miércoles, 17 de febrero de 2016

Conversaciones con Dios: ¿Quién eres Realmente? por Neale Donald Walsch

Puedes pensar que todo este asunto de “ser  Quien Realmente Eres” es fácil, pero es el mayor reto con el que te enfrentarás en toda tu vida. En realidad, puede que nunca lo consigas. Muy poca gente lo logra. Y no en una sola vida; ni en muchas.
Entonces, ¿para qué intentarlo? ¿Para qué complicarse la vida? ¿Qué falta hace? ¿Por qué no vivir sencillamente la vida como si fuera lo que, en cualquier caso, aparentemente es: un simple ejercicio sin sentido que no conduce a ningún lugar en particular; un juego que no puedes perder juegues como juegues; un proceso que, al final, lleva al mismo resultado para todo el mundo? Dices que no hay infierno, que no hay castigo, que no hay modo de perder; entonces, ¿para qué demonios esforzarse en ganar? ¿Qué incentivo hay, puesto que resulta tan difícil ir adonde dices que tratamos de ir? ¿Por qué no tomamos tranquilamente nuestro tiempo y descansar de todo eso de la esencia de Dios y de “ser Quién Realmente Eres”?
¡Vaya! Estamos frustrados, ¿no?…
Bueno. Estoy cansado de intentarlo, intentarlo e intentarlo, sólo para que ahora vengas y me digas qué difícil va a ser todo, y que, en cualquier caso, sólo uno entre un millón lo consigue.
Sí, sé que lo estás. Déjame ver si puedo ayudarte. En primer lugar, me gustaría señalar que ya te has tomado “tranquilamente tu tiempo” respecto a este asunto. ¿Crees que este es tu primer intento?
No tengo ni idea.
 ¿No te parece como si ya hubieras estado aquí antes?
De vez en cuando.
 Bueno, pues has estado. Muchas veces.
¿Cuántas?
 Muchas
¿Se supone que eso va a estimularme?
 Se supone que va a inspirarte.
¿Cómo?
 En primer lugar, hace que alejes de ti la preocupación. Aporta el elemento de “no poder fracasar” del que antes hablabas. Te asegura que el propósito es que no fracases; que tendrás tantas oportunidades como quieras y necesites. Puedes volver una vez, y otra, y otra. Si das el siguiente paso, si evolucionas al siguiente nivel, será porque quieres, no porque tengas que hacerlo.
¡No tienes que hacer nada! Si disfrutas de la vida a este nivel, si sientes que para ti es el nivel mayor, ¡puedes tener esta experiencia una vez y otra vez! ¡En realidad, la haz tenido una y otra vez, precisamente por esta razón! Tú amas el drama. Amas el dolor. Amas el “no saber”, el misterio, el suspenso. ¡Amas todo eso! !Y por ello es por lo que estas aquí!
¿Te burlas de mí?
 ¿Me burlaría de ti en un asunto como este?
No lo sé. No sé de qué se burla Dios.
No de esto. Esto es algo demasiado cercano a la Verdad; demasiado cercano al Conocimiento Último. Nunca me burlo de “cómo es”. Demasiadas personas han elucubrado acerca de ello. Yo no estoy aquí para provocarte más confusión, sino para ayudarte a tener las cosas más claras.
¡Y tan claras! ¿Me estás diciendo que estoy aquí porque quiero estar?
 Por supuesto.
¿Porque he decidido estar?
 Sí.
¿Y he tomado esta opción muchas veces?
 Muchas.
¿Cuántas?
 Volvemos al asunto. ¿Quieres un cálculo exacto?
Dame sólo una cantidad aproximada. ¿Hablamos de puñados o de docenas?
 De centenares.
¿Centenares? ¿He vivido centenares de vidas?
 Sí.
¿Y esto es todo lo que he conseguido?
 En realidad, has avanzado bastante.
¿Ah, sí?
 Totalmente. ¡Vaya! En realidad, en vidas anteriores has matado a gente.
