Afrontar la realidad de la Muerte Ahora,
en este mismo instante, con una mirada profunda y valiente dirigida al
significado que para nosotros tiene la Muerte como realidad ineludible,
puede ayudarnos a liberar una angustia que mantenemos latente en algún
recoveco de nuestro interior y que nos perturba de forma inconsciente.
Este acto de reflexión serena puede aportarnos además muchas cosas positivas, como un replanteamiento consciente acerca de cómo estamos viviendo nuestra vida, en la manera en cómo nos comportamos con nuestros seres queridos y con las personas con las que nos relacionamos y darnos cuenta en definitiva, de si lo que estamos haciendo hoy nos hará sentir bien con nosotros mismos al final de nuestros días.
Meditar o reflexionar de forma más o menos regular sobre nuestra impermanencia física trae consigo una mayor claridad mental que nos ayudará sin duda a tomar decisiones más acertadas a lo largo de nuestra vida. Nos ayudará a reconsiderar nuestras prioridades y escala de valores, revalorizará de forma sorprendente todas nuestras relaciones personales y lazos afectivos y nos aportará una mayor consciencia y felicidad.
La Muerte puede convertirse en nuestra gran aliada para que le saquemos el máximo provecho a la vida.
Gracias a ella podemos quitarnos de encima muchas preocupaciones
absurdas e innecesarias y centrarnos en todo aquello que verdaderamente merezca la pena.
Deseamos que el contenido que aquí se
expone sirva de ayuda a todo aquél que sienta temor hacia su propia
muerte o sufra la pérdida de un ser querido. Aquí podrá encontrar una perspectiva positiva, optimista y pacificadora que creemos podrá reconfortarle.
MUERTE Y VIDA
Bajo este título que habitualmente vemos escrito al revés, con “Muerte y Vida” decimos una gran verdad. Y es que no hay Vida posible si ésta no viene precedida de una Muerte.
Esto lo podemos ver en infinidad de cosas todos los días en nuestra
vida cotidiana con el mero hecho de observar con atención el
funcionamiento de la naturaleza.
Claro ejemplo son las estaciones del
año, todos sabemos que después de un largo y frío invierno aparece como
de la nada una alegre y floreciente primavera que tiñe los bosques y
praderas de mil colores hasta que su periodo de explosión vital llega a
su fin para dar paso al verano donde toda ésta ebullición de vida
alcanza su madurez. El verano muere también y abre sus puertas al otoño,
época de recogimiento que nos prepara para la llegada nuevamente del
frío invierno. Este Ciclo continuo de Vida y Muerte lo
podemos observar en todas partes, en el amanecer de un nuevo día que
avanza lentamente hasta su atardecer y muere en el ocaso para volver a
renacer al día siguiente. Lo vemos en el fruto maduro que cae al suelo y
se descompone no sin antes dejar su semilla para que nazca un nuevo
árbol con nuevos frutos…
Nosotros mismo morimos un poco cada día
cuando nos acostamos por la noche y caemos en un profundo sueño
reparador que nos permite renacer al día siguiente con energía renovada y
un nuevo ímpetu que nos da la fuerza necesaria para iniciar la nueva
jornada. Todo nace y todo muere, esto es algo tan natural que simplemente observando lo que sucede a nuestro alrededor vemos con claridad como la Muerte es parte fundamental de la Vida.
Esta reflexión sobre el ciclo continuo
de vida y muerte no solo puede ayudarnos a dejar de ver el acto de morir
como un hecho trágico para verlo como algo perfectamente natural que sigue las leyes de una naturaleza de la cual formamos parte, sino que lo más importante es que nos despierta a la realidad del Aquí y Ahora para
que vivamos el momento presente de manera más consciente. Nos recuerda
que cada momento, cada relación, cada experiencia que vivimos es única e
irrepetible y que la vida merece la pena vivirla con plenitud.
Hablemos de ello
En el mundo occidental principalmente existe una
tendencia desde hace siglos y que perdura todavía hoy en gran parte de
la sociedad que consiste en eludir a toda costa hablar de cualquier tema relacionado con la Muerte.
