Una vez existió un gran Kabbalista que cuando su mundo se desmoronaba
a su alrededor, sonreía, reía a carcajadas y bailaba incluso más que en
el resto de su vida. La certeza del sabio de que el Creador está en
todo y que todo es para lo mejor era tan fuerte que ningún dolor, ningún
temor y ninguna negatividad podían tocarlo.
Sus estudiantes estaban preocupados y pensaron que su maestro se
había vuelto loco. Cuando le preguntaron cómo era posible que tuviese
tanto júbilo, él respondió: “Tengo certeza”.
Para las personas que no la tienen, la certeza puede parecer una completa locura. No dejes que eso te detenga.
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