¿Y qué tiene eso de malo? Tú mismo has dicho que a veces la guerra es necesaria para acabar con el mal.
Vamos a tener que aclarar esta afirmación, pues veo que puede utilizarse mal – como tú estas haciendo ahora – para tratar de defender toda clase de argumentos o de racionalizar toda clase de locuras.
Según los más altos valores que he observado que los humanos han ideado, nunca se puede justificar el asesinato como medio de expresar cólera, manifestar hostilidad, “deshacer entuertos” o castigar a un infractor. La afirmación de que a veces la guerra es necesaria para acabar con el mal sigue siendo cierta, puesto que vosotros lo habéis establecido así. Vosotros habéis determinado, en la creación del Yo, que el respeto de toda vida humana es, y debe ser, el valor principal y más elevado. Me complace vuestra decisión, ya que Yo no he creado la vida para que sea destruida.
Es el respeto por la vida lo que hace que a veces la guerra resulte necesaria, ya que es precisamente a través de la guerra contra el mal más inmediato, a través de la defensa frente a la amenaza más inmediata a otra vida, como afirmáis Quienes Sois Realmente en relación con ello.
Desde el punto de vista de la más alta ley moral, tenéis el derecho – en realidad, la obligación – de detener la agresión a cualquier persona, o a vosotros mismos.
Esto no significa que el asesinato como castigo resulte apropiado, ni tampoco como desquite, ni como medio de resolver mezquinas diferencias.
En tu pasado, has matado en duelos por el cariño de una mujer, y lo has hecho para defender tu honor, cuando precisamente era el honor lo que perdías al hacerlo. Es absurdo utilizar la fuerza de la muerte como resolución de disputas. Todavía hoy, muchos humanos utilizan la fuerza – la fuerza del asesinato – para resolver disputas ridículas.
Rayando en la hipocresía, algunos humanos incluso matan en nombre de Dios; y esa es la mayor blasfemia, pues ello no se aviene con Quienes Sois.
¡Ah, entonces el asesinato sí tiene algo de malo… !
Volvamos a ello. Nada tiene nada de “malo”. “Malo”, “equivocado”, “incorrecto”, son términos relativos, que indican lo opuesto a lo que llamáis “bueno” o “correcto”.
Pero ¿qué es lo “correcto”? ¿Se puede ser realmente objetivo en estas cuestiones? ¿O bien “correcto” e “incorrecto” son simplemente descripciones con las que ocultáis los acontecimientos o las circunstancias, y que surgen de vuestras decisiones respecto a ellos?
Y, dime, ¿qué es lo que constituye la base de vuestras decisiones?
¿Vuestra propia experiencia? No. En la mayoría de los casos, habéis decidido aceptar la decisión de algún otro. Alguien que llegó antes que vosotros, y se supone que sabía más. Muy pocas de vuestras decisiones cotidianas respecto a lo que resulta “correcto” o “incorrecto” las habéis tomado vosotros mismos, basándoos en vuestro propio entendimiento.
Esto resulta especialmente cierto en asuntos importantes. En realidad, cuanto más importante sea el asunto, menos probable es que escuchéis a vuestra propia experiencia y más dispuestos estaréis a hacer vuestras las decisiones de otros.
Ello explica por qué prácticamente habéis renunciado al control total de determinadas áreas de vuestra vida y de determinadas cuestiones que surgen en el seno de la experiencia humana.
A menudo, dichas áreas y cuestiones incluyen los temas más vitales para vuestra alma: la naturaleza de Dios; la naturaleza de la auténtica moralidad; la cuestión de la realidad última; las cuestiones de la vida y la muerte en torno a la guerra, la medicina, el aborto o la eutanasia;  el fondo de la cuestión de los valores, estructuras y juicios personales. Os habéis desentendido de la mayoría de estos temas, adjudicándoselos a otros. No queréis tomar vuestras propias decisiones al respecto.
“¡Que decida otro! ¡Yo estoy de acuerdo! – exclamáis -. ¡Que sea otro quien me diga qué es lo correcto y qué lo incorrecto!”
