miércoles, 13 de abril de 2016

Aprendiendo ciencia con Actimel

“¿Cómo?” Se preguntarán ustedes. “¿Es que puede aprenderse algo de ciencia con ese producto famoso por su publicidad engañosa y cuyos anunciantes parece que no saben que el ser humano tiene estómago?” Pues sí, por irónico que parezca, puede aprenderse ciencia gracias a ellos. Concretamente, vamos a aprender cómo utilizan los publiartículos científicos para respaldar su publicidad. Es decir, vamos a conocer cómo realizan sus trampas en el ámbito científico.
En la página web de Actimel podemos encontrar varios y diversos artículos científicos que, supuestamente, demuestran los beneficios de este yogurt. El elegido para nuestro post va a ser el estudio “Efecto de lactobacillus casei dn-114 001 sobre las infecciones infantiles” que retrata muy bien la estrategia general de pillería.

Podemos encontrar el artículo completito del todo en: Efecto de Lactobacillus casei sobre la incidencia de procesos infecciosos en niños/as. Se publicó originalmente en la revista “Nutrición Hospitalaria”, una publicación que posee bastante factor de impacto dentro de las revistas científicas españolas (las extranjeras juegan en otra liga y mejor no comparamos…). Dicho de otra manera, es una revista científica relativamente importante en España, siendo bastante conocida en el área de la medicina. Precisamente por ello, muchos no nos explicamos cómo el artículo llegó a salir publicado en la mencionada revista porque es un verdadero panfleto publicitario. Por si acaso, dejaremos las conjeturas a un lado y vamos a centrarnos en las 3 principales trampas a las que recurren:
Trampa 1: Exagerar los resultados de una publicación científica para hacerla publicitaria
Según podemos leer en la web de Actimel, el estudio publicado arroja las siguientes conclusiones:

Actimel Aprendiendo ciencia con Actimel

Sin embargo, cuando nos ponemos a leer el estudio original encontramos las siguientes conclusiones.

Es importante destacar que si bien no alcanzó significación estadística, se encontró una diferencia de un día
de mediana en el total de días de enfermedad a lo largo del estudio entre los niños que recibieron Actimel® y los que recibieron Placebo, a favor de Actimel®.
Dicho en cristiano, no se demostró con suficiente rigor que la diferencia de tiempo de recuperación del conjunto de todas las enfermedades analizadas entre los dos grupos (Placebo y Actimel) fuera debida a la ingesta de Actimel porque no hay significancia estadística. Dicha diferencia puede ser, probablemente, debida al azar o a otros factores externos, pero no a Actimel.
Trampa 2: Omitir los resultados negativos de una publicación científica de cara a la publicidad
Aunque en la página web de Actimel no encontramos nada sobre ello, en el estudio publicado en Nutrición Hospitalaria podemos encontrar los siguientes datos:
Los niños que recibieron la leche fermentada con Lactobacillus casei (DN-114001) padecieron más episodios de faringoamigdalitis que los niños del grupo de Placebo.
Además, se hizo una encuesta de satisfacción global a los niños sobre los 20 días que habían estado tomando Actimel o Placebo. ¿Los resultados? Valoraban ligeramente mejor al Placebo (44,2% mucho y 35,6% muchísimo) que al Actimel (63,1% mucho y 19,2% muchísimo).
Trampa 3: Diseñar un estudio que respalde tu publicidad aunque sea una chapuza metodológica
Los resultados de este estudio (aún siendo la mayoría resultados no significativos) son para cogerlos con papel de fumar por la forma en la que lo han realizado (la metodología). El estudio se llevó a cabo de la siguiente manera: El grupo con placebo se encontraba en un centro de educación infantil y primaria de Barcelona y el grupo con Actimel se encontraba en otro centro distinto de educación infantil y primaria. ¿Cuál es la gran pega? Que si estamos estudiando enfermedades infecciosas (de vías respiratorias altas, bajas y gastrointestinales) los factores epidemiológicos asociados a cada centro van a influir enormemente en la incidencia de las enfermedades, trastocando los resultados y haciéndolos engañosos.
Pongamos un ejemplo para dejarlo claro: Imaginen que en mi grupo placebo, algún niño o varios niños del centro cogen una gripe por alguien de su entorno. Como la gripe se transmite muy bien entre niños, cuando el chaval acude a clase contagiará a muchos de sus compañeros. ¿Resultado? En el grupo placebo encontraremos muchos chavalines con gripe. ¿Y qué pasa con el grupo Actimel? Como ambos centros se sitúan en entornos diferentes, los niños de otro centro tienen distinta probabilidad de coger la gripe por alguien de fuera y, por tanto, de tener una incidencia completamente distinta de gripe en clase (que puede ser menor, igual o mayor).
De esta manera, con un estudio diseñado así, tan sólo es cuestión de 1, 2 o 3 de ellos para que, debido al azar, el grupo de Actimel salga como que ha “protegido” a los niños frente a enfermedades infecciosas cuando en realidad se debe a factores epidemiológicos externos muy distintos. Como los estudios con resultados negativos no se publican (aquellos en los que el placebo es mejor o igual), lo que llega a nosotros son sólo los positivos y, en este caso particular, con resultados muy engañosos.
Quizás ahora alguien se esté preguntado: ¿Por qué no realizaron el estudio en el mismo centro y asignaron al azar el grupo placebo y el grupo Actimel? Efectivamente, ese hubiera sido un método mucho más riguroso, pero quizás no les habría “servido”. Su principal inconveniente es que, muy probablemente, no habrían obtenido los resultados que esperaba el patrocinador (Danone). Cuando se hace ciencia mercenaria, quién paga, manda.

fuente: aqui

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