domingo, 16 de agosto de 2015

Transformarse para mantener la esencia. Fábula.



Se dice que un río, después de un trayecto recorriendo montes y campos, llegó a las arenas de un desierto y, de la misma forma que había intentado cruzar otros obstáculos que había hallado en el camino, empezó a atravesarlo. Pero sucedió que se dio cuenta de que sus aguas desaparecerían en la arena tan pronto entrara en ella. Aun así, estaba convencido de que su destino era cruzar el desierto, pero no hallaba la forma de hacerlo. Entonces oyó una voz que decía:
-El viento cruza el desierto y también lo puede hacer el río.
-Pero el viento puede volar y yo no. Soy absorbido por las arenas.
-Si te lanzas con violencia como has hecho hasta ahora -continuó la voz-, no conseguirás cruzarlo. Desaparecerás o te convertirás en pantano. Debes dejar que el viento te lleve a tu destino.
-Pero ¿cómo es posible esto?
-Debes consentir ser absorbido por el viento.
Esta idea no era aceptable para el río. Él nunca antes había sido absorbido y no quería perder su individualidad.
 -¿Cómo puedo saber con certeza si una vez perdida mi forma la podré volver a recuperar?
-El viento cumple su función. Eleva el agua, la transporta a su destino y la deja caer en forma de lluvia. El agua vuelve nuevamente al río.
-¿Pero no puedo seguir siendo siempre el mismo río que soy ahora?
-Tú no puedes en ningún caso permanecer así -continuó la voz,- tu esencia es trasportada y forma un nuevo río.
El río no lo veía claro, pero tampoco quería ser pantano o desaparecer. Así es que, en un acto de confianza, elevó sus vapores en los acogedores brazos del viento, quien, gentil y fácilmente, lo elevó hacia arriba y lejos, volviéndole a dejar caer arriba de una montaña, muchos kilómetros más allá.
-Mi esencia es el agua, sea en el estado que sea. La transformación me ha permitido continuar siendo el mismo. Si no me hubiera trasformado me hubiera perdido.
Todos, como el río, debemos aceptar que es preciso cambiar y trasformarse para proteger y mantener nuestra esencia.
Emociones, las razones que la razón ignora.
Mercè Conangla, Jaume Soler y Laia Soler Conangla.
 
fuente: aqui

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