Una vez un estudiante se acercó a su maestro y le dijo: “Muchas de
sus lecciones hablan de las bendiciones que pueden venir a través del
compartir, sin embargo ¡yo no tengo nada que dar! No tengo habilidades y
por ende no tengo empleo. No tengo empleo y por ende no tengo dinero”.
El sabio maestro le dijo al estudiante que se parara fuera de un
edificio cercano y que simplemente saludara y le diera la mano a los
transeúntes por un día completo. Al anochecer, el estudiante regresó
exclamando que no sólo había hecho muchos amigos sino que también obtuvo
un nuevo empleo milagrosamente. El gerente del edificio observó la
calidez, bondad y generosidad del estudiante hacia otros y le ofreció un
cargo como portero.
La lección es que siempre tenemos algo para dar, incluso si es sólo una sonrisa o una mano amiga.
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