miércoles, 14 de octubre de 2015

Acalla tu crítico interior: Fomenta lo que amas, en vez de criticar lo que te disgusta


 
Todos tenemos un crítico interior que a menudo es implacable, tanto con nosotros mismos como con los demás. Ese crítico interior nace cuando aún somos pequeños, apenas nos convertimos en objeto de las críticas, más o menos bien intencionadas, de los adultos que nos rodean.
Cada vez que nuestros padres nos recriminan por algo que hicimos o dejamos de hacer, cada vez que un maestro se queja de nuestros resultados escolares, ese crítico interior crece. Así, no es extraño que cuando finalmente nos convertimos en adultos, en vez de liberarnos de una vez y por todas de esa tendencia crítica, la reforcemos aún más. 
¿Por qué caemos en una trampa que nos tendemos nosotros mismos? 
La respuesta es muy sencilla: porque tenemos la tendencia a reproducir los patrones que hemos visto en nuestra infancia, porque es mucho más fácil perpetuar lo que conocemos que negarlo y atreverse a hacer algo diferente.
De hecho, es probable que no puedas pasar ni siquiera una hora en compañía de alguien, sin haber realizado alguna crítica o sin haberte lamentado por algo. Lo curioso es que a medida que ese crítico interior crece, arrasa con todo rastro de positividad.

Así terminamos encerrados en un círculo vicioso, de forma que, mientras más critiquemos, menos aspectos positivos encontraremos, mientras más nos centremos en lo que nos disgusta, menos podremos apreciar lo que realmente nos gusta. Es un mecanismo macabro del cual no somos conscientes.

Los peligros de darle carta blanca al crítico interior

No establecer límites para el crítico interior implica dejar que crezca libremente, hasta el punto que puede escapársenos de las manos y hacernos mucho daño. De hecho, poner el foco de atención en el lugar erróneo puede acarrear varios riesgos, sobre todo para nuestro equilibrio emocional.
En este sentido, un estudio realizado en la Universidad de Stanford ha demostrado que pasar tan solo media hora al día quejándose o escuchando a alguien que lo hace, puede producir cambios en el funcionamiento cerebral. Según esta investigación, las quejas continuas afectan las neuronas del hipocampo, una zona que está relacionada con la consolidación de la memoria y el aprendizaje. Al parecer, el simple hecho de quejarse y criticar, sin la intención de buscar una solución, hace que esta zona se vaya atrofiando.

De la misma forma, otro estudio realizado en la Universidad de Missouri analizó a más de 800 adolescentes y jóvenes durante un periodo de seis meses. Descubrieron que quienes solían quejarse y criticar con frecuencia, tenían un mayor riesgo de sufrir depresión o ansiedad.

Y es que darle carta blanca al crítico interior puede tener enormes repercusiones:
- Hiperbolización del prisma negativo. Cuando nos centramos más en criticar lo que nos disgusta que en apreciar las cosas que nos agradan, corremos el riesgo de desarrollar una visión del mundo pesimista. De hecho, mientras más usamos el prisma de la crítica, más se atrofia el prisma que nos permite apreciar las cosas bellas y positivas. De esta forma, corremos el riesgo de terminar desarrollando una visión desesperanzadora que nos sume en la depresión.
- Desarrollo de un “yo” hipertrofiado. A medida que el crítico interior crece, va ocupando el espacio de esos otros aspectos de nuestra personalidad que nos permiten sonreirle a la vida, hasta que llega a ocultarlos por completo. De esta manera, terminamos desarrollando un “yo” hipertrofiado, nos convertimos en una persona que solo sabe señalar los errores y quejarse, nos convertimos en una sombra de lo que podríamos ser porque solo hemos alimentado a una parte de nuestro "yo".