Esta evasión permanente va forjando poco a poco una actitud de rechazo
que nos produce cierta incomodidad cuando alguien nos hace alguna
referencia a la Muerte, tanto es así que a muchas personas les produce
un gran malestar hablar de ello, les resulta desagradable, molesto, como
si hablando de ello se estuviera de algún modo llamando a su puerta.
Esta manera de reaccionar es muy común en nuestra sociedad actual fruto
de una prácticamente inexistente sensibilización sobre este tema tanto en el ámbito educativo como en el familiar.
Es lógico y comprensible que en las
etapas de infancia y juventud cuando se está lleno de vida y de
proyectos personales no apetezca pensar en el tramo final de nuestra
vida, ya llegará su momento pensamos, y en parte no les falta razón a
quienes así piensan, pero sería bueno para todos si de algún modo
pudiéramos familiarizarnos con el concepto de la Muerte y del Duelo ya de niños abordándolo sin tapujos y con naturalidad.
Cuando se nos muere una mascota por
ejemplo, esto puede ser una oportunidad para hablar de ello con nuestros
hijos en lugar de eludir el tema o minimizarlo. Tampoco hace falta
profundizar en exceso ni utilizar palabras extrañas, podemos simplemente
explicarles que la muerte es una etapa más de la vida, que no es algo aparte
y que todos tarde o temprano llegaremos un día a esa etapa. Podemos
decirles incluso con toda tranquilidad que después de morir nos vamos a
un lugar en el que no hay sufrimiento y en el que se está muy bien.
Cualquier situación es buena para hablar de ello si se hace con
naturalidad. Esta actitud favorecerá a que en el futuro esta persona
pueda afrontar mucho mejor la pérdida de un familiar o amigo y su
consiguiente proceso de duelo.
La cuestión es conseguir romper el silencio
sobre este tema ya de pequeños más allá de la simple frase: “cuando
alguien muere se va al cielo”, para que deje de ser un tema tabú y nos
resulte menos escabroso tal y como sucede en muchas otras culturas en
las que dan a este tema la importancia que merece y donde la Vida y la Muerte se entienden como un Todo
Acompañamiento
Entendemos por Acompañamiento el hecho de Estar junto a la persona
que se encuentra en los últimos días de su vida permaneciendo a su lado
pacientemente incluso cuando pareciera que no está consciente de
nuestra presencia.
Este Acompañamiento suele darse generalmente por parte de los familiares y merece la pena recalcar que su sola presencia tiene un enorme valor emocional
para la persona que está en el tramo final de su vida. Estos momentos
tienen tanta o más importancia que el mismo día de su nacimiento, y
tener la suerte de que sus allegados se encuentren junto a él es algo
muy gratificante y favorece de un modo inimaginable para que su partida transcurra de manera Tranquila y en Paz.
Hay varios tipos de miedos entorno a la muerte, el más común suele ser el miedo al dolor y al sufrimiento físico que precede a la muerte. Afortunadamente hoy en día este temor va disminuciendo gracias a unos cuidados paliativos que consiguen eliminar prácticamente toda sensación de dolor hasta el mismo momento de expirar.
Pero otro de los temores más
generalizados sobre todo por las personas que están en edad avanzada y
que en muchos casos viven solas tras haber perdido a su cónyuge, es el miedo a Morir Solos.
Este miedo resulta mucho más perturbador en su día a día que cualquier
otro miedo y por este motivo resulta tan importante que los familiares
tomen consciencia del incalculable valor que supone para el enfermo terminal estar junto a él.
En un Acompañamiento es importante tener
presentes algunos detalles con la finalidad de favorecer un clima
apropiado a este momento tan crucial. Lo primero sería tratar de estar
lo más tranquilos y serenos posible,
respetando al máximo el ambiente de calma que se perciba en la estancia.
No es necesario reprimir el llanto si éste surge de manera espontánea
pero si fuera descontrolado sería mejor salir unos minutos de la sala
para tranquilizarse.
Es muy reconfortante para el enfermo recibir un poco de cariño mediante el contacto físico como puede ser cogerle de la mano con ternura o acariciarle delicadamente la cabeza y el pelo.