Por cierto: he ahí por qué las religiones humanas son tan populares. Apenas importa de qué sistema de creencias se trate, mientras sea firme, consistente, claro en cuanto a qué espera de sus seguidores, y rígido. Dadas esas características, se puede encontrar gente que crea en casi todo. Se pueden atribuir – y se han atribuido – a Dios las conductas y creencias más extrañas. Es el camino de Dios, dicen. La palabra de Dios.
Y habrá quienes lo aceptarán. Con mucho gusto. Porque elimina la necesidad de pensar.
Ahora bien: pensemos en el asesinato. ¿Puede haber una razón justificable para matar a alguien? Piensa en ello. Encontrarás que no necesitas que ninguna autoridad externa te dé la pauta, que ninguna fuente superior te proporcione las respuestas. Si piensas en ello, si observas lo que sientes al respecto, las respuestas te resultarán evidentes, y actuarás de acuerdo con ellas. A esto  se le llama actuar según la propia autoridad.
Es cuando actúas según la autoridad de los demás es cuando vienen los problemas. ¿Deben los Estados y naciones utilizar el asesinato para lograr sus objetivos políticos? ¿Deben las religiones utilizar el asesinato para hacer cumplir sus imperativos teológicos? ¿Deben las sociedades utilizar el asesinato como respuesta ante aquellos que violan los códigos de conducta?
¿Constituye el asesinato un remedio político apropiado, un instrumento de convencimiento espiritual, un modo de resolver los problemas de la sociedad?
Ahora bien: ¿puedes matar en el caso de que alguien trate de matarte a ti? Matarías para defender la vida de alguien a quien amas? ¿O la de alguien a quien ni siquiera conozcas?
¿Constituye el asesinato una forma apropiada de defensa frente a aquellos que, de no impedírselo de algún modo, matarían?
¿Hay alguna diferencia entre matar y asesinar a sangre fría?
El Estado quiere que creáis que el asesinato resulta perfectamente defendible cuando responde a una necesidad puramente política. En realidad, el Estado necesita que lo creáis para poder existir como entidad de poder.
Las religiones quieren que creáis que el asesinato resulta perfectamente defendible para extender y mantener el conocimiento de, y la adhesión a, su verdad particular. En realidad, las religiones requieren que lo creáis para poder existir como entidad de poder.
La sociedad quiere que creáis que el asesinato resulta perfectamente defendible para castigar a aquellos que cometen determinados delitos (que han ido cambiando a lo largo del tiempo). En realidad, la sociedad depende de que lo creáis para poder existir como entidad de poder.
¿Crees que estas posturas son correctas? ¿Crees lo que otros afirman al respecto? ¿Qué tienes Tú que decir?
No hay nada “correcto > o “incorrecto” en estas cuestiones.
Pero vuestras decisiones al respecto configuran un retrato de Quiénes Sois.
En realidad, las decisiones de vuestros Estados y naciones han configurado ya tales retratos.
A través de sus decisiones, vuestras religiones han dejado unas huellas duraderas e imborrables. También vuestras sociedades, mediante sus decisiones, han creado sus propios autorretratos.
¿Os complacen tales retratos? ¿Son esas las huellas que queréis dejar? ¿Representan esos retratos Quienes Sois?
Ten cuidado con estas preguntas: pueden requerir que pienses.
Pensar es difícil. Hacer juicios de valor es difícil. Te coloca en una situación de pura creación, puesto que muchas veces tendrás que decir: “no lo sé; simplemente, no lo sé”. Sin embargo, tendrás que decidir. Y, por lo tanto, tendrás que elegir. Tendrás que elegir una opción arbitraria.
Esta opción – una decisión que no proviene de ningún conocimiento personal previo – se denomina creación pura. Y el individuo es consciente, profundamente consciente, de que mediante la toma de tales decisiones se crea el Yo.
La mayoría de vosotros no estáis interesados en esta importante tarea. La mayoría de vosotros preferís dejarla para los demás. Y la mayoría de vosotros no sois auto-creadores, sino criaturas de la costumbre, criaturas de otros creadores.
