Muchas personas que realizan una toma de conciencia y ven claramente
sus propios límites, hábitos negativos, ideas locas, sentimientos ajenos
implantados por la familia y la sociedad, deseos provocados por la
publicidad industrial y tantas otras cosas, dicen:”Bueno, ya me di
cuenta de la trampa que me aprisiona, pero soy incapaz de salirme de
ella, ¿cómo hago para eliminarla?”. La siguiente anécdota les puede ser
útil:
En la pequeña ciudad de Chile, donde nací, Tocopilla, vivíamos junto
al cuartel de bomberos. Yo, a menudo, iba a jugar en el patio del
cuartel con los hijos del cuidador. Un día asistí a una escena que marcó
profundamente mi espíritu. El hijo más pequeño, entre las herramientas
de trabajo de su padre, encontró un cuchillo y, sin darse cuenta del
peligro que eso entrañaba, se puso a jugar con él. Su inocencia no le
permitía comprender el uso del arma. Para él era solamente un trozo de
metal que emitía resplandores fantásticos. Por milagro lo tomó por el
mango y no por la hoja. Cuando su padre lo vio, aterrado trató de
quitárselo. Pero el niño cerró sus puños en torno del asa y comenzó a
llorar. De nada valieron advertencias, promesas, amenazas de castigo o
mimos. El muchachito no estaba dispuesto a entregar su tesoro.
Arrebatárselo por la fuerza era peligroso: un movimiento brusco podía
cercenarle un dedo. Cuando su abuelo vio esto, cortó un pedazo de
madera del largo del cuchillo, le amarró unas cuantas cintas de colores,
un par de cascabeles y agitando y haciendo sonar el juguete, se lo
ofreció a su nieto, al mismo tiempo que, suavemente, trataba de
recuperar el arma. El niño, con alegría renovada, abrió sus dedos, soltó
el filoso cuchillo y asió el trozo de madera para seguir jugando.
Una vez que una persona adquiere un hábito, es muy difícil quitárselo
bruscamente sin darle otro en cambio. Es por esto que los remedios
bruscos, los cambios instantáneos de nada sirven. Si se le coarta un
vicio, el adicto lo cambiará por otro igual o peor. Para que haya una
renovación profunda, se debe sustituir una actividad nociva por otra un
poco más útil sin que el afectado sufra y, de cambio en cambio, lograr
que el sujeto vaya llegando a una actividad provechosa… Si queremos
salirnos de la trampa del ego es útil que comencemos por transformar la
imagen que tenemos de nosotros mismos incorporando poco a poco nuevas
informaciones: cambiar nuestra manera de vestirnos, cambiar la ubicación
de nuestros muebles, cambiar de territorio, desprendernos de los
objetos inútiles, cesar de frecuentar amistades infecundas devoradoras
de nuestro tiempo, hacer cosas que nunca hemos hecho, estudiar algo
nuevo, si se es un intelectual hacer trabajos manuales, si se es ajeno a
la música, estudiar canto o un instrumento, practicar un arte marcial,
aprender a fabricar pan, escribir un poema diario, integrar un grupo de
ayuda social, etc. Las posibilidades de nuevas actividades son
infinitas.
Socialmente, las reformas relámpago solo producen mejoras superficiales; bajo esos cambios, los vicios del ciudadano continúan…
Es importante tomar conciencia del lenguaje con el que nos programan.
Lenguajes caducos provocan realidades deformes. Los “valores guerreros”
nos mutilan los valores humanos. La exaltación de la “competencia” nos
impide la colaboración. La “lucha por el crecimiento industrial” nos
hace olvidar la producción sana. Por el culto al dinero olvidamos al
Dios interior. Por el terror de perder lo que creemos tener, perdemos la
alegría de vivir.
Durante muchos años, cada mañana al despertarme, celebré el milagro de estar aún vivo, lanzando carcajadas.
Alejandro Jodorowsky en “El Placer de Pensar” -9-
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