1. ENVOLVERSE EN UNA BURBUJA DE PROTECCIÓN, O EN UNA LUZ, O EN COLOR, O EN ÁNGELES, O EN CUALQUIER OTRA FORMA QUE PROTEJA DE LOS PELIGROS QUE EXISTEN AFUERA
Lo único que logra este tipo de ejercicio
es fomentar la idea de que algo externo puede tener más poder que
nosotros. Nuestra mente percibe que hay algo allí afuera que puede, por
ejemplo, lastimarnos o hacernos daño. Pero, según las enseñanzas
espirituales, TODO ES DIOS; por lo tanto, nada puede hacernos daño.
En realidad, debería practicarse algún
tipo de ejercicio de reconocimiento de la seguridad personal. Este
ejercicio podría decir: “Vaya donde vaya, estoy siempre a salvo, estoy
rodeado de hermanos, vivo en el mundo que Dios ha creado y sólo veo amor
en todas partes”. En síntesis, al elegir qué ejercicio mental o
meditación hacer, se deberá buscar aquel que nos recuerde la naturaleza divina de la vida y no el peligro que percibe nuestro ego.
Muchas personas creen que repitiendo ciertas afirmaciones pueden transformar su situación personal, lo que encierra un error. No son los pensamientos lo que determinan nuestra realidad sino nuestras “creencias”.
Solamente los pensamientos que hemos internalizado y tomado como
nuestra verdad son los que se manifiestan. Dicho de otra manera, aquello
que “sentimos” internamente que es así es lo que toma forma en el mundo
externo.
La mente humana produce un promedio de 60,000 pensamientos diarios,
la mayoría de los cuales son negativos. Las afirmaciones son necesarias
para lograr implantar una creencia nueva en nuestra mente subconsciente
y la repetición de estas afirmaciones es un procedimiento adecuado,
pero hasta que no le agregamos la emoción o sensación que acompaña a esa
idea, no la internalizamos como una verdad dentro de nosotros.
La repetición de palabras carentes de emoción no es efectiva.
Por lo tanto, si yo repito “Vaya donde vaya, estoy siempre a salvo”
pero no me siento realmente seguro, de nada me servirá. Es necesario
seleccionar ejercicios mentales, meditaciones o visualizaciones que
fomenten las creencias de paz, armonía y prosperidad.
Se puede enviar luz o energía a otras
personas para que se curen de cierta enfermedad, para que mejoren su
situación económica, su vida afectiva, y demás.
La mayoría de estos ejercicios se parecen más a una forma de manipulación que a una verdadera ayuda espiritual.
Primero y principal: si se va a ayudar a otro, hay que asegurarse de
que la persona lo pida y lo necesite. Si esto no se da, tenemos que
trabajar con lo que estamos percibiendo, porque el problema es algo
personal que nos atañe a nosotros mismos y no a la persona que está
sufriendo.
La mayoría de los problemas son sólo momentos de prueba
que está viviendo un individuo; son necesarios y muy útiles para el
“despertar de su conciencia”. Nunca sabemos en realidad desde afuera
cuán importante puede ser para cada persona la situación que está
atravesando en determinado momento. Podemos percibir esa situación como
algo terrible, doloroso, injusto o innecesario, pero cualquiera sea nuestra interpretación nunca será correcta ni completa.
El enviar la luz a la persona podría
acelerar o entorpecer su ritmo personal. Nuestra intervención es
innecesaria y, la mayoría de las veces, no es más que un deseo egoísta
de que la persona resuelva rápido su problema porque éste nos despierta
angustia o dolor. Personalmente, recuerdo que una vez se acercó un amigo
íntimo a decirme que estaba muy preocupado por mi situación. Yo le
respondí que su preocupación no me ayudaba, que si realmente quería
hacer algo bueno por mí, tenía que confiar en mí y saber que mi Guía
Interior me revelaría en el momento adecuado lo que yo necesitaba hacer.
