Alejandro Jodorowsky nos enseña que “lo que das, te lo das y lo que
no das, te lo quitas” y marchando por el camino de la bondad, repite:
“nada para mí que no sea para los otros”. También nos enseña que el
sacrificio es un componente más del nudo sadomasoquista: el que se
sacrifica, entra en el juego de mantener su nudo y siempre saca un
beneficio a cambio.
En el libro “Tu yo Sagrado” de Dyne Wayne, éste explica así la diferencia entre dar y sacrificarse:
“Es importante distinguir entre dar y sacrificarse. Un sacrificio por
lo general se hace por algo. Cuando usted se sacrifica, está dando para
recibir, y funciona según los dictados del ego, que quiere que crea que
usted es tan importante y especial que merece algo a cambio de lo que
da. El ego quiere que se ensoberbezca y piense que el acto de dar indica
su superioridad: como si su generosidad le diferenciara de los demás
que no son tan generosos.
Si usted da porque tiene la sensación de que
de hacerlo, no está auténticamente motivado por su yo superior. También
aquí se encuentra el ego en acción, diciéndole que es mucho mejor que
los destinatarios de sus dádivas. El ego incluso acepta que se dé de
mala gana, porque lo ve como prueba de superioridad. Pero el dar como
medio de fomentar la tolerancia y el amor es algo diferente. Este dar se
produce cuando uno contribuye a satisfacer las necesidades o deseos de
otros sin ninguna expectativa de retribución o reconocimiento.
Como la
madre con su bebé. Es el tipo de dádiva que la tolerancia promueve. Es
la clase de dar que aparece cuando usted aprende a ser tolerante consigo
mismo y los demás. A medida que cultive el dar, experimentará que dar
es recibir y que recibir es dar.”
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