En menos de una semana, Rosh Hashaná estará con nosotros y para sacar
el mayor provecho de esta conexión para que podamos volvernos una nueva
versión de nosotros mismos, es importante que hagamos el trabajo esta
semana para dejar el viejo “yo” en la puerta. El perdón es una enorme y
poderosa herramienta que podemos utilizar para movernos lejos del pasado
y para hacer espacio para la nueva persona en la que estamos destinados
a convertirnos. En términos astrológicos, existen ciertos momentos en
los que es más fácil alcanzar las cosas que en otros y esta semana, en
particular, resulta ser una semana en la cual el cosmos nos asiste para
perdonar.
Sin importar cuán espirituales podamos ser hoy, todos tenemos una
historia de herir a otros y de haber sido heridos por otros. Nos
aferramos a todo, desde el dolor que sufrimos en nuestra niñez hasta las
palabras poco amigables que alguien nos dijo ayer. Nos torturamos por
los errores que hemos cometido, las cosas que deseamos haber hecho de
manera diferente, y las personas que quizás hemos lastimado en el
camino.
Nos aferramos tanto a las cosas malas que nos ocurrieron en nuestras
vidas como a las cosas malas que hemos hecho. Muchos de nosotros nos
aferramos a esto como sábanas de seguridad, ¡rehusándonos a dejar ir! Y
nos bloquea no sólo para que no seamos felices sino que también nos
bloquea de alcanzar cualquier cosa por la cual cada uno de nosotros fue
puesto en esta tierra para alcanzar.
Los kabbalistas enseñan que alguna de nuestras más grandes
bendiciones en este mundo (encontrar nuestra alma gemela, tener hijos,
obtener el trato de negocios, que se restaure la salud) son bloqueadas
tanto por el dolor y el sufrimiento que hemos causado como por el
resentimiento que otros tienen hacia nosotros. Es imperativo que nos
hagamos a nosotros mismos las preguntas: ¿A quién necesitamos perdonar? Y
¿Por qué nos gustaría que otro nos perdonara? Una vez que sabemos las
respuestas a estas preguntas, lo que nos queda por resolver es el dolor;
el dolor que causamos o el dolor que experimentamos. Por cualquier cosa
que quieras ser perdonado o que quieras perdonar, el primer paso a dar
es sentir el dolor.
He estado viajando mucho últimamente ofreciendo charlas sobre el
perdón y me hace ver internamente mi propio dolor. Cuando me hice
justamente esas preguntas que pido que te hagas, descubrí que el dolor
más grande en mi vida fue en 2004 cuando el Rav sufrió un accidente
cerebrovascular severo. Él es mi maestro, mi padre, mi mejor amigo.
Hemos compartido cosas entre nosotros que jamás hemos compartido con
alguien más. Por seis meses, estuve en una depresión total. Todo era
oscuro para mí. No había túnel por el cual ver la luz al final. Era todo
tan oscuro; que ni siquiera podía ver el túnel.
Al final de seis meses, me levanté y tomé una decisión. Hice el
compromiso de comenzar a hacer el trabajo que él haría, lo que
significaba traducir y proporcionar más contenido, viajar a más lugares
alrededor del mundo y enseñar la sabiduría de la Kabbalah; continuar con
su visión. Él me había dicho que existían sitios espirituales
específicos que él siempre había querido visitar pero que nunca pudo
hacerlo, así que comencé a ir a esos lugares. Él tenía una relación con
el jefe de la Autoridad Palestina así que comencé a construir una
relación con dicha autoridad también, Cualquier cosa que pensé que él
haría, yo lo hice.
Pero mientras organizaba mis apuntes para estas charlas sobre el
perdón, me encontré a mi mismo comprendiendo que la decisión de
continuar el trabajo de mi padre no era del todo la más sabia. Si fuera
honesto conmigo mismo, parte de la razón por la que corro haciendo lo
que hago es para evadir el dolor. No quiero sentir el dolor de que él no
está allí para mí como una vez lo estuvo. Incluso hay momentos en los
que pienso: “¿Cómo se atrevió a sufrir un ACV? ¿Cómo se atrevió a
hacerme esto a mi?”. Como si fuese personal. Y como si yo fuera la única
persona a quien le ha ocurrido esto.
Todos tenemos talentos especiales como seres humanos para hacer que todo sea acerca de nosotros.
Incluso recientemente cuando el Rav se fracturó la cadera encontré
una razón por la cual ese suceso era mi culpa y por qué yo era el
culpable; me lastimaba a mi mismo por haberlo puesto en ese itinerario
de viajes que tal vez fue mucho para él. Tan difícil como lo es para
nosotros perdonar a otros, es incluso más difícil perdonarnos a nosotros
mismos.
Como puedes ver, mientras más enfrento el dolor que está por venir,
más lecciones vinieron hacia mí por parte de la Luz. Repentinamente me
di cuenta de que necesito hacer el trabajo que hago para mí. No puedo
hacerlo por él y si algo sale mal no puedo culparlo. Debo asumir la
responsabilidad. Esta es mi vida.
Ahora por experiencia puedo decirte que: mientras más lidiamos con el
dolor, más aprendemos la lección, y cuando aprendemos la lección, el
dolor puede ser menor. Quizás no todo se ha ido, pero puedo decirte que
hoy estoy en un mejor lugar en comparación con el ayer.
El verdadero poder del perdón no viene por sólo ofrecer o recibir una
disculpa. Viene a partir de lidiar con el dolor que fue infligido y
descubrir la gran lección en él. Cualquier cosa que queramos mover más
allá de nuestras vidas, primero tenemos que sentir el dolor y si es algo
que le hicimos al alguien más, tenemos que sentir el dolor de ellos y
realmente meditar en ello.
El dolor es horrible, créeme, lo sé, pero si huimos del dolor,
aferrándonos al resentimiento o a la culpa, nunca nos convertiremos en
la persona que estamos destinados a ser o recibir y alcanzar todo en
este mundo.
Cuando enfrentamos el dolor, aprendemos la lección y nos alejamos del
pasado, nos abrimos a todo lo que el universo tiene para ofrecernos y a
todo lo que podemos ofrecerle en el presente.
Todo lo mejor, Yehuda.
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