La naturaleza funciona con toda facilidad y despreocupación. Ése es el principio de la menor acción, de la no resistencia.
Cuando aprendemos esta lección que nos enseña la naturaleza, satisfacemos con facilidad nuestros deseos.
La hierba no tiene que hacer ningún esfuerzo para crecer;
sencillamente, crece. Los peces no se esfuerzan para nadar;
sencillamente, nadan. Las flores no hacen ningún esfuerzo para abrirse;
sencillamente, se abren. Las aves no se esfuerzan para volar;
sencillamente, vuelan. Ésa es su naturaleza intrínseca.
La Tierra no se esfuerza para girar sobre su eje; es su naturaleza
girar a velocidad vertiginosa en el espacio. Es la naturaleza de un bebé
estar siempre en estado de dicha. Es la naturaleza del sol brillar. Es
la naturaleza de las estrellas titilar y destellar. Y es la naturaleza
humana hacer que los sueños se conviertan en realidad, con facilidad y
sin esfuerzo.
En la ciencia védica, la filosofía milenaria de la India, este principio
se conoce como economía de esfuerzo, o “hacer menos para lograr más”.
Sin hacer nada lo realizamos todo. Esto significa que una ligera idea
puede convertirse en realidad sin esfuerzo alguno. Lo que conocemos
normalmente como “milagros” son en realidad manifestaciones de la ley
del menor esfuerzo. La inteligencia de la naturaleza funciona sin
esfuerzo, sin resistencia, espontáneamente.
Es mínimo el esfuerzo que hacemos cuando nuestros actos brotan del
amor, porque es la Energía del amor la que aglutina la naturaleza.
Cuando tratamos de conseguir el poder para controlar a los demás,
gastamos energía. Cuando buscamos el dinero o el poder para satisfacer
al ego, gastamos energía persiguiendo la ilusión de la felicidad, en
lugar de disfrutar la felicidad del momento.
Cuando nuestras actuaciones nacen del amor, no hay desperdicio de
energía. Cuando nuestros actos brotan del amor, la energía se multiplica
y se acumula – y el exceso de energía que recogemos y disfrutamos puede
canalizarse para crear cualquier cosa que deseemos, incluida la riqueza
sin límites.
En El arte de soñar, don Juan le dice a Carlos Castaneda: “Gastamos
la mayor parte de nuestra energía sosteniendo nuestra importancia… Si
pudiéramos perder parte de esa importancia, nos sucederían dos cosas
extraordinarias. Una, liberaríamos la energía que se mantiene atada
alimentando la idea ilusoria de nuestra grandeza; y dos, nos
proveeríamos de suficiente energía para vislumbrar la grandeza real del
universo”.
La ley del menor esfuerzo tiene tres componentes – tres cosas que
podemos hacer para poner en funcionamiento este principio de “hacer
menos para lograr más”.
El primer componente es la aceptación.
Aceptar significa sencillamente contraer un compromiso: “Hoy aceptaré
a las personas, las situaciones, las circunstancias y los hechos tal
como se presenten”. Eso significa que sabremos que este momento es como
debe ser, porque todo el universo es como debe ser. Cuando reconozcamos y
comprendamos esto plenamente, estaremos listos para asumir la
responsabilidad de lo que sentimos y para cambiarlo. Y si podemos
aceptar las cosas como son, estaremos listos para asumir la
responsabilidad de nuestra situación y de todos los sucesos que
percibimos como problemas.
Esto nos lleva a la responsabilidad.
Significa no culpar a nadie o a nada – ni siquiera a nosotros mismos –
de nuestra situación. Una vez aceptado un suceso, un problema o una
circunstancia, responsabilidad significa la capacidad de tener una
respuesta creativa a la situación tal como es en este
momento.Cualesquiera que sean las relaciones que tengamos en este
momento de nuestra vida, son precisamente las que necesitamos en este
momento. Hay un significado oculto detrás de todos los acontecimientos, y
ese significado oculto está trabajando a favor de nuestra evolución.
El tercer componente de la ley del menor esfuerzo es asumir una
actitud no defensiva lo que significa que nuestra conciencia abandona su
actitud defensiva y nosotros renunciamos a la necesidad de convencer o
persuadir a los demás de que nuestro punto de vista es el correcto. Si
observamos a las personas que nos rodean, veremos que ellas pasan el
noventa y nueve por ciento del tiempo defendiendo sus puntos de vista.
Si sencillamente renunciamos a la necesidad de defender nuestro punto de
vista, a través de esa renuncia lograremos acceso a una cantidad enorme
de energía que anteriormente desperdiciábamos. Desistamos completamente
de defender nuestro punto de vista. Cuando no hay un punto que
defender, no puede haber discusión. Si hacemos esto constantemente – si
dejamos de luchar y de resistirnos – viviremos plenamente el presente,
el cual es un regalo.
