La vida que conoces es una delgada capa de acontecimientos que cubre
una realidad más profunda. En ésta, eres parte de cada experiencia que ocurre,
ocurrió y ocurrirá. En la realidad profunda sabes exactamente quién eres y cuál
es tu propósito. No hay confusión ni conflictos con ninguna persona.
Tu propósito en la vida es fomentar la expansión y crecimiento de la
creación. Cuando te miras, sólo ves amor.
Sin embargo, el misterio de la vida no reside en estas cuestiones sino
en cómo sacarlas a la superficie. Si alguien me pidiera una prueba del misterio
de la vida, la más clara sería la enorme distancia entre la realidad profunda y
la vida cotidiana. Desde que nacemos recibimos constantes señales que sugieren
la existencia de un mundo distinto en nuestro interior. ¿Has experimentado
estos momentos de asombro? Ocurren al escuchar música hermosa o cuando el
esplendor de la naturaleza nos provoca un estremecimiento. También cuando vemos
con el rabillo del ojo algo familiar (la luz del amanecer, un árbol meciéndose
con el viento, el rostro de un ser querido mientras duerme) y sabemos que en
ese instante la vida es más de lo que parece.
Hemos pasado por alto innumerables señales porque no forman un mensaje
claro. He conocido a un número prodigioso de personas con experiencias
espirituales asombrosas: de niños vieron el alma de su abuela elevarse al
momento de su muerte o seres de luz durante una fiesta de cumpleaños, viajaron
más allá de sus cuerpos físicos o fueron recibidos tras acudir a la escuela por
un familiar que acababa de morir en un accidente automovilístico. (Un hombre me
contó que había sido un “niño de la burbuja” durante los primeros diez años de
su vida: viajaba en su burbuja sobre la ciudad y hacia tierras desconocidas.)
Millones de personas -no exagero, es el testimonio de encuestas públicas- se
han visto cubiertas por una luz blanca iridiscente; o han escuchado una voz que
saben proviene de Dios; o tuvieron guardianes invisibles en su infancia, amigos
secretos que los protegían durante el sueño.
Con el tiempo me di cuenta de que son más las personas que han tenido
estas experiencias (viajes a una realidad separada de ésta por un tenue velo de
incredulidad) que quienes no. Para correr el velo debes cambiar tus
percepciones.
Se trata de un cambio personal, totalmente subjetivo, pero muy real.
¿Cómo empezarías a resolver un misterio que está en todas partes pero
que, de alguna manera, no forma un mensaje articulado? Un gran detective como
Sherlock Holmes partiría de una deducción elemental: algo desconocido quiere
darse a conocer. Un misterio renuente a mostrarse se retiraría cada vez que nos
acercáramos. El misterio de la vida no se comporta así: sus secretos se revelan
inmediatamente si sabes en qué dirección mirar. Pero, ¿cuál es ésta?
La sabiduría del cuerpo es un buen punto de acceso a las dimensiones
ocultas de la vida: es totalmente invisible, pero innegable. Los investigadores
médicos empezaron a aceptar este hecho a mediados de los años ochenta.
Anteriormente se consideraba que la capacidad de la inteligencia era exclusiva
del cerebro, pero entonces se descubrieron indicios de inteligencia en el
sistema inmune y luego en el digestivo.
Ambos se valen de moléculas mensajeras especiales que circulan por
todos los órganos llevando información hacia y desde el cerebro, pero que
también actúan de manera autónoma. El glóbulo blanco que distingue entre
bacterias invasoras y partículas inofensivas de polen realiza una decisión
inteligente pese a que viaja en el flujo sanguíneo lejos del cerebro.
Hace diez años parecía absurdo hablar de inteligencia en los
intestinos. Se sabía que el revestimiento del tracto digestivo posee miles de
terminaciones nerviosas, pero se les consideraba simples extensiones del
sistema nervioso, un medio para mantener la insulsa tarea de extraer sustancias
nutritivas del alimento. Hoy sabemos que, después de todo, los intestinos no
son tan insulsos. Estas células nerviosas que se extienden por el tracto digestivo
forman un fino sistema que reacciona a sucesos externos: un comentario
perturbador en el trabajo, un peligro inminente, la muerte de un familiar. Las
reacciones del estómago son tan confiables como los pensamientos del cerebro, e
igualmente complicadas. Las células de colon, hígado y estómago también
piensan, sólo que no con el lenguaje verbal del cerebro. Lo que llamamos
“reacción visceral” es apenas un indicio de la compleja inteligencia de estos
miles de millones de células.
En una revolución médica radical, los científicos han accedido a una
dimensión oculta que nadie sospechaba: las células nos han superado en
inteligencia durante millones de años. De hecho, su sabiduría, más antigua que
la cortical, puede ser el mejor modelo de lo único anterior a ella: el cosmos.
Quizá el universo también nos supera en inteligencia.
Adonde quiera que vea, puedo percibir lo que la sabiduría cósmica
intenta. Es muy similar a lo que yo pretendo: crecer, expandir, crear; la
diferencia es que mi cuerpo coopera con el universo mejor que yo.
Extracto de "El Libro de los Secretos", Deepak Chopra M.D
fuente: aqui
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