En estos momentos el silencio es lo que más se agradece así que es
aconsejable no hablar por hablar y en todo caso lo más importante será saber Escuchar. Suelen liberarse cargas emocionales muy profundas y sinceras.
No conviene forzar ninguna conversación
que no surja de manera natural y tampoco tratar sobre creencias
religiosas si la persona en cuestión no las ha tenido antes y no
manifiesta ningún interés en hablar de ello. A veces con la mejor de
nuestras intenciones procuramos darle un consuelo espiritual para que
esté tranquilo y sin querer lo que estamos haciendo es más bien
confundirlo o incomodarlo. Ahora bien si su estado lo permite y
manifiesta un claro interés por hablar del tema, entonces será bueno
hablar de ello y compartir nuestras creencias espirituales.
Podemos aprovechar estos últimos
momentos para decir aquello que todavía tengamos en nuestro corazón y
que no hayamos podido o querido hacer con anterioridad, las palabras de Amor y de Perdón cobran su máxima expresión en este instante, dejarlas salir será bueno para los dos.
Duelo
Podemos definir el Duelo como un proceso de adaptación emocional
que se inicia tras la pérdida de un Ser querido. Cada uno de nosotros
vive esta experiencia de un modo muy particular debido a que influyen
muchos aspectos personales, emocionales, afectivos, psicológicos,
culturales que hacen que resulte en vano cualquier intento de
comparación.
Nadie debe sentirse culpable por superar
un proceso de Duelo mucho antes o mucho después que otra persona, el
tiempo destinado a este proceso no significa en modo alguno querer más o
menos a la persona fallecida y cada uno lo asimila y exterioriza a su
manera. No obstante sí que podemos detallar algunos aspectos que nos
relacionan con el fallecido y que nos indican el tipo de Duelo al que
nos enfrentamos.
Vínculo Emocional. Hay
personas con quienes existe un fuerte lazo emocional a pesar de no ser
parte integrante de la familia y por consiguiente el proceso de Duelo
puede ser incluso más intenso que con el de un familiar. Grado de dependencia. A mayor dependencia emocional y afectiva, mayor intensidad en el proceso. Vigencia en la relación.
Si con la persona fallecida se tenía un fuerte lazo afectivo pero se
trataba de una relación antigua (amigos de la infancia, compañeros de
trabajo, etc.), el impacto al recibir la notica de su muerte puede ser
importante pero el proceso de Duelo será mucho menor en intensidad y
duración. Edad del fallecido. Es especialmente complicado superar los procesos de Duelo cuando se trata de niños pequeños y personas muy jóvenes. Circunstancias del fallecimiento.
Las muertes que sobrevienen de forma inesperada provocan un mayor
impacto emocional sobre todo en las primeras fases del Duelo. Recuperación del cuerpo.
Cuando se produce un siniestro en el que no aparecen los cuerpos o se
imposibilita su recuperación, se incrementa notablemente la dificultad
en la aceptación y superación de esa pérdida.
Los psicólogos nos hablan de 5 Fases o Etapas por las que transcurre el proceso de Duelo
aunque es importante mencionar que si bien es cierto que en la mayoría
de casos suele producirse esta secuencia de fases con un mayor o menor
intervalo de tiempo, también es cierto que nada hay prescrito en este
tema y por lo tanto siempre puede haber personas que vivan este proceso
de un modo completamente diferente al habitual.
Las 5 fases:
1.- Negación. Esta fase
suele asociarse a las muertes repentinas e inesperadas con las que
solemos quedarnos en estado de shock al recibir la noticia. No podemos
creer ni asimilar en ese mismo instante lo que nos están diciendo. No lo
creemos posible, es como si no nos estuviera pasando a nosotros, a
menudo no se produce ninguna reacción, el desconcierto es absoluto. En
esta primera fase a menudo se suele aparentar a modo de protección
interna y externa un estado de aceptación que en realidad todavía no ha
llegado.
