Como seres espirituales, y cada vez que enfermamos, la vida nos presenta
la oportunidad de corregir algún concepto interno que no corresponde a
lo que somos. Cuando enfermamos, siempre existe una razón interna que
genera la enfermedad. Cada órgano, cada tejido y cada célula obedecen a
las vibraciones que nos dejamos sentir.
Cuando reconocemos que somos nosotros los creadores de nuestra
enfermedad, se abre una inmensa puerta para entrar y mirar qué es lo que
estamos haciendo, pensando y sintiendo. Cada malestar se convierte en
una oportunidad de crecer y agradecer, porque nos da una información
clara y certera. Ésta nos permite llegar directamente al problema.
Cuando descubrimos lo que sucede, ganamos mucho. Lo primero que ganamos,
es que la enfermedad desaparece recibiendo el alivio que eso significa y
lo segundo y muy importante, es que nos acercamos un paso más a la
verdad de lo que somos y esa es la mayor finalidad. La enfermedad no
llega como castigo para que cambiemos, llega como consecuencia de
practicar nuestros aprendizajes erróneos adquiridos en el pasado. La
manifestación de la enfermedad se convierte en el motivo de nuestra
intención de mejorar. Si no sufriéramos ese desequilibrio, seria aun más
difícil ver y encaminarnos hacia la verdad de lo que somos.
Un ejemplo es cuando la persona tiene problemas a la garganta. Louise
Hay dice en su libro “Sana tu cuerpo” que los problemas de dolor a la
garganta se generan por represión del enfado y sentirse incapaz de
expresarse. Dice que el nuevo pensamiento corresponde a la aceptación de
dejar ir todas las limitaciones y sentir la libertad de ser tal como
uno es.
La persona que sufre de molestias a la garganta está ahogada de enfado y
ha querido reprimirlo porque ha aprendido que no “era bueno estar
enojado”. Es verdad que una persona mas equilibrada puede no enojarse,
pero es verdad que si el enfado está, éste debe ser atendido y no
ocultado. Ocultar nuestro enojo para que no se note que estamos molestos
no es el camino mas adecuado y lo llegamos a descubrir cuando
enfermamos. Entonces resulta mucho mejor expresarlo y entrar al nuevo
terreno de descubrir qué es lo que nos enoja. Entonces descubrimos que
enojarse no es malo como nos dijeron, enojarse significa que estamos
haciendo una interpretación errónea de algunos sucesos o de las acciones
de algunas personas.
Cuando reprimimos el enojo nos perdemos la inmensa oportunidad de
descubrir las erróneas interpretaciones de lo que estamos viviendo. No
nos queda bien reprimir absolutamente nada de nada. Lo más conveniente
es darle la cara al enojo, aceptarlo y escuchar su mensaje.
Muchas veces nuestros padres nos dijeron que no era bueno expresarse tal
como somos, porque no era bien visto. Entonces comenzamos a filtrar
nuestras expresiones tratando de controlar lo que pudiera no ser
adecuado a lo que se espera de una persona bien educada. Cuando
comenzamos a filtrar estas expresiones ponemos mucha tensión en el 5
chacra que afecta nuestra garganta. Este habito puede ser sostenido toda
una vida, pero sin duda nos creará un bloqueo de energías en el sistema
biológico de la garganta que terminará por afectarla tarde o temprano.
Cuando comprendemos eso, podemos pedir que este modelo aprendido pueda
ser cambiado en nuestro interior, reclamando el derecho a ser tal cual
como somos.
Cuando aceptamos nuestro ser tal cual como es y nos expresamos
libremente, comenzamos a sentir alivio de inmediato. Es posible que
nuestro hábito se encuentre profundamente incorporado en nuestra mente,
pero eso no es motivo para detenerlo o cambiarlo cuando realmente lo
deseemos.
Al expresarnos libremente, nuestra garganta mejorará y además las
personas nos valorarán mucho más por ser espontáneos y naturales. Cuando
queremos ocultar el enojo que realmente sentimos con indiferencia o con
una sonrisa falsa, la otra persona lo advierte aunque creamos que no es
así. Las energías y las vibraciones que emitimos no nos engañan. Todos
percibimos cuando alguien no está siendo natural y espontaneo, todo el
mundo percibe cuando estamos queriendo disimular algo que realmente
llevamos dentro porque a nosotros nos parece que a los demás no les va a
gustar. Cuando vemos esto en otras personas le llamamos algo así como
“poco transparente” o “que esconde algo”.
Cuando nos expresamos natural y libremente, esto es percibido por las
personas. Nos hacemos mas creíbles, somos mas estimados y mas valorados y
hasta somos admirados por esa capacidad de libertad de ser.
La naturaleza es muy sabia y no podemos contradecirla o tratar de
engañarla por más que lo intentemos. Ella va a manifestar de inmediato
los efectos de la causa que estamos sembrando sin fallar y en la justa
medida, ni más ni menos, perfectamente. La naturaleza es sabia porque
ella sabe que se requiere tu expresión única e irrepetible. Solo tú
puedes aportar lo que ella necesita y no le sirve que te quedes sin
expresión.
Tu libre expresión es requerida y si te niegas, lo sabrás.
Patricia González.
fuente: aqui
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