¿Te juzgas a ti mismo? No eres el único.
Aunque ya estoy acostumbrado, lo que más
me ha sorprendido durante los 10 años que llevo trabajando (tanto a
nivel individual como con grupos), es lo arraigado el juicio a uno mismo
se encuentra en nosotros, los seres humanos. He trabajado con personas
que disfrutaban del mayor éxito imaginable, que tenían una vida ideal,
con las situaciones y circunstancias que otros soñarían. No obstante,
las cuestiones del pasado que debíamos elaborar juntos, porque
continuaban repitiéndose y creándoles dificultades sin motivo alguno,
eran el juicio y la duda respecto a sí mismos.
Uno de los problemas con el auto-juicio
es que nos aparta de la vida. Cuando comienzo a juzgarme mí mismo y
decido que no puedo hacer algo, me digo algo así: “No, no puedo, no
puedo hacer esto ni tomar este camino; es mejor que vaya por este
otro…”. Sin embargo, si a pesar de las dudas decido continuar adelante y
vivir esa experiencia, tendré mucha más fuerza vital, mayor crecimiento
y más apertura. De manera que, lo que he aprendido acerca del juicio a
uno mismo, es que tomar conciencia de él debe ser una de las prácticas
más profundas para cada uno de nosotros. Y que, cuanto más conscientes
somos acerca del momento en que aparece en nuestra mente y en nuestras
acciones, antes podemos comenzar a trabajar con él y abrirnos a la vida
en mayor medida.
El juicio a uno mismo y el rechazo.
Muchos creen que el juicio a uno mismo
tiene su origen únicamente en el pasado. Por ejemplo: si tu madre
criticó tus trabajos de arte, se supone que, incluso aunque hoy en día
seas el pintor más célebre del mundo, o de tu ciudad, permanecerá en tí
la semilla de la duda. Debido a que querías el amor y el reconocimiento
de tu madre, su juicio aún te estaría afectando mientras sigues
reproduciendo ese antiguo guión. Esto es válido para todos nosotros.
Aunque, si profundizamos, debemos reconocer que vivimos en una sociedad
que juzga y critica enormemente. Vivimos en una sociedad que nos obliga a
compararnos unos con otros, a a juzgarnos entre nosotros. Es cierto que
en este momento de nuestra evolución estamos rompiendo con ese círculo
vicioso, pero si observamos este fenómeno más de cerca, descubriremos
que se basa en un miedo primal muy básico.
Cuando en la antigüedad vivíamos en
tribus, era vital para nosotros ser aceptados dentro de nuestro grupo
tribal. La consecuencia de ser rechazado o apartado de la tribu podía
ser la muerte. Podíamos morir solos. De manera que, aún conservamos un
miedo innato al rechazo, a ser criticados y juzgados por otros y a que
nos alejen de ellos. Uno de los aspectos que debemos superar cuando
trabajamos el juicio a nosotros mismos es: si alguien te rechaza,
permíteselo. Permite que no acepten algo que has dicho y ve en busca de
las personas que sí estarán abiertas para lo que tienes que decir.
Porque eso se convertirá en un acto de curación para tí. Al dejar ir esa
atadura que quizá de niños no podíamos soltar hacia nuestros padres,
porque dependíamos de ellos y entonces eran nuestro principal foco de
atención, ahora, ya adultos, podemos liberarnos de esas antiguas
energías, quizá en la figura de un amigo o de un grupo.
Juzgarse a uno mismo por el auto-juicio en sí.
Este juicio se da continuamente entre las
personas espirituales o que buscan el autoconocimiento y el
aprendizaje. Siempre hay un: “¡Oh, Dios mío! ¡Otra vez estoy haciendo lo
mismo! ¡No puedo creerlo! ¡Puedo hacerlo mejor! “ (Lee se golpea la
frente con la mano).