2.- Enfado. Tras el
shock surge el enfado, la culpa, pensamos en todo lo que podríamos haber
hecho y no hicimos, daríamos lo que fuera para volver atrás y tratar de
evitar lo sucedido. Es una etapa marcada por los sentimientos de rabia y
no se suele estar muy receptivo a las palabras de consuelo. Será bueno
expresar las emociones, desahogarse y sacar todo lo que se tiene dentro.
3.- Negociación.
Después del enfado y de buscar culpables, comenzamos a ser conscientes
de la realidad de los hechos y de que no hay vuelta atrás. Esta pérdida
además de conmocionarnos nos ha creado una desorganización personal que
deberemos ir recomponiendo para encontrar la manera de encajar la nueva
situación tanto a nivel interior como con nuestro entorno.
4.- Depresión. Es una
etapa especialmente dolorosa puesto que sentimos un enorme vacío que nos
produce mucho sufrimiento. La tristeza puede llegar a ser tan profunda
que es relativamente fácil caer en una depresión. Esto forma parte del
proceso y será bueno que las personas que nos rodean y apoyan lo
comprendan y nos den tiempo. No obstante si la situación se estancara
podría resultar necesaria alguna ayuda profesional para poder seguir
avanzando.
5.- Aceptación. Esta
fase implica una plena aceptación de la pérdida y en muchos casos supone
un verdadero renacimiento como persona. Superar no es olvidar. No
olvidaremos jamás a esa persona y siempre la mantendremos viva en
nuestro corazón. Su recuerdo ya no nos crea dolor ni sufrimiento, más
bien al contrario, puede en todo caso fortalecernos y ayudarnos a
afrontar situaciones difíciles de nuestra vida. Hemos encontrado un
lugar muy especial en nuestro interior para esa persona y ya estamos
listos para seguir adelante con nuestro camino.
Cabe destacar la enorme complejidad e intensidad que supone la pérdida de un cónyuge o un hijo. Probablemente es la prueba más dura a
la que cualquier persona pueda enfrentarse en la vida. Los sentimientos
pueden ser tan desgarradores que nadie que no haya pasado por una
situación similar tiene la capacidad para comprender lo que supone este
sufrimiento. A muchas personas les puede resultar de gran ayuda acudir a
grupos de apoyo con personas que hayan pasado o estén pasando por una situación similar. Compartir experiencias, sentimientos y emociones con quien haya pasado por esto puede resultar muy consolador y muy liberador.
Las creencias religiosas y espirituales
pueden servirnos de consuelo si creemos en la existencia de un Más allá
en el que podremos reencontrarnos con nuestros seres queridos. No
obstante esto puede resultar contraproducente si lo que se consigue es
distraernos del momento presente y de la necesidad de tener que afrontar el proceso de pérdida.
Religión y Fe
La historia de las
religiones es tan antigua como la misma existencia de la humanidad. El
hombre des de siempre se ha sentido muy vulnerable e insignificante
frente a los fenómenos naturales, cualquiera que haya presenciado una
fuerte tormenta con sus ensordecedores truenos, los relámpagos, el
viento soplando con fuerza…
… es algo tan imponente que no es de
extrañar que en épocas antiguas estos fenómenos se atribuyeran al enfado
de un Ser Supremo que habitaba en los cielos. Así hemos estado miles de
años tratando de agradar a los Dioses con todo tipo de rituales para
que nos concedieran prosperidad y evitar su ira y poder destructivo.
Con el transcurso de de los siglos la
ciencia se fue abriendo paso entre tanta ignorancia y nos fue desvelando
uno a uno todos los misterios fenoménicos. Paralelamente a la evolución
de la ciencia, aunque mucho antes, llegaron los grandes maestros
espirituales como Jesús, Buda, Mahoma, Lao Tsé…
impulsando el lado espiritual de la humanidad y originando las diversas
religiones que se extienden hoy día a lo largo y ancho del planeta. De
tal modo que las respuestas que no consigue darnos la ciencia respecto a las cuestiones existenciales, nos las da la religión en sus diferentes versiones, aunque eso sí, no se trata de respuestas empíricas, son respuestas que requieren de la Fe.
