Hay
apegos sanos que se derivan de los vínculos naturales entre las
personas, y por otra parte, apegos insanos que señalan inmadurez,
adicciones y dependencias. En realidad el apego sano sería aquel
sentimiento de vínculo con otra persona desde el afecto y la
pertenencia. La calidad que este apego sano manifiesta valores tales
como generosidad, cuidado, respeto, responsabilidad e independencia.
Por
el contrario, el apego insano es aquel que nace como resultado de la
dependencia y que se perpetúa en la identificación con el objeto amado.
Es decir, que si me vivo en simbiosis con la pareja, sucederá entre
otras cosas que intuyendo mi pendiente proceso de individuación,
soportaré una sostenida y sutil amenaza de pérdida. De un apego insano
se derivan aspectos tales como el no establecer límites, el control y la
manipulación, el responsabilizar al otro de nuestros sentimientos,
padecer una frecuente frustración, sentimiento de carencia y falta de
autonomía.
El apego insano
es una fuente de sufrimiento tan innecesaria como inmadura. Y desde esta
perspectiva como anteriormente se ha mencionado, convendrá discernir
entre el dolor y el sufrimiento que aunque a veces vayan juntos, son
cosas muy distintas. En realidad el sufrimiento se produce tan sólo
cuando el dolor se dramatiza. Y por tanto resulta posible erradicarlo
mediante un entrenamiento en atención y auto consciencia. El dolor por
el contrario es una realidad natural, y en consecuencia “hay que
vivirlo” y consumarlo mientras pasa por nuestra vida. En realidad el
duelo emocional nos demanda de una gran aceptación y de la toma de
conciencia que suele derivarse de su visita. Desde esta perspectiva,
añadir al dolor una dosis innecesaria de sufrimiento no deja de ser una
incompetencia.
El río de la
vida fluye por las orillas de dolor y del placer, dos realidades tan
naturales como humanas. Y al parecer los opuestos aparecen inevitables
en nuestra mente que los vive “servidos a la carta”. Es por ello que
uno de los anhelos más destacados del ser humano, es trascender tal
dualidad que aunque forme parte del diseño, a menudo no resulta
precisamente deseada. Intuimos que somos “algo más” que el vaivén de las
mareas, y que esa identidad que nos trasciende es inamovible e
inafectada a ellas. De hecho el reconocernos como esencia, nos permite
vivir centrados y ecuánimes, aún en etapas de huracanes y tormentas.
Queda claro lo que es el apego, pero, ¿qué es el amor?
El
amor no es una emoción sino un eco de la esencia. Es por ello que no
está sujeto ni a los giros de la noria ni al vaivén de las mareas. El
amor nace desde el corazón y no es un sentimiento sino un estado de
conciencia. Un estado que va más allá de la persona amada.
El
amor y la libertad no son opuestos, y en realidad el amor lleva
implícita la libertad verdadera. El amor no niega el dolor, pero cuando
éste llega, lo acepta como un estado transitorio y nunca estéril que
trae mensajes de otras esferas. El amor genera un grado de confianza que
permite abrazar los cambios y la sabiduría implícita que estos
conllevan.
¡Qué dura es la pérdida de un ser querido! ¡Cuánto dolor trae a nuestra vida!
Sin
embargo intuimos que aunque nuestra persona llora por lo que se va,
algo muy hondo que observa, nunca dejó de sonreír sin causa.
Superar
el apego no quiere decir volverse indiferente ante la pérdida, sino
deshacer las identificaciones y ejercer el discernimiento de la
conciencia despierta. El apego por excelencia no es aquel que se deriva
tan solo de la “necesidad” de otra persona. En realidad el apego más
importante que padecemos es el que tenemos como resultado de la
identificación con nuestro pequeño yo persona. Una identificación por la
que nos creemos ser tan sólo el psicocuerpo con nombre y DNI, cuando en
realidad intuimos que somos esencia, una esencia que nunca atrás nació
ni tampoco morirá un mañana. Este apego al efímero “yo” que como
constructo mental aparece a los meses de nacer, es la más desafortunada
hipnosis que viene de fábrica en el kit de la amnesia. Se trata de un
olvido cuyos devastadores efectos logramos aliviar y en muchos casos
trascender, al recorrer la vía sanadora del auto descubrimiento y el
sostenido darse cuenta.
fuente: aqui
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