En lugar de enviar luz a otros cada vez que veas una situación difícil, comienza por enviarte luz a ti mismo para que tu Guía Interior te haga ver la Verdad que está operando en dicha situación.
No vamos hacia Dios, YA ESTAMOS EN DIOS.
Todo lo que nos rodea forma parte del gran cuerpo universal de Dios. No
evolucionamos espiritualmente. Nuestro Espíritu es Perfecto y Completo;
no puede ni tiene que evolucionar.
En realidad, es un problema semántico, ya que la evolución espiritual no existe. Lo que queremos significar con eso es el despertar de nuestra Conciencia a esa perfección y cuanto más rápido lo hacemos, más plenos y felices vivimos.
Tal vez el error provenga de las
enseñanzas religiosas que nos dicen que Dios está “en el cielo”, como si
nosotros estuviéramos separados de El. Nosotros y el “cielo” somos UNO,
y debemos aprender a reconocerlo y a vivenciarlo; en eso consiste
nuestra Evolución de Conciencia o Despertar Espiritual.
En nuestra cultura está bien visto que
uno se aflija o sufra a la par de sus seres queridos; sin embargo, eso
sólo aumenta el pesar. Si interpretamos nuestro pesar desde otro nivel,
esto significa que creemos más en el poder de la enfermedad o la crisis
que en la solución.
Cuando uno se aflige por la enfermedad de
un ser querido, agrava esa enfermedad, le da más fuerza y poder. La
solución es hacer un esfuerzo personal y reconocer que, más allá de
nuestro entendimiento, hay una Inteligencia Superior que está actuando y
que tiene el poder de restaurar completamente a nuestro ser querido, si
así lo desea dicha persona.
Lo mismo ocurre con cualquier tipo de
problema o crisis. Si nos afligimos, es porque nuestro ego ha aceptado
que hay una fuerza más potente que el Poder Divino.
Muchas personas que estudian en escuelas
esotéricas se sienten especiales y evolucionadas. Sienten que Dios los
ha conducido al lugar adecuado para su crecimiento y evolución; que la
información que va a recibir es muy importante y no puede divulgarse a
personas que no están tan evolucionadas, porque no tienen la capacidad
para entenderla o para darle un buen uso.
Esta presunción se convierte en una forma de arrogancia, nada espiritual, que nos hace pensar que somos privilegiados, especiales, elegidos, y que los demás están descarriados o perdidos en la vida.
Esta forma de arrogancia también se ven
en las religiones que se sienten propietarias de Dios. Si uno no sigue
su culto, está perdido. En el Universo existe un solo Dios y es el mismo
para Todos. Los humanos inventan diferentes maneras de rendirle culto,
crean dogmas y doctrinas, pero, en esencia, todos adoramos al mismo Dios.
Todos somos iguales antes los ojos de
Dios. Para El, nadie está más adelante ni más atrás. Nadie vale más ni
menos. Cualquier interpretación y clasificación como ser especial
corresponde al terreno del ego humano y no al terreno de lo divino.
No hay nada más inútil e insatisfactorio que sacrificarse por los demás. Las tareas que se hagan por los demás deberán hacerse con amor o, de lo contrario, evitarse.
Todo lo que se hace con amor es placentero; por lo tanto, no pesa ni
molesta. Por el contrario, todo lo que se hace con sacrificio genera
presión interna, rencor, enojo, molestia y, a veces, hasta odio.
El sacrificio por los demás está aprobado socialmente y
es muy bien visto. Uno puede sacrificarse, por ejemplo, por los hijos,
por los padres, por la pareja, por la profesión, por los niños
desamparados, por alguien enfermo, por la institución religiosa a la que
pertenece, por la empresa que da trabajo. La lista podría ser
interminable y no es más que un muestrario de la acción equivocada de
nuestro ego.
El sacrificio va muy de la mano con la manipulación.