Y la Fe es esa creencia firme que se tiene sobre la existencia de un Orden Superior que lo rige Todo y que nada tiene que ver con ese Ser al que adorábamos temerosamente en la antigüedad. Tener Fe es creer en una Fuerza Creadora amorosa y armoniosa a la que llamamos de muchas maneras cada uno según sus creencias, Dios, Alá, Brhama, Amor, Consciencia Colectiva, Energía Cósmica… el nombre que utilicemos para referirnos a ella no es importante, lo importante es el hecho de creer en ella, de saber que hay algo más por encima de nosotros, que nacimos de ella y que al finalizar nuestro camino regresaremos a ella.
No es necesario seguir ninguna religión en concreto para tener Fe, Religión y Fe no tienen porque ir necesariamente juntas.
Si bien es cierto que todas las religiones basan su credo en la fe, hoy
en día es muy habitual encontrar a personas no religiosas que sí tienen
fe en algo que está por encima de ellos aunque no sepan muy bien cómo
definirlo. La Búsqueda de nuestra propia Verdad es fundamental para no caer en una fe ciega a las enseñanzas que recibimos de pequeños o a lo que nos dicen que tenemos que creer puesto que ello no sería Fe, sería pura Credulidad.
También están las personas agnósticas o ateas. Ellas
o bien niegan la existencia de un Dios como entidad superior o bien
tienen tantas dudas al respecto que prefieren mantenerse al margen. Toda
creencia o no creencia es muy respetable inclusive la de quienes niegan
también la existencia del alma. La mentalidad cartesiana
no deja de ser en realidad otro sistema de creencias basado en hechos y
pruebas en el que se excluye todo aquello que no pueda ser demostrado
científicamente. Para estas personas la muerte es un Final sin más. A quien este vacío o salto a la nada le produzca terror, miedo obsesivo (tanatofobia),
mucha angustia o ansiedad, quizás sería bueno que recibiera algún tipo
de orientación espiritual o que indagara un poco más sobre las diversas
corrientes espirituales que existen en el mundo.
La Búsqueda de la verdad a través del Razonamiento mental puede llevarnos también a la aceptación de la existencia de un alma inmortal que no está sujeta a las leyes de la materia y que sobrevive a la muerte biológica del cuerpo físico.
Se han realizado varios estudios que
permiten afirmar que aquellas personas que tengan una u otra creencia
espiritual o religiosa, todas son buenas en este sentido, o simplemente con el poder de su Fe, afrontarán la Muerte con mucha más Paz y Serenidad que aquellas que no la tuvieran.
La fe no se puede forzar ni simular, se
tiene o no se tiene aunque en muchas ocasiones personas que nunca antes
la habían tenido, debido a alguna experiencia vivida o como resultado de
su propia búsqueda, les surge de repente una Fe sincera que les cambia la perspectiva de sus vidas por completo.
Más allá
Por Más allá nos referimos a lo que viene después de la muerte. Para hablar de ello es importante respetar las creencias religiosas de cada persona, todas ellas son perfectamente válidas si lo que nos aportan es Esperanza y Confianza en lo que vendrá después.
Por Más allá nos referimos a lo que viene después de la muerte. Para hablar de ello es importante respetar las creencias religiosas de cada persona, todas ellas son perfectamente válidas si lo que nos aportan es Esperanza y Confianza en lo que vendrá después.
Para describir los instantes siguientes a
la muerte física podemos remitirnos al testimonio que nos han dejado
los millares de personas que han tenido una Experiencia Cercana a la Muerte. Todos ellos coinciden en una serie de descripciones como son la sensación de paz que les inunda por completo, su perfecta claridad de pensamiento, una gran ligereza corpórea y en la aparición de un camino, sendero o túnel que se abre frente a ellos al que se dirigen con el anhelo de querer alcanzar la radiante Luz que se vislumbra al final.
