lunes, 24 de agosto de 2015

Sabia madurez


Yo no sé si me habré vuelto invisible para el mundo...
Es muy probable, pero nunca fui tan consciente de mi existencia como ahora, nunca me sentí tan protagonista de mi vida, y nunca disfruté tanto de cada momento de mi existencia.

Descubrí que no soy una princesa de cuento de hadas.

Descubrí al ser humano que sencillamente soy,
con sus miserias y sus grandezas.
Descubrí que puedo permitirme el lujo
de no ser perfecto, de estar llena de defectos,
de tener debilidades, de equivocarme,
de hacer cosas indebidas,
de no responder a las expectativas de los demás.
Y a pesar de ello.... quererme mucho!
Cuando me miro al espejo ya no busco a la que fui... Sonrío a la que soy...
Celebro la posibilidad de elegir a cada instante quién quiero Ser, me alegro del camino andado,
de la experiencia que me dieron estos años.
Asumo mis contradicciones.
Valoro lo recorrido.
Tan mal no me fue...
Estoy aquí!
Qué bien vivir sin la obsesión de la perfección!
Después de todo, cuando decidí
que no quería la perfección,
comencé a accionar y a alcanzar objetivos,
que tanto pesaban en mi vida!
Qué bien no sentir ese desasosiego permanente que
produce correr permanentemente buscando que todos
te quieran!
Qué bueno está empezar a quererse y respetarse uno!!!
Qué maravilloso reconocer que la felicidad está tan
cerca nuestro, tan relacionada con nuestras búsquedas
y nuestros mágicos encuentros interiores!
Qué suerte haber comprendido que la magia y el poder
no están en el afuera, sino dentro de mi.


Dicen que a cierta edad las personas nos hacemos invisibles, que nuestro protagonismo en la escena de la vida declina y que nos volvemos inexistentes para un mundo en el que sólo cabe el ímpetu de los años muy jóvenes, las figuras delgadas y espectaculares...

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