- Pérdida de la capacidad de disfrute. Absolutamente todas las situaciones que enfrentamos a diario tienen un aspecto positivo y otro negativo, centrarse en la faceta más negativa a menudo nos impide apreciar las oportunidades y las facetas positivas, por lo que poco a poco vamos perdiendo la capacidad de disfrutar de las cosas. De esta forma no solo terminamos perdiendo el interés por los demás sino incluso nuestra capacidad para saborear la vida. En ese momento, comenzaremos a morir.

Tres estrategias para aprovechar el potencial del crítico interior

Por supuesto, el crítico interior no es un monstruo. De hecho, es necesario porque nos ayuda a notar lo que está mal y, de cierta forma, nos incita a superarnos. Cuando no nos sentimos satisfechos con una situación, nos motivamos a cambiarla. El problema comienza cuando el crítico interior se dedica solo a quejarse.

Por eso, la próxima vez que te quejes o critiques algo, asegúrate de seguir estos tres pasos:

1. No critiques por criticar, descubre tus razones. ¿Sabías que el 95% de los consumidores jamás se quejaría de un producto ante la compañía que lo fabricó pero la mitad de ellos se queja de la calidad de este con sus amigos? El problema no es la crítica en sí, sino la queja sin sentido. Por eso, cuando descubras que estás quejándote, pregúntate cuál es la motivación que se encuentra en la base. ¿Qué quieres alcanzar? ¿Cuál es tu objetivo con esa crítica?
2. Pregúntate qué quieres cambiar. Antes de quejarte, por el simple placer de hacerlo, pregúntate qué deseas cambiar realmente. Una estrategia consiste en ser más preciso. Si te tomas tu tiempo para expresar lo que sientes realmente y lo que te molesta, te quejarás menos y te resultará más fácil detectar el verdadero problema.

3. Abandona la actitud pasiva y adopta un papel proactivo. En vez de limitarte a nombrar todo aquello que te molesta, en un rosario interminable de críticas, abandona esa actitud pasiva propia de quien se lamenta y aprende a asumir un papel proactivo. En este punto, es posible que te des cuenta de que hay cosas que no puedes cambiar, acéptalas. También te darás cuenta de que existen cosas sobre las que sí puedes incidir, haz algo por cambiarlas, aunque sea un gesto pequeño.

Un día sin el crítico interior: ¿Podrías superar el reto?

Sin darnos cuenta, en muchas ocasiones dirigimos nuestro foco de atención hacia las cosas que nos desagradan o lo que nos gustaría cambiar. De esta forma, nuestro campo de atención se convierte, literalmente, en un detector de cosas negativas.
Obviamente, las cosas positivas existen, lo que pasa es que nos resulta más difícil detectarlas ya que no nos agobian ni nos molestan tanto. Sin embargo, te propongo un sencillo reto: pasar todo un día sin el crítico interior. Acállalo cada vez que intente criticar algo, cada vez que se active para encontrar algo negativo en tu rango de acción.
En su lugar, busca algo positivo, algo que te haga sentir bien. Puede ser un detalle sencillo, como una pequeña flor que acaba de salir, una cualidad que ames de tu pareja o algo que hayas logrado ese día en tu trabajo.

Se trata de destapar todas esas cosas bellas por las que sentirnos agradecidos y que normalmente tapamos con las críticas y la negatividad. Durante un día, enfócate solo en lo que te agrada, te conmueve y te apasiona.
Puede que al principio te resulte difícil ya que has pasado muchos años dejando que tu crítico interior lleve las riendas. Sin embargo, si al final de la jornada te has sentido bien, quizás sea el momento de comenzar a desarrollar otras facetas de tu personalidad, que te pueden hacer mucho más feliz, y atar más corto esa voz que encuentra defectos en todo.
Fuentes:
Winch, G. (2011) The Squeaky Wheel: Complaining the Right Way to Get Results, Improve Your Relationships, and Enhance Self-Esteem. Nueva York: Walker Publishing Company.
Rose, A. J. et. Al. (2007) Prospective associations of co-rumination with friendship and emotional adjustment: considering the socioemotional trade-offs of co-rumination. Developmental Psychology; 43(4):1019-1031.
Rincón de la Psicología

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