En tus tranquilos momentos de honestidad, sabes que no eres la persona como te presentas, o que pretendes ser. A pesar de que has cambiado las identidades muchas veces, y han cambiado incluso en el curso de un solo día, ninguna de ellas te satisface durante mucho tiempo. Todas ellas están en un proceso de decadencia constante. En un momento eres una persona amable, el próximo una persona enojada. Un día eres una persona indulgente y mundana; y al siguiente un amante de Dios puro y espiritual. Un momento amas la imagen de ti mismo, y la próxima vez la detestas. Y no sales de ahí, identificándote con una imagen de ti mismo una y otra vez, cada una tan separada y falsa como la última.
Cuando este juego de la ilusión es lo suficientemente aburrido o doloroso, algo dentro de ti empieza a moverse. De entre la insatisfacción de la separación surge la intuición de que hay algo más real de lo que eres consciente ahora. Es la intuición de que existe la verdad, aunque no sabes lo que es. Pero sabes, intuyes, que la verdad existe, la verdad que no tiene absolutamente nada que ver con tus ideas sobre ella. Pero de alguna manera sabes que la verdad sobre ti y toda la vida existe.
Una vez que recibes esta intuición, esta revelación, te verás obligado a encontrarla. No tendrás ninguna opción en la materia. Habrás comenzado conscientemente la auténtica búsqueda de la iluminación, y no hay vuelta atrás. La vida como la has conocido nunca será la misma.
Un gran maestro Zen dijo: “No busques la verdad; simplemente deja de acariciar ilusiones.” Si hay una práctica primordial o camino hacia la iluminación es este —deja de acariciar ilusiones. Buscar la verdad puede ser un juego, completado con una nueva identidad como buscador de la verdad impulsado por nuevas ideas y creencias. Pero dejar de acariciar ilusiones no es un juego; es una forma valiente e íntima de deconstrucción de ti mismo hasta la nada. Deshazte de todas tus ilusiones y lo que queda es la verdad. No encuentras la verdad hasta que te tropiezas con ella cuando te has desecho de tus ilusiones.
El maestro decía: “No busques la verdad.” Pero tú no puedes dejar de buscar sólo porque algún maestro Zen lo diga. Buscar es una energía, un movimiento hacia algo. Los buscadores espirituales se están moviendo hacia Dios, el nirvana, la iluminación, la verdad última, lo que sea. Para buscar algo, debes tener al menos una vaga idea o imagen de qué es lo que están buscando. Pero la verdad última no es una idea o una imagen o algo que hay que alcanzar de nuevo. Por lo tanto, buscar la verdad como algo objetivo es una pérdida de tiempo y energía. La verdad no se puede encontrar mediante la búsqueda de ella, simplemente porque la verdad es lo que tú eres. Buscar lo que tú eres es tan tonto como tus zapatos buscando sus suelas caminando en círculos. ¿Cuál es el camino que llevará a tus zapatos a sus suelas? Es por eso que el maestro Zen dijo: “No busques la verdad.” En cambio, deja de acariciar ilusiones.
Dejar de acariciar ilusiones es una manera de invertir la energía de buscar. La energía de la búsqueda estará allí de una forma u otra hasta que despiertes del estado de sueño. No puedes simplemente deshacerte de ella. Es necesario aprender cómo invertirla y utilizar la energía para deconstruir las ilusiones que mantienen tu conciencia en el estado de sueño. Esto parece relativamente simple, pero las consecuencias pueden parecer bastante desconcertantes, incluso amenazantes. No estoy hablando aquí de una nueva técnica espiritual; estoy hablando de una orientación radicalmente diferente a toda tu vida espiritual. Esto no es poca cosa. Es una cosa muy grande, y tu mejor oportunidad de despertar depende de ella.”No busques la verdad; simplemente deja de acariciar ilusiones.”
Y si tú eres como la mayoría de las personas espiritualmente orientadas, tu espiritualidad es tu más acariciada ilusión.
Imagina eso.
por Adyashanti
fuente: aqui
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