Cuando
actuamos en este estado de profundo compromiso, de intensa conexión con
nosotros mismos,
muchas veces suceden acontecimientos inusuales y
curiosos. Se desencadenan energías que nos sorprenden. Comienzan a
suceder cosas totalmente imprevisibles, “casualidades” que nos permiten
avanzar hacia nuestro objetivo. Es como si se produjera una “apertura de
puertas” que hasta ese momento permanecían cerradas por más que las
hubiésemos golpeado reiteradamente y casi milagrosamente en un momento
comienzan a abrirse.
W. H. Murray en la narración de su expedición al Himalaya afirma: “Hasta
que uno está comprometido existe la duda, la posibilidad de volver
atrás y ahí está presente la ineficacia. En lo relativo a todos los
actos de iniciativa y creación hay una verdad elemental, cuya ignorancia
mata infinidad de ideas y planes espléndidos: en el momento en que uno
se compromete, la Providencia también avanza con nosotros.
Ocurren
todo tipo de cosas que salen en nuestra ayuda, incidentes que, si no
fuera por nuestro compromiso, nunca se hubieran manifestado. Un torrente
de sucesos brotan de la decisión, todo tipo de circunstancias se dan a
nuestro favor; encuentros y apoyo material que nunca hubiésemos
imaginado aparecen en nuestro camino”.
Esta
concurrencia de sucesos sincrónicos que en determinado momento ocurren,
se encadenan sin una causa aparente y nos prestan una ayuda
insospechable ya que nos encaminan rápidamente hacia nuestro objetivo,
algunos lo analizan como casualidad y otros como causalidad.
Fenómenos
que no tienen una explicación lógica, pero están estrechamente ligados a
las energías que generamos los seres humanos cuando asumimos un
efectivo compromiso con nuestra Visión, nuestros objetivos y nuestro
destino. Los antiguos místicos sostenían que cuando alguien desea algo
profundamente y se compromete a lograrlo, todo el universo conspira para
que realice su deseo.
Peter Senge afirma: “Cuando
estamos en estado de compromiso y rendición, empezamos a experimentar
lo que a veces se ha dado en llamar sincronicidad”. El concepto de sincronicidad lo acuñó Carl Jung y lo define como “una coincidencia significativa de dos o más sucesos en la que está implicado algo más que la posibilidad aleatoria”.
Por su parte Arthur Koestler define la sincronicidad como “el
encuentro aparentemente accidental de dos cadenas causales sin
relación, en un suceso coincidente que parece ser al mismo tiempo muy
improbable y altamente significativo”.
Lo
cierto es que cuando uno está comprometido con el logro de sus
objetivos, ha declarado con convicción y compromiso “yo quiero esto para
mi” y ha comenzado a actuar en consecuencia, muchas veces un conjunto
de situaciones que a simple vista parecen coincidencias comienzan a
suceder, y si estamos alerta y en camino las podemos capitalizar a favor
nuestro.
En
este sentido es fundamental estar preparado y dispuesto para la acción,
porque así como se abren las puertas en un instante, si uno no está
apto y dispuesto para aprovechar la ocasión, rápidamente se vuelven a
cerrar. Al decir de Arthur Schnitzler “Estar preparado es importante, saber esperar lo es aún más, pero aprovechar el momento adecuado es la clave de la vida”.
Para
este momento de apertura de la oportunidad, los antiguos griegos tenían
una distinción, lo llamaban kairós. Con esto daban cuenta de la
discontinuidad del tiempo humano, donde no todo tiempo es igual en
función del despliegue de nuestro accionar efectivo.
De
esta forma hacían una diferencia entre el tiempo cronológico –cronos-
donde siempre una hora son sesenta minutos, y el tiempo humano –kairós-
en donde hay circunstancias en que en una hora cambia el sentido de
nuestra vida o logramos lo que no pudimos en años. Oscar Wilde decía
que: “A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante”.
El
concepto de kairós lleva implícito esta idea del surgir de la
oportunidad, del emerger de la posibilidad y del accionar en el momento
apropiado. Es en ese momento y no en otro en el que se produce el
resultado deseado. Ni antes ni después, ni muy tarde ni demasiado
temprano, en el momento justo, en el tiempo adecuado. Y para poder
accionar en ese lapso preciso, no sólo hace falta el “sentido de la
oportunidad”, sino también estar atento y preparado para intervenir.
fuente: aqui
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