Desde el punto de vista de la psiquis humana el Yo es a la vez
continente y contenido de la persona completa; el Yo es a la vez aquello
de lo que venimos y aquello que anhelamos; el Yo incluye el ego, pero
el Yo y el ego pueden dialogar como representantes del conjunto de la
persona y de la más limitada personalidad consciente; el Yo está oculto
pero ama ser descubierto; el Yo tiene un valor supremo, pero se halla en
medio de la vida ordinaria, “en la paja y el estiércol”, como decían
los alquimistas.
El Yo contiene polaridades como el bien y el mal, el femenino y el
masculino, el punto y el círculo, la armonía y la disonancia, el orden y
el caos, la complejidad y la simplicidad.
El Yo provoca una trayectoria de vida, que equivale a un movimiento
activo, creativo y “urgente”. El movimiento de la personalidad hacia el
Yo no acaba en la disolución o desaparición del ego, ni persigue diluir
el ser en la conciencia difusa del cosmos.
El proceso al que nos avoca el Yo, se le denomina “individuación” y
significa ponernos de acuerdo con nuestra verdadera naturaleza. La
individuación desafía al ego a entrar en una condición desconocida en
vez de permanecer cautivo de lo habitual y lo familiar. Una vida que se
aísla de esta llamada corre el riesgo de estancarse. Cuando el Yo
desafía nuestra vida personal, generalmente experimentamos al menos al
principio una sensación de incomodidad y de pérdida. Pero poco a poco
nuestro centro de gravedad y nuestra forma de vivir cambia para incluir
realidades transpersonales (que trascienden la mente, que van más allá,
no la niegan ni la reprimen) e inconscientes.
A veces el Yo parece un destructor de nuestras identidades
acostumbradas. Pero visto a través de la lente de sus propósitos, actúa
para que nuestro compromiso sea más completo. Para los alquimistas el
verdadero trabajo transformador requería el conjunto de la persona; en
la individuación el Yo exige lo mismo. Generalmente esta exigencia recae
sobre todo en nuestros aspectos menos desarrollados, aquellos que
habíamos ignorado, consciente o inconscientemente, durante “la primera
etapa de nuestras vidas”. Y en ello necesitaremos romper los grilletes
que nos impiden seguir nuestro camino.
No hay ningún límite excepto los que nos imponemos nosotros mismos.
Debemos ir más allá de esos límites y darnos cuenta de lo que ocultan,
porque precisamente esa vida que nos está destinada está allí
esperándonos.
fuente: aqui
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.