Esto lo hemos escuchado cientos de veces
y no tenemos por qué dudar de estos testimonios puesto que narran su
experiencia de forma totalmente desinteresada y que provienen además de
muy diferentes ámbitos sociales, culturales y religiosos. Sin embargo no
tenemos testimonios de personas que hayan regresado del estadio
siguiente al final de ese camino que de algún modo parece la antesala a
algo más…
Veamos que dicen las cuatro religiones mayoritarias sobre este tema:
El Cristianismo nos habla de la Resurrección tras la muerte. Jesucristo sacrificó
su vida para liberar al hombre de sus pecados, así todo cristiano
arrepentido y absuelto de pecado mediante confesión antes de morir, una
vez fallezca será recibido por Cristo en el Cielo, lugar en el que permanecerá junto a él lleno de dicha y felicidad para toda la eternidad.
La Biblia nos habla de un estado transitorio intermedio denominado Purgatorio
en el cual quienes hayan cometido pecados leves no confesados o graves y
confesados en vida pero sin haber cumplido toda la penitencia, deberán purificarse
permaneciendo allí durante un determinado periodo de tiempo sufriendo
la lejanía de Dios hasta que se limpien sus almas y se les permita su
entrada definitiva en el Cielo. Los vivos pueden ayudar mediante la
oración a que estos difuntos pasen menos tiempo en el Purgatorio. Por
último está el Infierno, lugar al que irán todos
aquellos que mueran en pecado grave sin estar arrepentidos y los que no
quieran recibir el perdón de Dios en la confesión. El infierno supone un
castigo eterno y sin posibilidad de Salvación.
Para los musulmanes seguidores del Islam, la otra gran religión monoteísta, sucede algo parecido que con el Cristianismo aunque ellos al Cielo lo denominan Paraíso y no tienen un equivalente al Purgatorio. La Salvación solo puede conseguirse mediante la misericordia de Alá y
para ello se deberá creer en un solo Dios, en sus escrituras sagradas y
en el profeta Mahoma, pero aún así solo se podrá entrar al Paraíso si
es la voluntad de Alá. Se Salvarán todos los niños que
mueran antes de alcanzar la edad de la pubertad independientemente de la
fe de sus padres y de los pecados que hayan cometido por considerarse
que no son todavía responsables de sus actos.
Están también las dos religiones orientales con más adeptos que son el Hinduismo, politeísta y la más antigua de todas y el Budismo,
no teísta y a la que ellos mismos prefieren denominar como filosofía
más que religión. Las dos son muy diferentes entre sí pero ambas nos
hablan de la Reencarnación como mecanismo necesario
para la evolución del espíritu de cada persona, es decir que después de
morir encarnamos de nuevo en otro cuerpo para seguir expiando nuestras
culpas y pecados e irnos purificando poco a poco a medida que vamos
desarrollando y mejorando nuestras cualidades humanas.
Este ciclo de reencarnaciones no cesará hasta que limpiemos por completo todas nuestras imperfecciones e impurezas y sean transmutadas en Amor y Bondad.
Podemos tener que emplear cientos de vidas para conseguirlo, pero una
vez alcanzado ese grado de pureza espiritual nos habremos convertido en Seres de Luz
y quedaremos libres de la necesidad de tener que regresar una y otra
vez. Solo entonces podremos volver a la tierra de manera voluntaria si
así lo deseamos y con el único propósito de ayudar a los demás en su
camino evolutivo. También están los Guías Espirituales que nos ayudan desde otro plano de la existencia y que en su día vivieron también aquí como seres humanos.
Estas cuatro creencias religiosas son
las que actualmente tienen más seguidores en todo el mundo. Todas ellas
tienen sus propias escrituras, libros sagrados, profetas, maestros y
santos que nos iluminan para que seamos mejores personas ante las
tribulaciones de la vida. Por eso es importante recalcar que todas ellas
son buenas para el ser humano siempre que se comprendan correctamente y
no se caiga en posiciones extremas. Lo verdaderamente importante es que cada uno siga las creencias que le aporten un mayor estado de Paz y de Esperanza.
Quienes sientan un miedo irracional
hacia su propia muerte podrían reflexionar sobre lo que proclaman todas
las creencias religiosas y espirituales del mundo entero, a pesar de sus
muchos matices y discrepancias entre ellas. Todas ellas coinciden en
que el alma sobrevive a la muerte del cuerpo físico, en que es inmortal y eterna, que nunca morimos y solamente cambiamos de estado para recuperar nuestra esencia más pura.
