No vamos a negar en absoluto que “ser
pareja” y mantener a su vez una relación de pareja estable y duradera, exige en
ocasiones tener que renunciar a algunas cosas. No obstante, todo tiene un
límite. Desde el momento en que nos vemos obligados a cambiar, estamos
perdiendo algo de nuestro ser, se está abriendo un vacío.
Si yo cambio mis valores, mis aficiones o mi carácter por ti,
estoy dejando de ser yo mismo/a. La persona a quien dices amar
será entonces un falso espejismo de sí mismo sin fondo y sin forma.
Si hay un principio claro e
indiscutible a la hora de mantener una relación de pareja, es que nunca debemos
permitir que se vulneren nuestros derechos, nuestros valores.
Aquello que nos define. Y aún más, tampoco debes exigirle a la persona que amas
a que “cambie”
por ti, a que se ajuste a tus necesidades.
Algo así sería en realidad un chantaje
emocional injustifcado. Veámoslo con más detalle.
Crecimiento
individual y crecimiento de la pareja
Debemos empezar aclarando algo
esencial: las
relaciones de pareja no son entidades fijas e inmutables. Nadie es
ajeno a todo lo que nos rodea, a las relaciones sociales paralelas, al contexto
laboral, a la familia, a las necesidades personales…
La pareja como tal está inscrita en un
proceso de cambio
continuo donde se necesita actualizar los vínculos de acuerdo a las
nuevas situaciones y a los años. Existe pues un “nosotros”, enfrentado en
ocasiones a un “yo”.
Uno de los problemas más comunes a los
que tenemos que enfrentarnos, es a la necesidad de armonizar el crecimiento personal con el
crecimiento de la pareja. En una relación saludable y feliz, ambas
esferas están unidas e interconectadas. ¿De qué manera? Cada uno de los
miembros respeta, comprende y favorece el que la persona que ama, pueda
disponer de sus propios espacios personales para cultivarse, para crecer y ser
uno mismo.
Podríamos decir que este proceso es en
realidad una curiosa paradoja, puesto que a la vez que trabajamos día a día
para ser una unidad en armonía, compromiso e intimidad, en realidad, nos
permitimos también seguir siendo dos entidades independientes capaces de
enriquecerse en su individualidad para a su vez, aportar esa sabiduría y esa
felicidad interior a la pareja.
Se trataría pues de fomentar en crecimiento
individual de cada uno de los miembros de la pareja, sabiendo que
con ello, propiciamos el equilibrio interno, la autoestima y la satisfacción
personal para que todo ello revierta en el propio “arcón
familiar” de la pareja.
De nada sirve pues obligar a que la
persona que amamos cambie. Si yo, por ejemplo, le pido que sea menos
extrovertido/a, que se involucre menos en materias sociales intentando que con
ello pase más tiempo en casa que fuera, lo que estaré haciendo en realidad es alimentar su
frustración y vulnerar sus intereses.
¿De qué me sirve entonces propiciar su
infelicidad mediante mi egoísmo? Nadie puede cambiar a la “fuerza” para encajar en tus
vacíos, o en tus astillas. Se trata de construir, de crecer y avanzar. Nunca vetar.
Avanzando
contigo me encuentro a mí mismo
El amor maduro es la base de las
relaciones saludables. Es un amor consciente capaz de respetar y amar al otro por como es,
sin tener en ningún momento la voluntad por obligarlo a cambiar. Tal vez
deberíamos concienciarnos también en la necesidad de desarrollar relaciones
donde esa madurez, nos enseñe que los miedos e inseguridades personales generan
casi siempre la necesidad por controlar al otro.
“Yo espero que la otra persona cambie este aspecto de su
carácter, porque así, me aseguro de que no me dejará, de que seguirá encajando
conmigo.” Pero las personas no somos puzzles, no somos
piezas sueltas con la obligación de encajar a la perfección unas con otras. Tus esquinas no
tienen por qué cuadrar con las mías, y tus vacíos, no tienen por qué llenarse
obligatoriamente con mis virtudes.
Sería mejor que empezáramos a
concienciarnos de que todos nosotros, somos en realidad criaturas imperfectas que buscan
a su vez a seres imperfectos para avanzar de la mano y crecer día día. Este
maravilloso proceso durará sin duda toda la vida, pero mientras, iremos
creciendo individualmente. Nos haremos más sabios personalmente, a la vez que
creceremos en pareja.
El amor es en realidad una preocupación constante por la vida, una búsqueda continua en la cual, cultivarnos a nosotros mismos, y a la vez, preocuparnos por el crecimiento de aquellos a quienes amamos. Todo ello se proyectará también vez en nosotros.
fuente: aqui
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