Según la Kabbalah, Dios dio nacimiento a este mundo oscuro y
peligroso para que nosotros (no Dios) pudiéramos transformarlo en un
paraíso lleno de Luz.
Esta situación no es diferente a un padre que construye una empresa
de negocios multimillonaria. Su mayor dicha sería darle todo su negocio a
su hijo; no obstante, si el padre hiciera esto, su hijo realmente no se
sentiría como el verdadero dueño. No se sentiría profundamente
realizado porque todo lo que tuvo simplemente le fue entregado. Él no se
lo ganó.
Lo único que haría verdaderamente feliz a su hijo sería si él pudiera
experimentar la dicha, realización y sentido de logro que viene con
construir la empresa él mismo. Los kabbalistas llaman a este concepto
“pan de la vergüenza”. Esta frase reconoce que todos prefieren ganarse
el pan que comen en lugar de recibir una limosna. Una persona que se
siente como un necesitado siente un profundo sentido de vergüenza. Nos
sentimos realmente valiosos cuando ganamos nuestras propias recompensas a
través de nuestro propio esfuerzo.
Esta es una idea simple, pero con implicaciones profundas; siendo la
principal que el nivel de realización es directamente proporcional a la
cantidad de trabajo que hacemos.
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