La expansión de las terapias naturales ha
sido tan extraordinaria que ya nadie se asombra de que las enfermedades
puedan ser tratadas con plantas, energía, imanes, etc. Sin embargo esta
propuesta tan “natural” no es del todo evolutiva, ya que el enfoque
paradigmático de aplicación de los remedios, por muy naturales que sean,
mantiene la mirada sanitaria que reduce al síntoma a un malestar que
hay que eliminar sin tener en cuenta el sentido profundo de su
existencia, como parte integrada de una totalidad representada por el
ser humano que lo siente.
La medicina Natural, tan sólo ha cambiado
sus productos para eliminar la enfermedad, pero mantiene la misma idea
sobre ella que la medicina alopática. Adentrarse en un paradigma
evolutivo es algo más que cambiar remedios sintéticos por naturales.
Imponer las manos para que desaparezca un dolor de cabeza, recomendar
una infusión de plantas para relajar la tensión, ajustar una cadera
osteopáticamente, o elaborar un remedio floral personalizado para
disipar el miedo, es fruto de un comportamiento “médico” o sintomático,
ya que no se está teniendo en cuenta el síntoma como parte del proceso
evolutivo del paciente.
Desde el paradigma evolutivo, los
síntomas, no son entidades aisladas que hay que extirpar, son los
símbolos que emergen a la superficie consciente de la persona con un
propósito trascendente. Encierran en su naturaleza un sentido profundo y
necesario para compensar y mantener con garantías el buen
funcionamiento del sistema psíquico. Actuar sobre los síntomas provocará
en el sistema, la necesidad de compensar su inestabilidad a través de
otra manifestación “patológica”.
Llegados a este punto, es imprescindible
preguntarnos sobre la naturaleza del síntoma, su sentido existencial y
para ello deberíamos introducir algunos conceptos propios de la mirada
evolutiva, que integra en un todo tanto lo psíquico como lo físico.
Si lo psíquico y lo físico son una y la
misma cosa, como aseveraba Jung, ambas como representaciones simbólicas
deben ser el territorio existencial de una entidad “única” de la que
ambas parten; esta entidad para el paradigma evolutivo es el Alma.
De esta forma el alma, como entidad
armónica y consciente de sí, queda determinada en el espacio tiempo como
sujeto autoconsciente, que dispone de un territorio, que es a la vez
psíquico y físico para reconocerse como alma en el tiempo y conocer su
estado evolutivo en función de las representaciones simbólicas que el
alma expresa en el territorio psicofísico.
El estado que transmite a la conciencia,
que la evolución del alma sigue su curso natural de acuerdo al plan
establecido por ella misma, es la Paz. Este sentimiento inherente a la
naturaleza humana y termómetro del desarrollo de la consciencia, es el
que debe aparecer tras disponer la consciencia sobre el sentido
simbólico del síntoma e integrar la información que elevará la
consciencia de la persona a través del reconocimiento de una nueva
enseñanza existencial.
El alma dispone, en potencia, de todas
las virtudes necesarias para gestionar en el tiempo las “supuestas”
adversidades que la vida le pondrá delante como parte del aprendizaje y
desarrollo de su propia autoconsciencia. Las cualidades y habilidades
que se necesitan para seguir adelante en la vida están ligadas a la vida
misma y emergen a la consciencia en el acto de abrirse camino a través
de ella. El síntoma físico o psíquico que en el ámbito sanitario
denominamos enfermedad, como símbolo en el camino evolutivo del alma es
el recurso del que ésta dispone para favorecer la detención de la
actitud desviada y llamar la atención sobre otras áreas de la vida que
no estaban siendo atendidas por la rutinaria forma de vivir que se había
instalado en la conciencia.
De ahí que tratar la enfermedad como si
esta fuera un inconveniente para la vida del paciente, en lugar de
introspectar para descubrir lo que el paciente nos está diciendo a
través de ella, no es más que reproducir un paradigma caduco y abortar
la posibilidad de instaurar en el ámbito de la salud una mirada
evolutiva y consciente que nos ayude a vivir en Paz de acurdo a los
dictados del Alma.
Cada persona es una entidad completa,
única y sabedora de su propia vía de expresión. Tanto la enfermedad como
entidad y el síntoma como particularidad son puertas que permiten
entender un poco más a la persona y su necesidad evolutiva en su nueva
etapa de desarrollo. La Terapia floral Evolutiva favorece el
autoconocimiento de la persona, a través de su forma de ser integral,
estableciendo como vía de autodesarrollo la traducción de cualquier
síntoma que aleje al paciente de la Paz y transformando este en
consciencia de sí al resignificar los comportamientos que ya no son
coincidentes con la nueva etapa evolutiva que vive.
Porque lo verdaderamente importante es el
desarrollo de la consciencia y el síntoma es una oportunidad que nos
permite reconsiderar nuestra existencia. Si el síntoma no se integra en
la totalidad Alma, como una expresión coherente de la misma, seguiremos
comportándonos como siempre por mucha naturaleza que introduzcamos en la
salud.
Luis Jiménez
fuente: aqui
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