Entonces, cuando los otros os han dicho lo que debéis sentir, y esto va directamente en contra de lo que vosotros sentís, experimentáis un profundo conflicto interior. Algo dentro de vosotros os dice que lo que otros os han dicho no coincide con Quienes Sois. ¿A dónde acudir, pues? ¿Qué hacer?
A los primeros que acudís es a vuestros religiosos, a las personas que situáis en primer lugar. Acudís a vuestros curas, rabinos, ministros, y pastores, y éstos os dicen que dejéis de escucharos a vosotros mismos. Los peores de entre ellos tratarán de ahuyentar en vosotros lo que intuitivamente sabéis.
Os hablarán del diablo, de Satanás, de todos los demonios y espíritus del mal, del infierno y de la condenación, y de cualquier cosa espantosa que ellos crean que os hará ver que todo lo que intuitivamente pensáis y sentís está equivocado, y que el único lugar en el que hallaréis consuelo es su pensamiento, su idea, su teología, sus definiciones de lo correcto y lo equivocado, y su concepto de Quienes Sois.
Lo más seductor del asunto es que todo lo que tenéis que hacer para lograr su aprobación instantánea es aceptarlo. Aceptadlo, y obtendréis su aprobación al momento. Algunos incluso cantarán, chillarán y bailarán, agitando los brazos y exclamando: ¡Aleluya!
Es difícil resistirse a esas manifestaciones de aprobación, de regocijo porque habéis visto la luz; ¡porque habéis sido salvados!
Pero tal aprobación y tales demostraciones rara vez se acompañan de una decisión interna. Tales celebraciones rara vez se ven acompañadas de la decisión de seguir una verdad personal. En realidad, sucede todo lo contrario. No sólo es posible que los demás no lo celebren, sino que realmente te pongan en ridículo. ¿Piensas por ti mismo? ¿Decides por ti mismo? ¿Aplicas tus propios criterios, tus propias opiniones, tus propios valores? ¿Quién te crees que eres?
Y en realidad, esa es precisamente la pregunta a la que respondes.
Pero la tarea debe realizarse de un modo mucho más solitario; sin recompensas, sin aprobaciones, quizás incluso sin que nadie tenga noticia.
De modo que tu pregunta era muy buena. ¿Para qué seguir? ¿Para qué siquiera ponerse en camino? ¿Qué se gana emprendiendo en este viaje? ¿Qué incentivo hay? ¿Qué razón hay?
La razón es ridículamente simple:
NO SE PUEDE HACER OTRA COSA.
¿Qué significa eso?
Significa que es el único juego al que puedes jugar. No hay otra cosa que hacer. En realidad, no puedes hacer otra cosa. Vas a seguir haciendo lo que haces durante el resto de tu vida, tal como has estado haciendo desde tu nacimiento. La única cuestión es sí lo harás consciente o inconscientemente.
Fíjate: no puedes dejar de emprender este viaje. Lo emprendiste antes de nacer. Tu nacimiento fue simplemente una señal de que el viaje ha empezado.
De modo que la pregunta no es: ¿para qué ponerse en camino? Ya te has puesto en camino. Lo hiciste con el primer latido de tu corazón. La pregunta es: ¿quiero recorrer este camino conscientemente, o inconscientemente? ¿Con conocimiento o sin él? ¿Cómo causa de mi experiencia, o como efecto de ella?
La mayor parte de tu vida has vivido como efecto de tus experiencias. Ahora, te invito a que seas la causa de ellas. Eso es lo que se conoce como vida consciente. Es lo que se denomina caminar con consciencia.
Ahora bien: muchos de vosotros han recorrido bastante distancia, como ya he dicho. Tú no has avanzado poco. De modo que no debes pensar que, después de todas esas vidas, “sólo” has llegado hasta aquí. Algunos de vosotros sois criaturas muy evolucionadas, con un sentido del Yo muy certero. Sabéis Quiénes Sois, y sabéis quiénes os gustaría llegar a ser.
