la persona que murió, ya sea económica como emocional.
En este sentido, es importante tener en cuenta que el lugar social de la
mujer sola cambió. “Hace 100 años, la mirada social de la mujer estaba
asociada directamente al hombre que estaba a su lado y la viuda era
vista como una pobre mujer a la que había que acompañar. Sin embargo,
hoy esto cambió y la muerte del cónyuge no necesariamente ocupará un
lugar dramático en su vida, aunque sí de mucha tristeza”, indica
Dall’Occhio.
Por otro lado, la licenciada Diana Liberman, coordinadora de Duelum,
Centro de Recuperación Emocional de la Pérdida cree en la “importancia
de aprender, no a cómo decir adiós, sino a desarrollar nuevos modos de
vinculación con ése otro que ahora ya no está presente físicamente.
Porque la vida continúa, aunque ya no sea igual que antes. La nueva vida
incluirá la ausencia del ser querido, dicho de otro modo, será una vida
en donde la ausencia pasará a ser una presencia”.
El tiempo y las formas del luto
El período de luto no se puede medir, ya que varía de persona a persona.
“Es un proceso incierto, con altos y bajos. Tiene que ver mucho más con
lo individual, dado que cada proceso es diferente según una serie de
variables personales. La persona que está pasando por un momento de
duelo tiene como tarea buscar un sentido y un significado a su pérdida, y
esto es un camino individual y único. Se puede estar triste o enojado,
pero también se entremezclan muchas otras emociones”, afirma Liberman.
Sin embargo, es durante el primer año posterior a la muerte cuando la
persona elabora esa pérdida. Como siempre, en este tiempo es importante
el apoyo de la familia y la compañía del entorno.
El proceso de duelo tiene diferentes fases, aunque no siempre se
producen en el mismo orden. Al comienzo, la persona se encuentra con el
impacto ante la pérdida. Para Dall’Occhio, es el momento más estresante,
cuando se da cuenta que perdió a un ser querido. Luego, puede
experimentar enojo ante la nueva situación y también la necesidad de
buscar “culpables”, por ejemplo, al pensar qué hubiera pasado si se
hubiera cuidado más, si hubiera manejado más despacio o si lo hubiesen
atendido antes. También, la persona puede tener una reacción de negación
(“esto no puede estar pasando”) y sentimientos de profunda tristeza, ya
que en su cotidianeidad no encuentra más a la persona que se fue.
Luego, llega el momento de la aceptación de la realidad.
En este sentido, no se debe confundir duelo con depresión, el cual se da
cuando la persona no puede superar la fase de aceptación. En este
sentido, Dall’Occhio explica que “las personas pueden quedar trabadas en
una fase del duelo y ahí es cuando se convierte en patológico. Por
ejemplo, si es en la fase de depresión, podrá tener actitudes maníacas, o
si es en la de enojo, quizás pueda estar furioso buscando culpables.
Sin embargo, lo esperable es que los seres humanos podamos superar estas
situaciones, ya que venimos equipados para afrontar las pérdidas”.
Liberman, por su parte, indica que “el duelo es algo que nosotros mismos
hacemos, y no algo que se nos hace. El duelo me transforma en
protagonista, es un proceso activo en dónde se ponen en juego mis
propios recursos, de un modo especial y único. El desafío que impone
justamente el duelo es encontrar un nuevo sentido en la vida a partir de
la pérdida”.
fuente: aqui
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