Por ejemplo, una madre que ha dejado su vida de lado por los hijos,
tarde o temprano, usará su postura como válida para exigir algo de
ellos; el novio o novia que cambia su rutina y deja de hacer ciertas
actividades por el otro tratará después de exigir lo mismo.
La próxima vez que vayas a sacrificarte por alguien, pregúntate primero si ese alguien te lo pidió. La actitud de mártir no lleva hacia Dios como muchos creen, sólo el camino del amor. Haz las cosas con amor o no las hagas.
Es cierto que los materiales tienen su propia energía y que el contacto con ellos (en especial, con ciertos cristales cuarzos)
produce cambios en nuestra vibración personal y que pueden ayudarnos en
el proceso curativo. También es cierto que algunas figuras, imágenes y
colores producen reacciones psicológicas que nos estimulan; a veces para
bien, otras para mal.
Las estampas religiosas y otros objetos,
tales como cadenas con cruces, estrellas de David y demás nos recuerdan
nuestras posturas espirituales. El problema es que la mayoría de estos
elementos se convierten en amuletos y les damos más poder del que en realidad tienen.
Hay personas que se sienten indefensas
sin su cruz, la estampita de su santo protector, su cristal preferido o
cualquier otro amuleto de su preferencia. El amuleto pasa a ser Dios.
Vivir pendiente de un objeto es limitar la Presencia Divina a ese
objeto. Dios es Omnipresente: está aquí, allá y en todas partes.
Lo peor sucede cuando una persona
extravía su amuleto o éste se le rompe. La mayoría de las veces esto se
interpreta como un presagio de que algo malo va a suceder. Esta idea es
producto de creer que la persona se encuentra sin su protección y que,
en consecuencia, las energías negativas pueden afectarla.
Vivimos en un Universo Mental. “Todo lo que Creemos se hace Realidad“.
¿Por qué no creer entonces que el mejor amuleto con el que cuento es mi
Naturaleza Divina? Nadie ni nada puede despojarnos de lo que somos
realmente.
Sentir que gracias a uno otras personas
se iluminan o, al revés, que la presencia de otros nos devuelve la luz
es pura ilusión del ego. La verdadera Guía es Interna, es tu Intuición,
la Voz de tu Espíritu. Muchas veces esa voz coincidirá con lo que
escuchas de afuera y pensarás que alguien te está guiando. Pero, apenas
aceptes a alguien como tu ídolo, comenzarás a fabricar tu propia
decepción. Ocurre lo mismo si alguien te ha entronizado y te ha tomado
como líder; en algún momento los problemas de tu vida personal lo
decepcionarán.
Todos aprendemos y enseñamos al mismo
tiempo. Por tal motivo, es conveniente mantener una actitud receptiva
hacia las señales que recibimos de nuestro entorno y ver qué resonancia
producen en nuestro interior.
No eres el salvador ni la guía de nadie. Ninguna vida depende de tus conocimientos ni de tus esfuerzos. Esto es cierto también al revés. Nadie te rescatará ni te salvará, excepto tú mismo.
El mejor Guía con que contamos está
dentro de Nosotros. Nos habla con voz suave y paciente, sin obligarnos a
nada; nos indica siempre el camino más corto y más feliz, nos da la
idea más adecuada y la respuesta que racionalmente no podemos encontrar.
Por eso, es conveniente practicar meditación
y ejercicios de relajación para poder escuchar esa voz. Si vives de
prisa, tenso, angustiado y con un ritmo acelerado, seguramente no oirás
la “voz de tu intuición” y buscarás guías externas.
Hay personas que son muy positivas y estimulantes, y podrán ayudarte en un principio. Evita idolatrarlas y evita también ser idolatrado. Recuerda siempre que la “Guía más válida y acertada está siempre dentro de ti”.
