Esta simple declaración fija claramente
la naturaleza y carácter de Dios. Dice todo lo que el hombre necesita
saber acerca de Dios, y acerca de sí mismo, y acerca de su prójimo.
Oliver Wendell Holmes dijo: “Mi religión está resumida en las primeras dos palabras del Padre Nuestro”.
“Padre Nuestro”. En esta
cláusula Jesús establece de una vez por todas que la relación entre Dios
y el hombre es una de padre e hijo. Esto deja por fuera cualquier
posibilidad de que la Deidad pueda ser el tirano implacable y cruel. La
vasta mayoría de los hombres y mujeres están en su mejor momento cuando
se ocupan de sus hijos. Hablando de la misma verdad en otra parte Jesús
dijo:
»Pues si vosotros, siendo malos,
sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre
celestial dará buenas cosas a los que le pidan?» (Mateo 7:11)
Noten que esta cláusula que fija la
naturaleza de Dios, fija al mismo tiempo la naturaleza del hombre. Es
una Ley Cósmica que “cada cual engendra su igual”. No es posible que un
arbusto de rosas produzca lirios, o que una vaca pueda parir un
potrillo. La prole es —y tiene que ser— de la misma naturaleza que el
padre; y así, ya que Dios es Espíritu Divino, el hombre esencialmente
tiene que ser Espíritu Divino también, a pesar de lo que al contrario
puedan decir las apariencias.
Esta enseñanza de Jesús con un solo golpe
ha barrido con el 99% de toda la teología con su Dios vengador, sus
individuos escogidos y favorecidos, su fuego eterno del infierno, y toda
la otra parafernalia abominable de la imaginación enferma y terrorífica
del hombre. Dios existe —y el Dios Eterno, Todopoderoso y Omnipresente
es el Padre amoroso de la humanidad.
Si meditaras sobre este hecho hasta que
lograras algún grado de entendimiento de lo que significa en realidad,
la mayoría de tus dificultades y dolencias físicas desaparecerían, ya
que éstas están arraigadas y basadas en el miedo. Si tan sólo pudieras
darte cuenta —de alguna manera— de que la Sabiduría Omnipotente es tu
amoroso Padre viviente, la mayoría de tus temores se irían. Si pudieras
realizarlo completamente, toda cosa negativa en tu vida se desvanecería,
y podrías demostrar la perfección en todas las fases. Puedes ver ahora
el objetivo que tenía en mente Jesús cuando puso esta cláusula de
primero.
»Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó.» (Génesis 1:27).
El Padre Nuestro no dice “Padre Mío”,
sino “Padre Nuestro”, y esto indica más allá de todo error posible la
verdad de la hermandad del hombre. Esto fuerza sobre nuestra atención
desde un principio el hecho de que todos los hombres, sin duda, son
familia, la prole de un mismo Padre; y que:
»Ya no hay judío ni griego; no hay
esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno
en Cristo Jesús.» (Gálatas 3:28).
Aquí Jesús cercena la ilusión de que los miembros de cualquier nación, o raza, o territorio, o grupo, o clase, o color, sean —a la vista de Dios— superiores a ningún otro grupo.
El punto final es la orden tácita de que
hemos de orar no por nosotros mismos sino por toda la humanidad. Ninguno
de nosotros vive ensimismado por más que trate. En un sentido mucho más
literal de lo que mucha gente realiza, somos miembros de un Cuerpo.
“Padre Nuestro” – un explosivo espiritual que, para las finales, destruirá toda clase de esclavitud humana.
Ora bien aquel que ama
tanto al hombre como a la bestia y al ave.
Ora mejor el que mejor ama
todas las cosas tanto grandes como pequeñas;
ya que el Dios amado que nos ama,
Él lo hizo todo y lo ama todo también.
»Y en efecto, pregunta ahora a las
bestias, y ellas te enseñarán; a las aves de los cielos, y ellas te lo
mostrarán; o habla a la tierra, y ella te enseñará; los peces del mar te
lo declararán también….que la mano de Jehová la hizo.» (Job 12:7-9).
