En general y con el paso del
tiempo, cuando se piensa en las curas de la abuela afloran sentimientos
de nostalgia y ternura hacia una mujer que tenía remedios para
solucionar cualquier problema. En las últimas décadas, se ha comprobado
que muchos de los remedios que utilizaban las abuelas “antiguas”, por
tradición cultural, están justificados científicamente. Estos son solo
siete:
2. Sopa de ave para la fiebre o la falta de apetito. Son platos muy reconfortantes y altamente recomendables en caso de tener fiebre o dificultades para digerir los alimentos (da igual que sea verano). Las abuelas las cocían despacio, echaban gallina, huesos de pollo, verduras y luego añadían o no la pasta. Susana Monereo, jefa de servicio de Endocrinología del hospital Gregorio Marañón de Madrid, subraya: “Es una forma cómoda y agradable de ingerir proteínas fáciles de digerir y conseguir un efecto nutritivo”.
3. Plátanos para los calambres. Esta molestia tan desagradable suele aparecer cuando se pierden sales minerales, sobre todo potasio, por sudor o vómitos. “El plátano es una de las frutas más ricas en potasio, junto con la papaya o las nueces. La abuela lo sabía, y ahora ya sabe usted por qué Rafael Nadal come plátanos en sus partidos de tenis”, bromea Arturo Granero, jefe del área de secuelas de la mutua Fraternidad Muprespa.
4. ¿Le duele el estómago? Tome manzanilla.
En España existe una gran cultura y variedad de tisanas. Se pueden
tomar hervidas solo con agua, o mezcladas con leche, como ocurre con la
tila y el té. La manzanilla dulce es una de las plantas medicinales más
consumidas por sus múltiples propiedades que aportan bienestar general,
si bien destacan las digestivas. “Alivia los ardores, la indigestión y
otras molestias gástricas, pero no sustituye a ningún medicamento. Los
médicos naturistas la indicamos como protector gástrico y tratamiento de
la úlcera de estómago, tanto en infusiones como en el aceite esencial
de las flores de la manzanilla, la parte de la planta donde se encuentra
un compuesto antiulceroso llamado azuleno”, destaca Espejo. ¿Entiende
ahora por qué su abuela se ponía tan pesada con la tacita humeante?
Las compresas con vinagre durante 15 minutos al día son un remedio magnífico para tratar las heridas que no cicatrizan" (Ricardo Ruiz, médico, Clínica Ruber)
6. Friegas de alcohol para la fiebre elevada. Cuando los niños tenían fiebre muy alta y los antitérmicos no la bajaban lo suficiente, la abuela les daba friegas de alcohol de 90º, que actúa por el mismo mecanismo que los fomentos, solo que, esta vez, incluye masaje: el alcohol se evapora, refresca la piel y baja la fiebre. Según explica Granero, a veces, hay que incluso meter al niño en baños de agua fría, pero nunca de golpe. "Se llena la bañera con agua tibia hasta que cubra medio cuerpo del niño, por ejemplo, y se añade agua fría despacio para que se enfríe poco a poco y el crío vaya normalizando la temperatura”, matiza el doctor.
7. Compresas de vinagre para heridas rebeldes que no cicatrizan.
El vinagre (ácido acético) es uno de los aderezos que las abuelas
tenían más a mano. Posee múltiples propiedades y usos. "Las compresas
con vinagre durante 15 minutos al día son un remedio magnífico para
tratar las heridas que no cicatrizan. El vinagre es un excelente
antibiótico que elimina las bacterias que suelen infectar la piel de
forma inmediata, sobre todo, el estafilococo aureus y la pseudomona.
La Clínica Mayo de EE. UU. utiliza estas curas para ayudar a cicatrizar
todo tipo de heridas", apunta Ricardo Ruiz, jefe de la unidad de
Dermatología de la Clínica Ruber, de Madrid.
fuente: aqui
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