La sociedad de consumo puede describirse como “aquella en la que la
posesión y uso de un número creciente y una variedad de bienes y
servicios es la principal aspiración cultural y el camino percibido más
seguro hacia la felicidad personal, el estatus social y el éxito
nacional” (Ekins, 1991).
Uno de sus principales teóricos -y defensores- ha sido George Katona,
que acuñó el término consumo de masas y lo caracterizó con tres
dimensiones: afluencia (extensión a capas de la sociedad cada vez más
amplias), poder del consumidor (da forma al mercado a través de sus
decisiones) y psicología del consumidor (su demanda tiene un fuerte
componente subjetivo). Para Katona (1968), la mayor parte de las
necesidades que buscamos satisfacer a través del consumo son un producto
social, creado a través de comportamientos aprendidos que condicionan
nuestras elecciones.
Es a partir de los años 80 del pasado siglo cuando surgen las
principales teorías y estudios sobre el consumo. Repasamos brevemente
algunos de esos enfoques:
1. El consumo como sistema. El consumo se ha
convertido en un eje central de la organización política, económica y
social actual y es así indispensable en el funcionamiento de las
sociedades liberales contemporáneas. Su dogma principal es el de la
productividad, que busca la producción de bienes a un coste menor y que
es el mecanismo que permite, dicen sus defensores, el crecimiento
económico (interpretado en términos de PIB). “La oferta incrementada de
bienes más baratos, según el argumento neoliberal, crea su propia
demanda. En otras palabras, una caída de los precios resultantes de los
avances en productividad estimula la demanda de consumo para los bienes
que se están produciendo. Una mayor demanda a su vez estimula una
producción adicional, impulsando la demanda de nuevo, en un ciclo sin
fin de expansión de la demanda y consumo”, señala Rifkin.
2. El consumo como identidad. Ya lo apuntaba Ekins
en la definición sobre sociedad de consumo que hemos reproducido más
arriba, donde -también decían Anderson y Wadkins (1991) – la identidad
individual está directamente relacionada con lo que consume cada
persona, mientras que anteriormente su identidad estaba más ligada a su
papel como productor. Para Anthony Giddens, por su parte, el consumo es
al mismo tiempo una causa y una respuesta a la crisis de identidades que
emanan del pluralismo de comunidades, valores y conocimiento de una
sociedad post-tradicional.
3. El consumo como deseo. Para mantener los altos
niveles de consumo que requieren las sociedades modernas para funcionar,
el consumo debe ir más allá de las necesidades básicas y debe apelar al
deseo. “El consumismo describe una sociedad en la que mucha gente
formula sus objetivos en la vida en parte adquiriendo bienes que
claramente no necesitan para su subsistencia o para su vida social
tradicional” (Peter Sterns, 2001). Según John Ehrenfeld (2006), muchos
de nuestros deseos se han convertido en una especie de commodity -que en
inglés designa a las materias primas o los productos más básicos que
apenas tienen diferencias entre ellos- y nos han hecho creer ahora que
son necesidades básicas. Este tipo de consumo es además potencialmente
muy adictivo, avisa Ehrenfeld.
4. El consumo como un proceso global. El consumo ya
no es un fenómeno local y cada vez es posible encontrar de forma más
frecuente los mismos productos en diferentes partes del mundo. Las
multinacionales han sido el principal motor en este proceso que ha
llevado a la creación de grandes gigantes cuyas cifras de beneficios
superan con creces el PIB de buena parte de los países en los que
operan. Esto ha llevado además a un proceso de concentración y de
homogeneización creciente en la oferta de productos y servicios.
5. El consumo como persuasión. La publicidad y el
marketing se centran hoy en día en hacer creer al consumidor que
necesita los productos más nuevos para poder ser feliz, dice Lipovetsky
(1983). Los ejemplos son numerosos, aunque cabe destacar en España una
reciente campaña de Vodafone titulada ‘A qué huele lo nuevo’ en la que
se incitaba a comprar un móvil nuevo cada año.
6. El consumo como progreso. La mayor parte de
teóricos considera el consumo como el elemento definitorio de las
sociedades modernas. Desde principios del siglo XX, el consumo ha sido
visto como el principal elemento para conseguir el progreso (si las
sociedades no consumen, la economía se estanca) y ha sido impulsado por
gobiernos y organizaciones sociales con este fin. Sin embargo, esa
noción moderna de progreso está siendo muy cuestionada en los últimos
tiempos, sobre todo, por las cosmovisiones indígenas, como sucede en
América Latina.
…Y una reflexión final. El sistema capitalista nos
induce a la irresponsabilidad y el egoísmo y transmite constantemente
esa ideología a través del aparato publicitario. El desafío para la
Economía Social parece, entonces, superar esa subjetividad consumista
para evolucionar hacia comportamientos más responsables. Para pensar
estas cuestiones, recomendamos:
De homo consumus a homo responsabilus, de SETEM Comunitat Valenciana.
Bibliografía
Lipovetsky, Gilles (1983) La era del vacío, Francia, Collection Les Essais (n° 225), Gallimard.
Rifkin, Jeremy (1995) The End of Work: The Decline of the Global Labor Force and the Dawn of the Post-Market Era, Putnam Publishing Group.
Paul Ekins (1991) “A Sustainable Consumer Society: A Contradiction in Terms?”, International Environment Affairs, vol. 4, no. 4.
Katona, George (1968) La sociedad de consumo de masas. Madrid, Ediciones Rialp.
Anderson, L., Wadkins, M., (1991) Japan – A culture of consumption? Advances in consumer research.
Sterns, Peter (2001) Consumerism in World History: The Global Transformation of Desire, Nueva York y Londres, Routledge, Taylor & Francis Group.
fuente: aqui
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