QUE ESTÁS EN EL CIELO
Habiendo establecido claramente la
paternidad de Dios y la hermandad del hombre, Jesús procede entonces a
explayarse sobre la naturaleza de Dios, y a describir los hechos
fundamentales de la existencia. La naturaleza de Dios es estar en el
cielo, y la del hombre, estar en la tierra, ya que Dios es la Causa y el
hombre, la manifestación. Aquí, la palabra “cielo” quiere decir Dios o
Causa, porque en la fraseología religiosa “cielo” es el término que se
le adjudica a la Presencia de Dios. La palabra “tierra” significa
manifestación, y la función del hombre es manifestar o expresar a Dios, o
Causa. Dicho de otra manera, Dios es la Causa Infinita y Perfecta de
todas las cosas; pero la Causa tiene que ser expresada, y Dios se
expresa a Sí mismo por conducto del hombre. El destino del hombre es
expresar a Dios en toda clase de gloriosas y bellas maneras. “Expresar”
quiere decir presionar hacia afuera, o traer a la vista aquello que
existe implícitamente. Todo rasgo de tu vida es en realidad una
manifestación o expresión de algo en tu alma.
Ya que son los malentendidos acerca de la
relación de Dios y el hombre lo que conduce a todas nuestras
dificultades, vale la pena asumir el trabajo que sea con tal de entender
correctamente esa relación. Tratar de tener manifestación sin Causa es
ateísmo y materialismo, y todos sabemos a dónde conducen los mismos. »Padre nuestro que estás en el cielo.»
»… como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos…» (2 Corintios 6:16).
SANTIFICADO SEA TU NOMBRE
Si investigamos la derivación de la
palabra “santificar”, se encontrarán con un hecho muy interesante y
significativo. Dicha palabra tiene la misma raíz que “santo”, “entero”,
“integral”, “sanación” o “sanado” (1) de manera que vemos que la
naturaleza de Dios es completa y perfecta —totalmente buena—. De este
hecho se derivan algunas consecuencias muy notables. Hemos acordado que
un efecto tiene que ser similar en naturaleza a su causa, de manera que
en vista de que la naturaleza de Dios es santificada, todo lo que se
desprenda de dicha Causa también tiene que ser santificado o perfecto.
Dios no puede —como alguna gente piensa— enviar enfermedad o problemas o
accidentes -y mucho menos la muerte-, ya que estas cosas son opuestas a
Su naturaleza.
»Muy limpio eres de ojos para ver el mal, ni puedes ver el agravio.» (Habacuc 1:13).
(1) Nota del Traductor: Esto se aplica en
inglés, idioma en el cual las palabras “hallowed” (santificado), “holy”
(santo), “whole” (entero), “wholesome”(íntegro), “heal” (sanar) y
“healed” (sanado) comparten la misma raíz, que sería la exhalación
característica en castellano de la letra “J” o en hebreo de la letra
“He”.
VENGA TU REINO
El ser el hombre manifestación o
expresión de Dios, tiene ante sí un destino ilimitado. Su trabajo
consiste en expresar en forma concreta y definida las ideas abstractas
que Dios le suministra; y a fin de hacer esto, tiene que tener poder
creativo. Si no lo tuviera, sería meramente una máquina a través de la
cual trabajaría Dios —un autómata—. Pero el hombre, al tener la
naturaleza de su padre, sigue siendo un creador. Observa que la palabra
“individual” significa indiviso. La conciencia del hombre no está
separada de la de Dios.
»Venga a nosotros Tu reino» quiere decir
que es nuestro deber traer más y más de las ideas de Dios a su
manifestación concreta en este plano. Para eso es que estamos aquí. El
viejo refrán que dice: “Dios tiene un plan para cada hombre, y tiene uno
para ti” es totalmente correcto.
Si tan sólo determinaras lo que Dios
pretende que hagas, y lo hicieras, encontrarías que todas las puertas se
te abrirían y serías gloriosamente feliz. En la vida todos tenemos
nuestro respectivo Lugar Verdadero en el que podemos traer a la
manifestación el Reino de Dios, y decir en verdad »Venga a nosotros Tu
reino».
HÁGASE TU VOLUNTAD
»Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo» (Mateo 6:10).
Son demasiadas las veces que escogemos
utilizar nuestro libre albedrío de manera negativa. Nos permitimos
pensar equivocadamente, egoístamente, y este pensar equivocado hace
recaer problemas sobre nosotros.