Además, sabéis incluso el modo de pasar de lo uno a lo otro.
Esto constituye una gran señal; una indicación segura.
¿De qué?
Del hecho de que os faltan ya muy pocas vidas.
¿Eso es bueno?
Lo es para ti en este momento. Y ello es así porque tu dices que es así. No hace mucho tiempo todo lo que querías hacer era permanecer aquí; ahora todo lo que quieres hacer es irte. Esto es una muy buena señal.
No hace mucho tiempo matabas las cosas: insectos, plantas, árboles, animales, personas; ahora no puedes matar sin saber exactamente lo que estás haciendo, y por qué. Y esto es una muy buena señal.
No hace mucho tiempo vivías la vida como si pensaras que no tiene objetivo alguno. Ahora sabes que no tiene ningún objetivo, salvo el que tú le des. Y esto es una muy buena señal.
No hace mucho tiempo aspirabas a ser rico y famoso. Ahora aspiras a ser, sencilla y maravillosamente, Tú mismo.
Y no hace mucho tiempo Me temías. Ahora Me amas, lo suficiente como para considerarme tu igual.
 Y todo esto es una muy, muy buena señal.
Bueno, ¡cielos…! Haces que me sienta bien.
Tienes que sentirte bien. ¡Nadie que utilice la palabra “cielos” en una frase puede sentirse mal!
¡Realmente tienes sentido del humor!, ¿sabes?…
¡Yo inventé el humor!
Sí, ya me lo habías dicho. De acuerdo. Entonces, la razón para continuar es que no puedes hacer otra cosa. Esto es lo que está pasando ahora.
Exactamente.
Entonces, ¿puedo preguntarte si, al menos, será un poco más fácil?
¡Ah, mi querido amigo! Ni siquiera puedo decirte si es mucho más fácil para ti ahora que hace tres vidas.
Pero sí… será más fácil. Cuanto más recuerdes, más podrás experimentar y más sabrás, por decirlo así. Y cuanto más sepas, más recordarás. Se trata de un círculo. De modo que sí: cada vez es más fácil, cada vez es mejor; incluso cada vez produce mayor alegría.
Pero recuerda: ninguna de esas vidas ha sido en vano. Quiero decir, que las has amado todas. ¡Cada minuto pasado! ¡Ah! ¡Es delicioso eso que llaman vida! ¡Es una experiencia de “rechupete”!, ¿no?
Bueno, sí, supongo…
¿Supones? ¿Podía haberla hecho mejor? ¿Acaso no os permite experimentarlo todo: las lagrimas, la alegría, el dolor, el regocijo, la exaltación, la depresión, la victoria, la derrota, el empate…? ¿Qué más puede haber?
Quizás un poco menos de dolor.
Menos dolor sin más sabiduría frustraría vuestro propósito; no os permitiría experimentar la alegría infinita, que es lo Que Yo Soy.
Sé paciente. Estás  ganando en sabiduría. Y tus alegrías cada vez resultan más asequibles sin dolor. También eso es una muy buena señal.
Estas aprendiendo a (recordando cómo) amar sin dolor; a dejarte llevar sin dolor; a crear sin dolor; incluso a llorar sin dolor. Sí, incluso puedes experimentar tu dolor sin dolor, si sabes lo que significa.
Creo que lo hago. Incluso disfruto más de los dramas de mi propia vida. Puedo distanciarme y verlos tal como son. E incluso reír.
Exacto. ¿Y no llamarías a eso crecimiento?
Supongo que sí.
Entonces, sigue creciendo, hijo Mío. Sigue haciéndote. Y sigue decidiendo lo que quieres llegar a ser en la siguiente – y superior – versión de Ti mismo. Sigue trabajando por ello. ¡Continua! Lo que tenemos entre manos, tú y Yo, es la obra de Dios. ¡Continua, pues!

Extracto del libro: Conversaciones con Dios de Neale Donald Walsch
Capítulo 9

Conversaciones con Dios:  ¿Quién eres Realmente? por  Neale Donald Walsch

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