Karma
En las
últimas décadas se ha producido un importante incremento en la sociedad
occidental de personas interesadas en algunas ideas y conceptos
procedentes de creencias orientales por considerar que responden a una
serie cuestiones relacionadas con la Muerte de manera más afín a su
pensamiento.
Cabe decir que el interés que suscitan
estos conceptos no tendrían porque entrar en conflicto con las creencias
religiosas que uno ya tiene, pueden ser valoradas como una posibilidad
más a tener en cuenta.
Alguna de las conclusiones a las que se suele llegar cuando se reflexiona sobre la muerte y su devenir es la injusticia
que supondría el hecho de que en una sola vida, que en ocasiones puede
ser muy corta, se decidiera algo tan importante como es el destino eterno para un alma,
teniendo en cuenta además que no todas gozan de las mismas
oportunidades. Es decir, hay quien viene a este mundo en un entorno
familiar favorable, acomodado, con bienestar y educación. Y en cambio
otros nacen en un entorno familiar muy desfavorable rodeados de miseria y
desesperación. Son estas situaciones tan diferentes unas de otras que
para muchos resulta incomprensible e inaceptable que se juzguen sus
actos con la misma vara de medir y sin opción a una segunda oportunidad.
Para aquellas personas que crean o se plantean seriamente la existencia de la Reencarnación como mecanismo para la evolución del ser humano les será necesario complementarlo con el concepto del Karma. Ambos son inseparables y ofrecen una perspectiva conjunta sobre la necesidad de tener que vivir muchas vidas para experimentar muy diversas situaciones sociales, culturales, familiares, etc. que permitirán aprender y evolucionar como seres humanos en la materia antes de conseguir alcanzar la eternidad en el Cielo, en el Paraíso o el Nirvana.
La palabra Karma se traduce literalmente del sánscrito como Acción, pero lo que define en realidad este término es la Ley Universal de Acción-Reacción o Causa y Efecto.
Este concepto supondría un elemento esencial para la comprensión de las aparentes injusticias que se producen en nuestras vidas cotidianas. Karma significa que toda Acción emprendida por alguien tendrá tarde o temprano su correspondiente Reacción de manera proporcionada. Esto sería tan válido para las buenas como para las malas acciones. Se trataría de una Ley de máxima Justicia Universal a
la que todos estaríamos sujetos y que nadie podría eludir. Esta ley se
aplicaría de manera automática del mismo modo en que actúan todas leyes
naturales como la ley de la gravedad y no respondería a ningún castigo
divino sino a una serie de compensaciones naturales que vienen a equilibrar daños causados.
La mayoría de nuestras relaciones personales más cercanas estarían sujetas a estos lazos kármicos
que en el transcurso de nuestras vidas deberíamos ir resolviendo. Esto
podría explicar muchas situaciones que nos suceden sobre todo en nuestro
entorno familiar así como comprender que la injusticia no existe en sí misma, que nada sucede por casualidad y que muchas de las desgracias que padecemos hoy responderían a deudas que habríamos contraído con anterioridad.
Estas deudas podrían provenir incluso de existencias anteriores a la
actual aunque no seamos capaces de recordarlas. También las muertes
inesperadas o a temprana edad responderían a determinados propósitos o
situaciones kármicas.
Quienes asuman como verdaderos los conceptos de Reencarnación y Karma
podrán dar respuesta a muchas preguntas concernientes tanto a su vida
como a su muerte, aceptándola como algo natural y necesario que se repetirá muchas veces a lo largo de su camino evolutivo para finalmente llevarles de regreso a su Verdadero Hogar.
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Encontramos en la Meditación la mejor
manera de serenarnos y centrarnos para poder observar nuestros temores y
ver lo que verdaderamente necesitamos cambiar en nuestra percepción de
la vida.
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Puedes venir y explicarnos tu situación, será un placer escucharte.Si tienes algún comentario, duda o pregunta que quieras hacernos puedes escribirnos a este correo electrónico: afrontarlamuerte@gmail.com
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