En vez de entender que nuestra naturaleza
esencial es la de expresar a Dios, de encargarnos de los asuntos del
Padre,tratamos de establecernos por cuenta propia. Abusamos de nuestro
libre albedrío, tratando de trabajar separados de Dios; y el mero
resultado natural de esto es la enfermedad, pobreza, pecado, problemas y
muerte con que nos encontramos en el plano físico. Ni siquiera por un
momento debemos tratar de vivir por cuenta propia, o de hacer planes o
arreglos sin hacer referencia a Dios, o suponer que podemos ser felices y
exitosos si buscamos otro fin que no sea el de hacer Su Voluntad.
Nuestro asunto es llevar la plenitud de
nuestra naturaleza tan pronto como podamos a la conformidad con la
Voluntad de Dios. “En Su Voluntad está nuestra paz,” dijo Dante, y la
Divina Comedia es, en realidad, un estudio de los estados fundamentales
de conciencia, en el que el Infierno representa el estado del alma que
se esfuerza en vivir sin Dios, y el Paraíso, el estado del alma que ha
logrado su unidad consciente con la Voluntad Divina. Fue este sublime
conflicto del alma lo que arrebató del corazón del gran San Agustín el
clamor de: »Tú nos has hecho para Ti, y nuestros corazones estarán
inquietos hasta que descansen en Ti.»
EL PAN NUESTRO DE CADA DÍA
»El pan nuestro de cada día dánoslo hoy.»
En vista de que somos los hijos de un
Padre amoroso, tenemos derecho a esperar que Dios nos proveerá a
plenitud de todo lo que necesitamos. Si así lo hacemos, con fe y
entendimiento, nunca acudiremos en vano.
Es la Voluntad de Dios que todos vivamos
vidas saludables y felices, llenas de experiencias gozosas; que nos
desarrollemos libre y continuamente. Para este propósito, requerimos
cosas tales como alimento, vestimenta, refugio, medios de transporte,
libros, etc.; y, por encima de todo, requerimos libertad. En el Padre
Nuestro todas estas cosas están incluidas bajo el título de “pan,” y no
se refiere meramente al alimento en general, sino a todo aquello que el
hombre requiera para una vida saludable, feliz, libre y armoniosa. Pero a
fin de obtener estas cosas, tenemos que reclamarlas, y tenemos que
reconocer a Dios (y sólo Dios) como la fuente y manantial de todo
nuestro bien. La carencia de lo que sea siempre tiene su origen en el
hecho de que hemos estado buscando nuestro suministro en una fuente
secundaria en vez de en Dios en persona, el autor y dador de vida.
La gente piensa que su suministro viene
de ciertas inversiones, o de un negocio, o de un empleo quizás; mientras
que en realidad estos son meramente los canales a través de los cuales
viene, siendo Dios la Fuente. Es seguro que cambie el canal en
particular a través del cual estás recibiendo tu suministro, ya que el
cambio es la Ley Cósmica de la manifestación. El estancamiento es, de
hecho, la muerte; pero siempre y cuando caigas en la cuenta de que la
Fuente de su suministro es el Espíritu Uno inmutable, todo estará bien.
La disolución de un canal no será más que la señal para que otro se
abra.
En su más importante significado íntimo,
»nuestro pan de cada día» significa la realización de la Presencia de
Dios, un sentido en sí de que Dios existe no meramente de manera nominal
sino como LA gran realidad; de que podemos depender de Él para que
cuide de nosotros, que nos enseñe todo lo que necesitamos saber, y que
guíe nuestros pasos para que no incurramos en errores. Éste es Emmanuel,
o Dios con nosotros.
»Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta…» (Filipenses 4:19).
El error común, por supuesto, es suponer
que un reconocimiento formal de Dios es suficiente, o que hablar de
cosas Divinas es lo mismo que tenerlas; pero esto es exactamente lo
mismo que suponer que mirar una bandeja de comida, o discutir la
composición química de diversos alimentos, es lo mismo que sentarse a
comer en sí. Este es el error responsable del hecho de que a veces
lagente ora pidiendo algo durante años sin lograr ningún resultado
tangible. Si la oración es una fuerza, es imposible orar sin que algo
pase. Ora regular y tranquilamente —recuerda que en todo trabajo mental,
el esfuerzo o presión se derrota a sí mismo—; luego,cuando menos lo
esperes, llegará la realización.
