Queshet : el Arco Iris . A la altura de
la esfera de Yesod. El arco iris es una
ilusión óptica, no existe en realidad, del mismo modo que el “yo personal” o
ego, representado por Yesod. Cualquier tradición iniciática o mística, oriental
u occidental, considera que es imposible proseguir una evolución sin superar el
ego. La identificación con el personaje impide ver ni siquiera los aspectos
mentales y emocionales que lo rigen, representados en las esferas de Hod y Netzaj, la mente concreta y las emociones, respectivamente. Para
poder ver esto debemos situarnos en Tiferet,
y ahí se encuentra la siguiente barrera:
Parojet : El Velo del Templo.
A la altura de la esfera de Tiferet, que es el Centro de la
Individualidad o Yo Superior o
también el Centro Crístico. A partir
de esta frontera comienza el mundo supramental
y retirar este velo requiere superar la “prueba del Amor”, entendido
éste no como un sentimiento, sino como un estado del ser. Integrar por completo que todos somos iguales en nuestro corazón.
Nisargadatta Maharaj, desde una tradición tan distinta como el vedanta advaita, lo define a la
perfección: “La naturaleza del Amor es no
ver la diferencia”. La consecuencia es superar la propia individualidad,
del mismo modo que en la primera barrera superábamos el ego. El Velo del Templo
separa pues el nivel personal del transpersonal.
Teham : El Abismo. A la altura de la “no esfera” de Daat, o esfera del Conocimiento. Esta
es la frontera que separa la Unidad, representada por la Triada de las Raíces,
del resto del Arbol, en el que reina la dualidad, representada en su nivel más
elevado por la dualidad de las esferas de Jesed y Geburáh, Misericordia o Rigor,
Expansión o Limitación, y en definitiva: “Bien” o “Mal”, tal y como nosotros lo
interpretamos. Esta es la frontera que, en definitiva, nos separa del Paraíso, del
que caímos por probar la fruta del Arbol
del Conocimiento del Bien y del Mal. Metafóricamente, un abismo hace
referencia a una separación muy difícil de traspasar, prácticamente imposible.
Y es lógico porque hay que superar la dualidad,
y la última y más grande dualidad a superar es la separación sujeto-objeto. Por encima del Abismo se
encuentra el Unico Sujeto: la
Divinidad, o, si se prefiere, la Consciencia.
Muy pocos hombres consiguen traspasar esta frontera, y los que lo hacen y comen
el fruto de Daat: el Conocimiento, ciertamente se convierten en la Divinidad. Para ellos el juego ha terminado, y no obstante muchos de estos verdaderos
Maestros se plantean mostrar este Conocimiento a los demás. Dar este
Conocimiento plantea serios problemas, pues algo inefable de por sí resulta muy
difícil de transmitir, y no todo el mundo está preparado para recibirlo, ni,
por supuesto, está motivado para ello. Por lo general se ha transmitido de
forma oral y a unos pocos iniciados y, con el fin de protegerlo, se ha hecho
hermético. Pero, sea como sea, el
“iluminado” solo puede señalar con sus palabras un camino que cada hombre debe
recorrer por sí mismo.
Tomada del libro "Sefer Tamar o Nueva guía de perplejos" (Jaime Villarrubia y Tamar Looz) |
fuente: aqui
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