Durante miles de años el ser humano ha desarrollado
innumerables métodos para alcanzar los estados de longevidad, salud y
felicidad más altos y, algunos, forman ya parte de lo que se podría
llamar la “alquimia externa”, pues se trata del uso de recursos
naturales, minerales y vegetales para crear pociones, remedios florales,
esencias minerales, aceites curativos, talismanes mágicos, etc., que
ayudarán al ser humano a mantener la salud y la armonía en si. Como
esto, en muchos casos, se quedaba corto y daba resultados limitados para
aquello que se pretendía alcanzar, y creaba dependencia en el ser
humano respecto a elementos externos que no siempre eran fáciles de
conseguir, desde la más remota antigüedad empezaron a darse cuenta que
las fuentes reales de transformación que pudieran tener efectos más
profundos tenían que venir de otros lares.
Buscando dentro
Así,
aquellos sabios y maestros de antaño volvieron la búsqueda hacia su
interior, para tratar de descubrir el secreto de los misterios que
manejan nuestra fuerza vital, la energía que posee el ser humano en su
cuerpos sutiles y, siguiendo la máxima hermética de “como es arriba es abajo”,
descubrieron que, en el interior de cada uno de nosotros, existe una
fuerza igual al mismo universo que existe en el exterior, simplemente
había que aprender y encontrar la forma de conectar ambas, pues no eran
más que representaciones a diferentes escalas de un mismo diseño y
configuración.
Aquellos que empezaron a
experimentar con ello, observaron que para dominar las fuerzas externas
uno tenía primero que dominar sus fuerzas internas, y comenzaron a
estudiar el flujo energético del prana, chi, fuerza vital, que recorre
el ser humano y que conforma la contrapartida etérica y sutil de nuestra
existencia. Los canales a través de los cuales fluye esta energía
fueron descubiertos y percibidos, mapeados y dibujados, dando lugar
entonces a técnicas de alquimia interior, a través de las cuales se
podía empezar a experimentar con la transformación humana, usando los
flujos internos que recorren el vehículo que usamos para cada
encarnación.
Descubriendo las influencias planetarias
Al
seguir tratando de entender las fuerzas y dinámicas que influenciaban
sus vidas y las energías vitales que la sostenían, se dieron cuenta que
las influencias planetarias, solares y de los cuerpos celestes tenían un
papel muy importante en la composición final y constitución energética
de cada uno de ellos, comprendiendo que esta configuración quedaba
reflejada como una impronta en el momento de nacer, y que actuaba como
un imán para cierto tipos de campos y flujos hacia el individuo que
marcaban parte de sus estructuras psíquicas, mentales, emocionales y
físicas. Estas fuerzas son atraídas hacia nuestro planeta debido al
efecto magnético que ejerce el sistema Tierra- Luna respecto al resto de
planetas del Sistema Solar, de forma que sentimos y recibimos las
radiaciones electromagnéticas de todos los cuerpos planetarios en mayor o
menor medida, según su posición relativa en cada momento, por el
desplazamiento y las orbitas de los mismos, por la conjunción directa o
indirecta y el lugar que ocupamos respecto a ellos constantemente, etc.
Desarrollaron
así prácticas meditativas para conectar y sintonizar sus cuerpos con
ciertas fuerzas planetarias que les pudieran servir como impulso en
momentos concretos de sus vidas, sabiendo que, al enchufarse
energéticamente al campo electromagnético de tal o cual planeta de forma
consciente, su carga energética concreta, tendría efectos determinados
en diferentes componentes de sus cuerpos sutiles, provocando cambios e
impulsos determinados en sus vidas físicas. Así se sentó la base de las
prácticas mágicas de invocar las fuerzas de tal o cual planeta, de hacer
rituales en momentos determinados del año hacia tal o cual astro, de
preparar talismanes, amuletos o símbolos y conectarlos a tal o cual
cuerpo celeste. La cuestión era ser capaz de captar, cual radio
sintonizando una emisora de FM, la energía concreta que llegaba desde el
espacio exterior bien en sus propios cuerpos sutiles bien en algún
elemento físico, para luego poder usarla y dirigirla según el propósito
que cada uno tuviera en mente.
La energía de nuestro propio planeta
Se
dieron cuenta además de la importancia para el individuo de nutrirse
conscientemente de estas fuerzas planetarias externas a ellos, a través
de la esencia “cósmica” que llegaba desde fuera del planeta, para su
óptima salud, crecimiento y vitalidad. En paralelo, comprendieron además
que el hombre no puede vivir sin la conexión y alimento de la energía
de la Tierra y del entorno natural en el que vive, y que era la
combinación de todas estas fuerzas lo que les proporcionaba el
combustible para el buen funcionamiento de su sistema nervioso, órganos,
glándulas, cuerpos sutiles, incluso para su propia alma. Al estudiar y
poner en práctica este tipo de sintonización con las fuerzas de la
naturaleza, vieron que podían recargarse internamente anclándose al
núcleo del planeta, que podían absorber en su sistema etérico la fuerza
de los ríos, mares y océanos, que podían sintonizar con los campos de
flores o los bosques de árboles, con las piedras de una montaña o la
mente grupal de una clase concreta de minerales.
Vieron
que estas energías se iban acumulando en diferentes partes del ser
humano según su densidad y vibración, y de ahí emergieron parte de las
técnicas orientales, taoístas principalmente, sobre la función de los
tantiens, donde se acumulaban energías más densas y primarias
(Jing, en el tantien inferior), energías y fuerza vital como el chi y
el prana (tantien medio) o energías espirituales y más refinadas (Shen,
tantien superior).
Siempre estamos conectados
A
pesar de que el ser humano no es consciente de todo esto, no dejamos
nunca de recibir influencias y recarga energética de estas diferentes
fuentes, simplemente por el hecho de estar dentro del cuerpo físico que
usamos. Estamos continuamente recibiendo la influencia electromagnética
de las fuerzas planetarias, con efectos distintos para cada uno según
nuestra configuración sutil, estamos continuamente conectados al
planeta, que nos nutre de su flujo vital proveyendo energía para nuestro
funcionamiento correcto, y nos recargamos además, y esto ya de forma
consciente, con las energías de aquello que comemos y bebemos, además
del prana que respiramos junto con el oxígeno.
Pero
es importante que esto lo hagamos de forma consciente, que nos demos
cuenta de los flujos que corren por nosotros, que nos llegan por todos
lados y que nos influencian. Es importante que aprendamos a trabajar con
ellos en armonía, en equilibrio, que sepamos como enraizarnos y
absorber energía de las plantas o como sintonizar la fuerza vital del
sol, porque todo crecimiento depende de energía y todo desarrollo evolutivo pasa por la existencia de excedentes de la misma, como hemos explicado muchas veces en el blog.
Así que integremos en nuestro quehacer diario pequeñas rutinas de
conexión con todas las fuerzas que nos rodean, démosles las gracias por
el papel que juegan en el sostenimiento de nuestra vida, y seamos más
conscientes de la unidad que al final y al cabo, existe entre nosotros y
todo eso.
fuente: aqui
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