Otra razón de por qué el símbolo de
comida o “pan” para la experiencia de la Presencia de Dios nos dice
tanto, es que el acto de ingerir alimentos es esencialmente algo que uno
tiene que hacer por sí mismo. Nadie puede asimilar los alimentos por
otro. De la misma manera, nadie puede lograr por otro la realización de
la Presencia de Dios.
»Porque sacia al alma menesterosa, y llena de bien al alma hambrienta.» (Salmo 107:9).
Al hablar del »pan de vida, Emmanuel»,
Jesús lo llama nuestro pan de cada día. La razón para esto es
fundamental: Nuestro contacto con Dios tiene que ser un contacto
viviente. Es nuestra actitud momentánea hacia Dios lo que gobierna
nuestro ser.
»He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación.» (2 Corintios 6:2)
Lo más fútil del mundo sería tratar de
vivir sobre una realización pasada. Lo que para ti entraña vida
espiritual es tu realización de Dios aquí y ahora.
Sé agradecido por la experiencia de ayer,
sabiendo que estará contigo por siempre en el cambio de conciencia que
la produjo, pero no dependas de ella ni por un momento para las
necesidades de hoy. El maná en el desierto es el prototipo del Viejo
Testamento de este sustento diario. A la gente que deambulaba por el
desierto se le dijo que se le suministraría maná del cielo todos los
días, cada uno recibiendo abundantemente para cubrir sus necesidades,
pero que por ninguna razón tratara de guardar para el día siguiente.
Bajo ninguna circunstancia habrían de tratar de vivir en base a la
comida de ayer; y cuando a pesar de la regla algunos trataron de
hacerlo, el resultado fue pestilencia o muerte.
Igual nos pasa a nosotros. Cuando
tratamos de vivir sobre la realización de ayer, en realidad estamos
tratando de vivir en el pasado, y vivir en el pasado es la muerte. El
arte de la vida consiste en vivir en el momento presente, y hacer de
dicho momento algo tan perfecto como nos sea posible mediante la
realización de que somos instrumentos y expresiones de Dios mismo.
PERDÓNANOS NUESTRAS OFENSAS
“Perdónanos nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden.» (Mateo 6:12).
Esta cláusula es el punto de giro en el
Padre Nuestro. Es la clave estratégica para todo el tratamiento.
Habiéndonos dicho lo que Dios es, lo que el hombre es, cómo trabaja el
universo, cómo debemos realizar nuestra labor, cuál es nuestro verdadero
alimento o suministro, así como la forma en que podemos obtenerlo,
llega entonces al perdón de los pecados.
El perdón de pecados es el problema
central de la vida. El pecado es un sentido de separación de Dios, y es
la mayor tragedia de la experiencia humana. Está, por supuesto,
enraizado en el egoísmo. Es esencialmente un intento de lograr algún
supuesto bien al que no se tiene justo derecho. Es un sentido de
existencia personal aislada y egocéntrica, mientras que la Verdad del
Ser es que todo es Uno. Nuestros verdaderos seres están en unicidad con
Dios, indivisos de Él, expresando Sus ideas, atestiguando a Su
naturaleza. En vista de que todos somos uno con el Gran Todo del cual
espiritualmente somos parte, resulta que somos uno con todos los
hombres.
El mal, el pecado, la caída del hombre,
de hecho son en esencia intentos de negar esta Verdad. Tratamos de vivir
separados de Dios. Tratamos de actuar como si pudiéramos tener planes y
propósitos e intereses distintos a los de Él. Si todo esto fuera
verdad, significaría que la existencia no es una y armoniosa, sino un
caos de competencia y lucha. Pero, por supuesto, esto no es verdad, y en
ello estriba el gozo de la vida.
ASÍ COMO NOSOTROS PERDONAMOS
A medida que repetimos inteligentemente
la Gran Oración, de repente como que nos levantan por los pies y nos
agarran en una llave, de manera que no nos queda más remedio que encarar
este problema de estar separados de Dios. Tenemos que perdonar a todo
el mundo.
