jueves, 10 de abril de 2014

EL YO Y EL PLAN ALMICO

 Desde el punto de vista de la psiquis humana el Yo es a la vez continente y contenido de la persona completa; el Yo es a la vez aquello de lo que venimos y aquello que anhelamos; el Yo incluye el ego, pero el Yo y el ego pueden dialogar como representantes del conjunto de la persona y de la más limitada personalidad consciente; el Yo está oculto pero ama ser descubierto; el Yo tiene un valor supremo, pero se halla en medio de la vida ordinaria, “en la paja y el estiércol”, como decían los alquimistas.
El Yo contiene polaridades como el bien y el mal, el femenino y el masculino, el punto y el círculo, la armonía y la disonancia, el orden y el caos, la complejidad y la simplicidad.
El Yo provoca una trayectoria de vida, que equivale a un movimiento activo, creativo y “urgente”. El movimiento de la personalidad hacia el Yo no acaba en la disolución o desaparición del ego, ni persigue diluir el ser en la conciencia difusa del cosmos.
El proceso al que nos avoca el Yo, se le denomina “individuación” y significa ponernos de acuerdo con nuestra verdadera naturaleza. La individuación desafía al ego a entrar en una condición desconocida en vez de permanecer cautivo de lo habitual y lo familiar. Una vida que se aísla de esta llamada corre el riesgo de estancarse. Cuando el Yo desafía nuestra vida personal, generalmente experimentamos al menos al principio una sensación de incomodidad y de pérdida. Pero poco a poco nuestro centro de gravedad y nuestra forma de vivir cambia para incluir realidades transpersonales (que trascienden la mente, que van más allá, no la niegan ni la reprimen) e inconscientes.
A veces el Yo parece un destructor de nuestras identidades acostumbradas. Pero visto a través de la lente de sus propósitos, actúa para que nuestro compromiso sea más completo. Para los alquimistas el verdadero trabajo transformador requería el conjunto de la persona; en la individuación el Yo exige lo mismo. Generalmente esta exigencia recae sobre todo en nuestros aspectos menos desarrollados, aquellos que habíamos ignorado, consciente o inconscientemente, durante “la primera etapa de nuestras vidas”. Y en ello necesitaremos romper los grilletes que nos impiden seguir nuestro camino.
No hay ningún límite excepto los que nos imponemos nosotros mismos. Debemos ir más allá de esos límites y darnos cuenta de lo que ocultan, porque precisamente esa vida que nos está destinada está allí esperándonos.

fuente: aqui

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