1. La envidia
La envidia, y por extensión los celos, es una de las causas más
comunes de la infelicidad. Por lo general, somos envidiosos al ver como
los demás logran metas que nosotros no hemos conseguido alcanzar, lo que
provoca en nosotros una frustración. Si tu amigo tiene éxito, celebra
su victoria como propia. Si tu enemigo tiene éxito, recuerda que los
celos son contraproducentes e inútiles y se limitan a extender el poder
del enemigo sobre ti. Chaves recomienda, en cualquier caso, buscar
relaciones positivas y evitar aquellas amistades conflictivas que
provocan frustración y malestar. En definitiva: “Hay que rodearse de
personas que te hagan sentir bien”.
2. La manía persecutoria
Es la sensación de estar siendo perseguido por fuerzas
incontrolables. En ocasiones esto se convierte en una enfermedad,
llegando a causar esquizofrenia, pero en la mayoría de los casos se
trata de la sensación puntual, o transitoria, de que “todo el mundo está
en contra tuyo”. Es un clásico en los niños, generalizado en el eterno
“la profe me tiene manía”, pero muchos adultos lo padecen a diario en
menor o mayor grado. La solución de esta causa de infelicidad pasa por
reconocer que la persecución es irrelevante, ya que sólo uno mismo
controla el resultado de su vida.
Todas las personas encuentran obstáculos en su camino; el éxito y el
fracaso dependen de la capacidad de cada uno para superar los
obstáculos, no de las fuerzas incontrolables que, supuestamente, nos
ponen la zancadilla. Los seres humanos tenemos una creencia básica sobre
el mundo, queremos que sea justo, también con nosotros. Cuando nos
encontramos con experiencias negativas tendemos a pensar que “el mundo
está contra nosotros”, algo que no deja de ser un pensamiento paranoico.
3. La negación de responsabilidades
La capacidad de asumir responsabilidades, según explica Chaves ,se
conoce en términos psicológicos como “el control”, y es una necesidad
básica del ser humano cuya ausencia provoca infelicidad. No podemos
controlar todo lo malo que nos sucede, pero sí controlar cómo
reaccionamos a esas cosas malas. Escurrir el bulto y “hacer como que
nada ha pasado” es una decisión, además de cobarde, poco acertada. Negar
la responsabilidad sobre algo que hemos hecho incorrectamente solo
acrecienta nuestra infelicidad, así como el hecho de no reconocer que
algo malo nos ha pasado. Hay que enfrentarse a los problemas.
4. El perfeccionismo
Aunque todos queremos hacer las cosas lo mejor posible, hay momentos
en los que nos colocamos metas demasiado altas. Por muy buenos que
seamos, no todo puede ser perfecto. Si nuestras expectativas son
demasiado elevadas siempre fracasaremos y seremos infelices. La
perfección es, en la mayoría de los casos, inalcanzable y nunca resulta
necesaria.
5. El razonamiento excesivo
El razonamiento excesivo es una de las causas más comunes de la
infelicidad. “Comerse el tarro” o “rallarse” son las expresiones
coloquiales más utilizadas para expresar un problema habitual: la
tendencia a sobredimensionar determinados problemas. El hombre tiene una
asombrosa capacidad para razonar pero a veces esta habilidad se vuelve
en nuestra contra. Si llegamos a la conclusión de que un problema no
puede ser solucionado a base de lógica y razón, lo mejor es dejarlo
pasar.
Hay que encontrar un equilibrio entre lo emocional y lo racional. Las
personas impulsivas tienden a no pensar antes las cosas, pero las
personas demasiado racionales necesitan actuar más y pensar menos.
6. El negativismo
El negativismo es la principal causa de una de las enfermedades más
extendidas en la sociedad moderna: la depresión. No hay vuelta de hoja:
todo lo que nos rodea puede tener una lectura en negativo. Si no
buscamos una lectura optimista de las cosas la infelicidad nos
acompañará en nuestro día a día.
Chaves nos da un consejo: “Por cada cosa negativa que nos ocurre
podemos encontrar tres positivas, así podremos escorar la balanza hacia
el lado de la felicidad”.
7. La percepción negativa de las acciones ajenas
En la sociedad actual tendemos a concebir las acciones de las
personas con las que tratamos como una amenaza a priori. Si alguien
llama a la puerta de nuestra casa lo primero que pensamos es que va a
intentar vendernos algo que no queremos. Esto se puede trasladar a todas
las facetas de nuestra vida y es algo muy común en algunos lugares de
trabajo, dónde se crean climas propicios para pensar que todos nuestros
compañeros quieren ponernos la zancadilla. Hay una gran diferencia entre
la ingenuidad y la desconfianza continua y no hace falta situarse en
los extremos. Siempre que sea posible, hay que dar a la gente el
beneficio de la duda.
8. La baja autoestima
Es esta una de las causas más estudiadas de la infelicidad. Si no
sabemos valorarnos a nosotros mismos como lo que realmente somos, sin
prejuicios, siempre habrá algo de que culparnos y, por lo tanto, nunca
seremos felices. Elevar la autoestima pasa por reconocer nuestros logros
y cualidades positivas.
9. La baja autoeficacia
La autoeficacia es un término psicológico de reciente creación,
articulado por el doctor Albert Bandura en 1977. Consiste en la
confianza y convicción de que es posible alcanzar los resultados
esperados para cada meta propuesta. Para superar la baja autoeficacia es
necesario dominar las habilidades necesarias para alcanzar cada
objetivo propuesto. En definitiva: todas las metas, mientras sean
realistas, son alcanzables mediante la práctica y la constatación de que
es posible lograr los objetivos propuestos.
10. La ausencia de sentido vital
La búsqueda del sentido de la vida ha sido la principal preocupación
de religiones y filosofías. La caída de las grandes ideologías y el
declive de las religiones ha provocado una ausencia de sentido vital.
Chaves recomienda plantearse cuestiones como “¿si hoy fuera el último
día de mi vida, haría lo que he hecho hoy?” o “¿cómo me gustaría que me
recordaran?”. Hay que darle un sentido mayor a las cosas que realizamos a
diario.
Fuente: EL CONFIDENCIAL.
Plano Creativo.
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