Tendemos a caer muy fácilmente en la
creencia de que las personas que nos enseñan son adelantados y que ya
han superado muchas pruebas en su vida. En algunos casos, esto es
totalmente cierto; en otros, no. El hecho de que una persona transmita
una determinada información no la coloca en un grado superior. Debes
recordar que cualquier forma de idealización o selectividad corresponde
al terreno del ego.
Los verdaderos maestros espirituales son aquellos que nos ponen a prueba y vienen “disfrazados” de hijos, padres, jefes, amigos, enemigos, animales, plantas y demás.
Son aquellos que nos traen problemas. Ellos son los que realmente nos
enseñan las lecciones que tenemos que aprender porque nos ponen a
prueba.
Todas las religiones del mundo enseñan
que Dios es Amor, que vivir con Dios significa expresar Amor a los
demás. Algunas personas asisten a templos, iglesias, o escuelas
esotéricas, donde reciben esta información, pero luego van a sus casas y
se pelean con sus familiares, critican a sus vecinos, odian a sus
jefes, a los políticos, a los animales, a individuos de otras razas o
culturas. Ellos todavía no han aprendido la lección y la vida los
llevará a enfrentarse una y otra vez con la misma situación o persona…
hasta que aprendan a mostrar amor.
Haciendo una comparación con la enseñanza
tradicional, los líderes espirituales o religiosos son los “libros” que
nos dan la información; las personas que nos traen problemas son los maestros que “nos toman el examen” para ver si pasamos la prueba o no.
Existe una Ley en el Universo: Todo lo que nos molesta, complica, enreda, o todo lo que odiamos, se nos “pega”.
Esto ocurre hasta que aprendemos a amar la situación. Entonces, ese
problema o esa persona se convierten en el maestro espiritual de ese
momento.
Esta creencia nos lleva a una gran
represión de la ira y de los enojos, que hacen su reaparición más tarde
bajo la forma de rencor, crítica o rechazo. Mientras estamos en el plano
terrenal, vivimos la sensaciones y las emociones de este plano. Algunas
de ellas son muy placenteras, otras no.
El tener un conocimiento intelectual acerca de la acción destructiva de ciertas emociones no las hace desaparecer. Uno puede saber lo malo que es el enojo y, sin embargo, no puede evitar enojarse.
En realidad, uno sí puede evitar
enojarse, o asustarse o angustiarse, pero eso exige un entrenamiento.
Durante dicho entrenamiento, hay momentos en que podemos dominar la
rabia y la ansiedad, y otros en los que nada puede calmarnos. Una vez
que aparece el enojo, lo mejor es descargarlo de la manera más positiva
posible. Es mucho peor reprimirse e intentar decir:
“Todo está bien en mi mundo”, cuando uno internamente está sintiendo el
deseo primitivo de querer atacar a alguien.
La mayoría de las personas que transitan
el terreno espiritual son muy exigentes consigo mismas y pretenden
erradicar completamente de sus vidas este tipo de reacciones. Esto no
resulta desacertado pero se logra a través de un proceso. Sé amable contigo mismo y, de vez en cuando, date el permiso necesario para maldecir, golpear un almohadón, gritar, llorar y expresar, como mejor te resulte, todas las emociones negativas que te toca vivir.
La mayoría de los errores aquí enunciados están generados por la actitud crítica de nuestro propio ego. El ego no puede desaparecer por que necesitamos de él para actuar en este plano.
La “solución” es ponerlo alineado con nuestro Espíritu. Amablemente, le
podemos decir al ego que: “A partir de ahora, deberá seguir las
indicaciones de un nuevo Maestro amoroso, amable, paciente y permanente,
que nunca juzga y que sabe que siempre estamos haciendo lo mejor que
podemos”. Si seguimos las indicaciones de nuestro Maestro Interior,
nunca podemos fallar.Autor desconocido.
fuente: aqui
Simplemente EXCELENTE !!
ResponderEliminarmuy de acuerdo
ResponderEliminarMuchas gracias por tu informaciòn.
ResponderEliminarMe ayudò mucho.
Namaste