Noten que Jesús no dice, “perdóname por
mis ofensas y yo perdonaré a otros”. Nos obliga a declarar que ya hemos
perdonado de hecho, y hace que nuestra demanda por perdón dependa de
eso. No creo que haya nadie tan loco como para tratar de esforzarse en
buscar el Reino de Dios sin desear ser relevado de su propio sentimiento
de culpa. Estamos atrapados en la posición ineludible de que no podemos
demandar nuestra propia liberación antes de que hayamos liberado a
nuestro hermano.
»Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos.» (Salmo 139:23).
DEMOSTRANDO EL PERDÓN
»Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos.» (Lucas 6:31)
El perdón de otros es el vestíbulo del
Cielo. Tienes que deshacerte de todo resentimiento y condenación de
otros, e igualmentede toda auto-condenación y remordimiento. Tienes que
perdonarte a ti mismo, pero no podrás hacerlo hasta que no hayas
perdonado a otros primero.
Por supuesto, nada en el mundo sería más
fácil que perdonar a las personas que no nos han hecho mucho daño. Pero
la Ley del Ser requiere de nosotros que perdonemos no solamente estas
frivolidades, sino justamente esas cosas que son tan difíciles de
perdonar que al principio parece imposible hacerlo. Pero el Padre
Nuestro hace que nuestro propio escape de culpa y limitación dependa
precisamente de esto.
Si nuestras oraciones no están siendo
respondidas, busquemos en nuestra conciencia y veamos si no hay alguna
circunstancia vieja por allí que nos haga sentir resentidos. Busquemos y
veamos si en realidad no estamos cultivando una inquina contra algún
individuo o grupo de personas. Si éste es el caso, entonces tienes un
acto de perdón que llevar a cabo, y cuando lo hayas hecho, probablemente
harás tu demostración. Si al presente no puedes perdonar, tu
demostración no ocurrirá hasta que puedas hacerlo, e igualmente tendrás
que posponer la conclusión de tu enunciado del Padre Nuestro.
LIBERACIÓN EN EL PERDÓN
»Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial.» (Mateo 6:14).
Liberar a otros entraña liberarse uno
mismo, porque el resentimiento es, en verdad, una forma de apego. Es una
verdad cósmica que se requieren dos personas para hacer un prisionero:
el prisionero y el carcelero. No existe eso de ser un prisionero por
cuenta propia. Es más, el carcelero está tan preso como el reo a su
cargo. Cuando se mantiene un resentimiento contra alguien, se está
vinculado a dicha persona por una cadena mental. Se está unido por un
vínculo cósmico a lo que más se odia. Justamente esa persona que, quizás
en el mundo entero, es la que más te disgusta es con quien te estás
conectando por medio de un gancho que es más fuerte que el acero. ¿Es
eso lo que deseas? ¿Es ésa la condición en que deseas seguir vi viendo?
Recuerda, perteneces a aquello con lo que te vinculas en pensamiento; y
en algún momento u otro, si dicho eslabón perdura, el objeto de tu
resentimiento regresará a tu vida, quizás para causar más estragos.
Nadie puede darse el lujo de esto, por lo que tienes que cortar de plano
todos los nexos de esta índole mediante un acto claro de perdón. Tienes
que aflojarle y dejarle ir. Mediante el perdón te liberas a ti mismo y
salvas tu propia alma. Y en vista de que la Ley del Amor trabaja de
igual manera para todos, ayudas a salvarle el alma al otro también.
CÓMO PERDONAR
»Echa sobre Jehová tu carga, y él te sustentará…» (Salmo 55:22)
La técnica del perdón es bien sencilla, y
para nada difícil de poner en práctica cuando entiendes cómo hacerlo.
Lo único que es esencial es estar dispuesto a perdonar. Con tal que
tengas el deseo de perdonar al que te ha agraviado, la mayor parte del
trabajo ya se habrá consumado.