Si abrazamos el presente y nos volvemos uno con él, si nos fusionamos
con él, sentiremos un fuego, un brillo, una chispa de energía
palpitando en cada ser consciente.
Cuando alcancemos esa deliciosa combinación de aceptación,
responsabilidad e indefensión, sentiremos la facilidad con que fluye la
vida. Si permanecemos abiertos a todos los puntos de vista – no
aferrados rígidamente a uno -, nuestros sueños y nuestros deseos fluirán
con los deseos de la naturaleza.
Entonces podremos liberar nuestros deseos sin apego, y después sólo
esperar el momento propicio para que florezcan convertidos en realidad.
Podemos estar seguros de que cuando el momento sea el indicado, nuestros
deseos se cumplirán.
Tú y yo somos lo mismo. Todo es lo mismo. Todos somos espejos de los
demás y debemos aprender a vernos en el reflejo de las demás personas. A
esto se llama espejo de las relaciones. A través del espejo de una
relación, descubro mi yo no circunscrito. Por esta razón, el desarrollo
de las relaciones es la actividad más importante de mi vida. Todo lo que
veo a mi alrededor es una expresión de mí mismo.
Las relaciones son una herramienta para la evolución espiritual cuya
meta última es la unidad en la conciencia. Todos somos inevitablemente
parte de la misma conciencia universal, pero los verdaderos avances
tienen lugar cuando empezamos a reconocer esa conexión en nuestra vida
cotidiana.
. Piensa en la red de relaciones que mantienes: padres, hijos,
amigos, compañeros de trabajo, relaciones amorosas. Todas son, en
esencia, experiencias espirituales.
Cuando reconocemos que podemos vernos en los demás, cada relación se
convierte en una herramienta para evolución de nuestra conciencia.
Gracias a esta evolución experimentamos estados extendidos de
conciencia.
La próxima vez que te sientas atraído por alguien, pregúntate qué te
atrajo. ¿Su belleza, gracia, elegancia, autoridad, poder o inteligencia?
Cualquier cosa que haya sido, sé consciente de que esa característica
también florece en ti. Si prestas atención a esos sentimientos podrás
iniciar el proceso de convertirte en ti más plenamente.
Lo mismo se aplica a las personas hacia las que sientes rechazo. Al
adoptar más plenamente tu verdadero yo, debes comprender y aceptar tus
características menos atractivas. La naturaleza esencial del Universo es
la coexistencia de valores opuestos. No puedes ser valeroso si no
tienes a un cobarde en tu interior; no puedes ser generoso si no tienes a
un tacaño; no puedes ser virtuoso si no tienes la capacidad para actuar
con maldad.
Gastamos gran parte de nuestras vidas negando este lado oscuro y
terminamos proyectando esas características oscuras en quienes nos
rodean. ¿Has conocido personas que atraigan sistemáticamente a su vida a
los sujetos equivocados? Normalmente, aquéllas no comprenden por qué
les sucede esto una y otra vez, año tras año. No es que atraigan esa
oscuridad; es que no están dispuestas a aprobarlas en sus propias vidas.
Un encuentro con una persona que no te agrada es una oportunidad para
aceptar la paradoja de la coexistencia de los opuestos; de descubrir una
nueva faceta de ti.
Cuando estamos dispuestos a aceptar los lados luminoso y oscuro de
nuestro ser, podemos empezar a curarnos y a curar nuestras relaciones.
Todos somos multidimensionales, omnidimensionales. Todo lo que existe en
algún lugar del mundo también existe en nosotros. Cuando aceptamos esos
distintos aspectos de nuestro ser, reconocemos nuestra conexión con la
conciencia universal y expandimos nuestra conciencia personal.
Las características que distinguimos más claramente en los demás
están presentes en nosotros. Cuando seamos capaces de ver en el espejo
de las relaciones, podremos empezar a ver nuestro ser completo. Para
esto es necesario estar en paz con nuestra ambigüedad, aceptar todos los
aspectos de nosotros.
Necesitamos reconocer, en un nivel profundo, que tener
características negativas no significa que seamos imperfectos. Nadie
tiene exclusivamente características positivas. La presencia de
características negativas sólo significa que estamos completos; gracias a
esa totalidad, podemos acceder más fácilmente a nuestro ser universal,
no circunscrito.
Una vez que puedas verte en los demás, será mucho más fácil
establecer contacto con ellos y, a través de esa conexión, descubrir la
conciencia de la unidad. Éste es el poder del espejo de las relaciones.
fuente: aqui
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