Desde pequeños nos han enseñado que
tenemos que usar la lógica, razonarlo todo. Hemos crecido aprendiendo a
usar el hemisferio izquierdo del cerebro para aplicar sus capacidades en
cada área de nuestras vidas. Pero, ¿qué sucede con nuestra parte
creativa, intuitiva y sensitiva? ¿Es, de verdad, un área menor dentro
del organismo perfecto que somos?
El cuerpo humano posee todas las
herramientas que necesitamos para desenvolvernos en el mundo. De manera
autónoma se encarga de digerir, latir o metabolizar, entre otras muchas
funciones. Cada pieza está en su sitio y cumple una función necesaria.
¿Por qué, entonces, consideramos que el área derecha de uno de los
órganos más importantes del cuerpo humano -el cerebro- es poco
importante?
La educación que hemos recibido, los
cánones sociales, las creencias de miles de personas nos llevan a pensar
que debemos usar la lógica antes de tomar una decisión sobre cualquier
asunto, y es cierto. Pero ésa es una verdad incompleta.
Antes de decidir también debemos tener
en cuenta lo que nos indican las emociones que se despiertan en nuestro
interior y la intuición y, después, usar la creatividad para idear
nuevas formas y maneras, más acordes con nuestro sentir personal.
La verdad de cada ser humano se encuentra en su corazón, porque en él está la luz que lo guía.
Miramos a nuestro alrededor y nos
descubrimos rodeados de personas que son profundamente infelices con sus
vidas; algunas de ellas, presas de la desesperación o de la amargura.
Se percibe una gran insatisfacción personal en el ambiente.
Buscamos remedio en las consultas de
psiquiatras y psicólogos que intentan encontrar la causa en nuestras
mentes, pero la causa de la infelicidad que nos adormece no está allí.
Se halla en la desconexión que existe dentro de nosotros mismos.
Desconectados de nuestras emociones, para no sentir.
Desconectados de nuestros deseos, para no frustrarnos.
Desconectados de nuestro corazón, para acallar la voz que, desde adentro, clama por un cambio en nuestras vidas.
Detrás del empeño de acallar la voz
interior se encuentra el miedo: ¿Y si no soy lo suficientemente válido?
¿Y si no sale bien lo que deseo? ¿Y si los demás me señalan con el dedo
por mostrarme diferente a ellos? ¿Y si pierdo lo que tengo?
Dudas y temores que nos apartan de
nuestra verdad, aquello que sentimos, deseamos e intuimos como cierto.
Las ideas que brotan en el interior para crear nuevas maneras, nuevos
caminos, nuevos retos, son cercenadas por la voz que hemos aprendido a
escuchar desde pequeños y que se impone por encima de cualquier otra
cuando llega el momento: Eso es una tontería. No saldrá bien. No es
posible. No tiene sentido…
¿Cuántas ideas hemos dejado en el camino?
Debemos aprender a usar nuestras
capacidades en armonía y equilibrio, lograr que trabajen en equipo,
permitiéndonos expresarnos tal como somos, confiando en lo que sentimos,
en nosotros mismos.
Si desconfío de lo que sé que es bueno
para mí y lo relego a un segundo plano, porque no es lo socialmente
correcto, fomento mi desconexión interior y empiezo a confiar más en lo
de afuera que en lo de adentro. Pero los demás no tienen mi verdad. La
tengo yo, y si no me escucho ni me atiendo estaré abonando el terreno
para la insatisfacción y el descontento.
¿Por qué desoír la voz del corazón y
silenciar las emociones? Las emociones son nuestro GPS. Nos indican el
rumbo constantemente. Aquello que me aburre o debilita mis fuerzas no es
mi camino. Lo que me entusiasma o me enardece sí lo es.
¿Qué sucedería en el mundo si todas las
personas se hicieran caso a sí mismas? ¿Existiría realmente tanta
desolación, tanta envidia, tanta infelicidad?
En todas las religiones se habla de la
inmortalidad, del alma, de la otra vida… Pero las hemos descartado
porque ninguna de ellas nos ofrece una idea clara de la verdad. No nos
dan respuestas válidas a las decenas de preguntas que nos hacemos si nos
paramos a pensar en el origen de la vida o en su sentido. Pero, si
todas coinciden en el mismo punto, en que tenemos un alma, ¿no será que
hay algo de cierto en ello?
Lo que yo creo es que tenemos un alma,
que es inmortal. Y esa alma posee todas las respuestas que necesitamos
en nuestras vidas para avanzar. Esa alma posee toda la sabiduría, todo
el conocimiento.
Es normal que, si vivimos apartados de
ella, desconectados de ella, el mundo se vuelva un lugar incomprensible
y, a veces, inhóspito.
El alma habita en el corazón. Por eso es
el corazón el que tiene todas las respuestas, el que conoce el camino,
el que dispone del mapa de ruta que nos devolverá la paz interior y la
felicidad que tanto anhelamos.
Existe una conexión directa entre el
corazón y el hemisferio derecho del cerebro, porque es a través de él
como el alma se expresa. Lo que intuimos, sentimos o ideamos en esos
momentos de inspiración o creatividad es la voz del alma mostrándonos el
camino.
Cuando avanzamos en la vida desoyendo
esa voz vamos a la deriva. El hemisferio izquierdo no posee el mapa de
ruta. El derecho, sí, porque está en contacto directo con el corazón.
¿Por qué no buscar el equilibrio entre
ambos? ¿Por qué no fomentar la comunicación interna antes de dar un paso
en el mundo? ¿No avanzaríamos así con más coherencia, con auténtica
cordura?
La parte lógica y racional es de gran
utilidad para desenvolvernos en la vida, pero lo es de verdad cuando
actúa al servicio de la voz del corazón, y no al contrario. Hacer caso,
únicamente, de la primera, sin tener en cuenta lo que indican las
emociones, nos conducirá exactamente hacia el lugar del que queremos
huir, porque tarde o temprano tendremos que ocuparnos de la
insatisfacción interna, que probablemente tomará la forma de tristeza,
rabia o depresión en el peor de los casos. Emociones. Pero emociones de
baja vibración.
¿Por qué no fomentar, mejor, las otras? Las que nos llevan a vibrar en la alegría, la satisfacción y la plenitud interior.
Si el camino que recorremos nos lleva
siempre al mismo callejón sin salida, ¿por qué no cambiar el rumbo? ¿Por
qué no darle una oportunidad a la voz del corazón?
Prestarle atención, confiar en ella,
hacerle caso, y utilizar nuestras maravillosas capacidades racionales
para abrirle camino a esa voz. Usarlas para encontrar el modo más
apropiado de llevar a cabo lo que nos pide el corazón.
Creo sinceramente que ése es el paso
evolutivo que más nos ayudará a recuperar los valores que hemos perdido,
y también la ilusión.
Por Alicia Sánchez Montalbán
Fuente: Un espacio para el Alma
fuente: aqui
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