Cuentan que el emperador griego Alejandro
Magno sufría frecuentes ataques de ira. Antes de partir a su famosa
expedición a la India, un hombre de confianza le dijo que no podría
conseguir mejor consejero que un sabio yogui, y que sería muy afortunado
si podía encontrar uno y llevarlo con él a Grecia.
Apenas pisó tierra hindú, el emperador
hizo todas las averiguaciones necesarias. Le informaron que los sabios
solían vivir como ascetas en los bosques. Después de semanas de recorrer
la foresta, encontró a uno meditando bajo un árbol.
Alejandro se sentó cerca y, apenas el sabio abrió los ojos, le dijo:
– Por favor, sé mi consejero. Si vienes
conmigo te daré todo lo que necesitas, incluso una parte de mi palacio y
muchos sirvientes para atenderte.
El yogui sonrió:
– No necesito nada, estoy muy feliz aquí.
El emperador no podía creer lo que escuchaba:
– ¿Cómo te atreves a rechazar mi oferta? ¡Cualquiera estaría más que agradecido!
El sabio ignoró sus palabras y volvió a
cerrar los ojos. La cara del emperador se enrojeció tanto que parecía
que estaba a punto de estallar.
– ¿Acaso no sabes quién soy yo? ¡Soy
Alejandro El Conquistador del mundo y te puedo cortar en mil pedazos! –
le gritó mientras desenvainaba su espada.
Inmutable, el yogui volvió a sonreír:
– Tú has hecho dos declaraciones: la
primera, que me puedes cortar en mil pedazos. No es cierto, no puedes
cortarme en pedazos. Lo único que puedes cortar es este cuerpo, que no
es más que una vestidura que llevo. Yo soy infinito y eterno.
Tu segunda declaración fue que eres
conquistador del mundo. Sin embargo, permíteme decirte que solo eres un
esclavo de mi esclava.
– No comprendo lo que dices, ¿esclavo de tu esclava? -vociferó el emperador.
El sabio respondió:
– Mi esclava es la ira: hace mucho que
está bajo mi control. En cambio tú eres su esclavo, porque al sentirte
importante te ofendes por todo y pierdes la calma con mucha facilidad.
Por lo tanto, ¡solo eres un esclavo de mi esclava!
Al escuchar sus palabras, el emperador comprendió que estaba ante la presencia de un verdadero sabio, y se inclinó ante él.
fuente: aqui
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