Cada vez que estoy haciendo esto (Lee se
golpea repetidamente la frente con la mano, como reprendiéndose), no lo
estoy haciendo mejor. En vez de eso, puedo tomar conciencia de mi
auto-juicio y decir: “Ah, muy bien. Me doy cuenta de que me estoy
juzgando. Así que pondré mi intención en soltar y dejar ir este juicio,
no importa cuánto me lleve. Pongo mi intención en abrirme más allá del
juicio mí mismo.”
Aceptación, consciencia y acción.
El primer paso para conseguir acabar con
nuestro auto-juicio es aceptar que existe. No dejes que dé vueltas a tu
alrededor como un mal olor o como una sombra de la que avergonzarte.
Todo el mundo tiene algo con lo que está lidiando en su interior, y la
mayoría de las personas tienen alguna clase de juicio a sí mismas.
Puedes escribir en tu ordenador o sobre
el papel cuál es el mayor juicio que te haces a tí mismo/misma. A
continuación, escribe: ¿Qué me impide hacer este juicio en mi vida?. Y
para terminar: ¿Cómo me hace sentir este juicio?.
Por ejemplo, en esa lista el mayor juicio
podría ser: “Tengo sobrepeso. Lo que me impide hacer es: asistir a
cursos de danza, tener citas, sentirme a gusto con la ropa que llevo.
Mis sentimientos acerca de él son: profunda vergüenza, la sensación de
no ser lo bastante bueno/buena, tristeza, aislamiento…”.
El truco aquí es hacer dos cosas:
1.-Permite que esas emociones entren en
tu cuerpo. Sé que eso es lo último que desearías hacer, pero si no dejas
que esas emociones salgan a la superficie para ser liberadas,
permanecerán a tu alrededor constantemente y continuarán minando tu
vida, a menos que hagas algo para impedirlo.
2.-En un espacio tranquilo, coloca las
manos en tu vientre y permítete sentir esa vergüenza, permítete sentir
esa tristeza. Tal vez tengas miedo de que esas emociones puedan
consumirte y ahogarte, pero no te preocupes. Cuanto más permitas que las
emociones se asienten en el cuerpo, antes comenzarán a liberarse.
Cuando consigas sentirlas intensamente, puedes hacer algún tipo de
movimiento, o incluso poner música y bailar por la casa.
El siguiente paso consiste en llevarte a
ti mismo/misma a esa clase de danza a la que temías asistir. Sé que
muchos sentirán un muro de miedo ante la sola idea de hacerlo. Sin
embargo, confía en mí: si vas a esa clase y ya sabes que, una vez allí,
van a aparecer pensamientos y ya sabes que vas a sentirte incómodo, eso
te dará un inmenso poder , y también la fuerza para atravesar la
experiencia. Y, paradójicamente, una vez que hayas acudido a una, dos,
tres clases de danza, la misma energía que echabas hacia atrás y
encogías dentro de tu cuerpo, empezará a emerger hacia fuera y hacia
arriba del cuerpo como energía de vida. ¿Sabes? Nuestro cuerpo sabe
reconfigurarse muy bien cuando la mente deja de estar al mando y no
dejamos que nos impida seguir adelante.
De manera que, invito a todos a que vivan
con el mínimo auto-juicio con que consigan hacerlo y a que sean
pacientes consigo mismos hasta que puedan lograrlo. Dí: “Dejo ir los
juicios a mí mismo. Estoy aquí para vivir. Estoy abierto/abierta “.
– Escribe:
¿Dónde me estoy juzgando a mí mismo/misma?
¿Qué me impide hacer en mi vida?
¿Cómo me haces sentir este juicio?
– Transformación mediante la acción:
1. Siéntate con las manos en el vientre.
2. Permite que todas las emociones asociadas con el juicio emerjan y estate muy presente en ellas.
3. Di: “Permito que estas emociones salgan y sean liberadas”.
4. Muévete o baila para ayudar a liberar las emociones más intensas.
5. Si un auto-juicio te impide pasar a la acción, experimenta y ¡PASA A LA ACCIÓN de todos modos!
“Libero la mentira que es mi propio auto-juicio. Me devuelvo a mí mismo/misma a la vida”.
Disfruta el viaje.
Difusión: El Manantial del Caduceo
fuente: aqui
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