El método de perdonar es el siguiente:
Apártate del mundanal ruido y aquiétate. Repite cualquier oración o
tratamiento que te atraiga, o lee un capítulo de la Biblia. Entonces, di
calmadamente:
“Yo plena y libremente perdono a
(nombre del ofensor); le aflojo y le dejo ir. Vierto el peso del
resentimiento sobre el Cristo dentro de mí. Él ahora queda en libertad, y
yo también. La Verdad Crística nos ha liberado a ambos. Gracias,
Padre.”
Bajo ninguna circunstancia habrás de
repetir este acto de perdón, porque lo has hecho de una vez por todas, y
hacerlo una segunda vez sería repudiar tácitamente tu propio trabajo.
Después, cuando la memoria del ofensor o de la ofensa vuelva a
presentarse en tu mente, bendice brevemente al delincuente y desecha el
pensamiento. Haz esto tantas veces como regrese el pensamiento a tu
mente. Encontrarás que toda la amargura y resentimiento habrán
desaparecido, y que ambos son libres con la perfecta liberación de los
hijos de Dios. Tu perdón estará completo.
NO NOS DEJES CAER EN LA TENTACIÓN
»No nos dejes caer en la tentación; mas líbranos del mal». (Mateo 6:13)
Mucha gente piadosa siente que Dios no
podría dejar caer a nadie en la tentación, y que Jesús no puede haber
dicho lo que parecía que había dicho, por lo que se dieron a la búsqueda
de otro fraseo que estuviera más acorde con el tono general de su
enseñanza. Sin embargo, todo esto es innecesario.
Los hechos son estos: Cuanto más oras,
tanto más sensible te pones, y tanto más poderosas son tus oraciones.
Pero también te haces susceptible a formas de tentación que simplemente
no acosan a los que están en una etapa más temprana. Tentaciones sutiles
y poderosas están a la espera; tentaciones de trabajar por la gloria
propia, por honores personales y distinciones; tentaciones de permitir
que las preferencias personales se impongan a la imparcialidad. Más allá
y por encima de todas las otras tentaciones está el pecado mortal del
orgullo espiritual. Muchos de los que han superado las otras pruebas, se
han resbalado ante una condición de vanagloria de la propia rectitud
que se ha precipitado como una cortina de acero entre ellos y Dios.
Algunos antiguos escritores eran tan
vívidamente sensibles a estos peligros que hablaban del alma como que
era desafiada por diversas pruebas al transitar por el camino
ascendente. Era como si el viajero fuera detenido en varias puertas o
casetas de peaje, y probado mediante alguna ordalía para determinar si
estaba preparado para seguir avanzando. Si pasaba la prueba, se le
permitía continuar su camino con la bendición del retador.
Ahora, algunas almas menos
experimentadas, ansiosas de progreso rápido, han deseado
precipitadamente ser sometidas inmediatamente a toda clase de pruebas, y
hasta han buscado a su alrededor dificultades que superar. Olvidándose
de laadvertencia del Señor, »No tentarás al Señor, tu Dios» (Mateo 4:7),
virtualmente le han desafiado a que les dé dificultades. Y así, Jesús
insertó esta cláusula, en la que oramos para que no tengamos que hacerle
frente a nada que sea demasiado para nosotros en el nivel actual de
nuestro entendimiento.
TUYA ES LA GLORIA
»Tuyo es el reino, tuyo es el poder y la gloria, por siempre Señor.» (Mateo 6:13)
Esta maravillosa sentencia resume la verdad esencial de la Omnipresencia y la Omnipotencia de Dios.
Sabemos que Dios es el único poder, de
manera que cuando trabajamos es realmente Dios quien lo hace a través de
nosotros. Así como el pianista produce su música por medio (o a través)
de sus dedos, de la misma manera puede pensarse de la humanidad como
los dedos de Dios. Suyo es el Poder. Cuando tienes algo que hacer, si
sostienes el pensamiento de que es realmente la Divina Inteligencia lo
que está trabajando a través de ti, realizarás las tareas más difíciles.
El cambio maravilloso que recae sobre
nosotros a medida que vamos gradualmente realizando lo que realmente
significa la Omnipresencia de Dios, transfigurará toda fase de nuestras
vidas, convirtiendo el pesar en júbilo, la edad en juventud, y la
opacidad en vida y luz. ¡Esta es la gloria!
fuente: aqui
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