Telepizza nos dice que “su” secreto está
en la masa. Sin embargo, la fórmula del éxito de Telepizza no se
encuentra en la masa sino en las precarias condiciones de los
trabajadores, la baja calidad de sus ingredientes y una agresiva
publicidad de ofertas y promociones. Aunque, al “rey” de las pizzas a
domicilio le tambalean los cimientos, y después de una trayectoria
ascendente de éxito, acumula, desde hace siete años, números rojos. El
culebrón del cambio de manos de la propiedad de la empresa, hoy
controlada al 100% por el fondo de capital riesgo Permira, explica su
situación de bancarrota.
Una historia de éxito
Los orígenes de TelePizza se remontan a
1987, cuando Leopoldo Fernández Pujals decide, a los cuarenta años, dar
un vuelco a su trayectoria profesional y abrir una pizzería, que
incorpora una importante novedad: las pizzas no sólo podrán ser
consumidas en el establecimiento sino encargadas por teléfono y servidas
a domicilio sin coste añadido. Esto que ahora nos puede parecer de lo
más normal, a mediados de los 80 fue toda una novedad. Fernández Pujals
había “importado” la idea de Estados Unidos, donde este sistema
funcionaba desde hacía décadas.
Leopoldo Fernández Pujals había vivido
desde los trece años en Estados Unidos, donde inmigró desde La Habana
después de la revolución. Allí, había crecido, se había afiliado a los
Marines, combatido en la Guerra del Vietnam, cursado estudios de
finanzas, trabajado en la multinacional Procter & Gamble y después
en Johnson & Johnson, que le destinó al Estado español, en 1981,
como director de marketing. En sus inicios, de hecho, alternaba el traje
y corbata de las mañanas en la empresa norteamericana, con el delantal
de cocina por la tarde y la noche en la pizzería. Su objetivo:
implantar, aquí, y sacar tajada del negocio de la comida rápida a base
de pizzas. Así, nació Telepizza. En el capital inicial, él era el socio
mayoritario, seguido de su hermano Eduardo y otros accionistas
minoritarios.
La empresa creció como la espuma. Si en
1990, se contabilizaban 18 pizzerías, en 1995 ya eran 245 y a finales de
los 90 sumaba un total de 767, tanto en el Estado español como en el
extranjero. La expansión de Telepizza combinó la apertura de
establecimientos propios, un 40%, y franquicias, un 60%, lo que
posibilitó un crecimiento muy rápido. Además, el sistema de franquicias
permitió la apertura de nuevas tiendas sin necesidad de inversión
inicial por parte de la compañía. Así, nuevas pizzerías abrieron,
primero, en las ciudades más grandes como Zaragoza, Vigo, Santander,
Bilbao, Alicante, Valladolid, Málaga… y, después, en otras de tamaño
medio.
En menos de diez años, Telepizza se convertía en la segunda empresa de fast food en
el Estado español, por detrás de McDonald’s, y la primera en el reparto
de pizzas. Por aquellos tiempos, en 1995, un “golpe de estado”
destituyó a Leopoldo Fernández Pujals de la presidencia, un golpe
fraguado por su hermano y otros pequeños accionistas. Sin embargo, el
fundador de Telepizza no se rindió y, un año más tarde, después de
pactar con el BBVA, que entraría a formar parte del accionariado de la
empresa, recuperó de nuevo su cargo de presidente.
Al mismo tiempo, la empresa salió a
cotizar, y exitosamente, en Bolsa, adquiriendo cadenas competidoras como
Pizza World y empezando un proceso de integración vertical incorporando
al negocio a varios de sus proveedores, desde la empresa de transporte a
los productores de queso. Se creó así un gran holding empresarial que
controlaba cada una de las fases del proceso, desde el acopio y la
elaboración de materias primas, con fábricas donde se elaboraban las
masas de las pizzas y el queso, pasando por la distribución de estas
materias a los establecimientos, hasta la elaboración de la comida y su
reparto. Un control total de la cadena, que le permitió reducir costes y
aumentar beneficios.
La clave del triunfo
¿Cuál es el secreto del éxito? A pesar
de que Telepizza nos venda que “el secreto está en la masa” y su
fundador Leopoldo Fernández Pujals se presente como un hombre hecho a sí
mismo, en realidad la clave del triunfo reside en un dominio completo
de la cadena, como veíamos anteriormente, desde la producción a la
entrega, en unas precarias condiciones laborales, en una baja calidad de
sus alimentos y en una publicidad agresiva de ofertas y promociones.
La carrera por ganar dinero, y
cuanto más mejor, ha llevado a la empresa a recortar cada vez más
derechos a sus trabajadores. Si en 1994, su plantilla formaba parte del
Convenio de Hostelería, a partir de ese año, y con el beneplácito de los
sindicatos mayoritarios, se creó un nuevo Convenio de Delivery, que
significó un retroceso en derechos consolidados. Se perdió una porción
importante del salario, una paga extra, el plus de festivos. Los
accionistas de la compañía pasaron a ganar más, la plantilla menos. Y,
así sucesivamente, en el 2000, se perdió el plus de antigüedad y el plus
de nocturnidad, en el 2001, el plus de transporte. Y aunque en el año
2000, como explica el sindicato CGT,
el Tribunal Supremo sentenció que los trabajadores del Telepizza debían
tener las mismas categorías y condiciones que los del sector de la
Hostelería, ni las direcciones de CCOO ni UGT (entonces los únicos
representantes de la plantilla) exigieron que se aplicara la sentencia.
En fin.
La presión laboral, para conseguir
mayores ventas, trabajar más horas…, y la represión a la organización
sindical son otra constante, como han denunciado sus trabajadores.
En octubre del 2010, un empleado de Telepizza de un establecimiento de
Zaragoza fue despedido, precisamente, por intentar crear un comité de
empresa. En enero del 2013, tres trabajadores de una tienda de Sevilla fueron despedidos,
también, por denunciar las malas prácticas de la compañía. Lo que ha
dado lugar a la organización de protestas ante varios establecimientos
de Telepizza en distintos lugares del Estado. En marzo del 2013,
Telepizza anunció el despido de 145 trabajadores, el cierre de cinco
establecimientos en Málaga, Sevilla y Madrid y la reducción del plus de
reparto. La crisis ha permitido apretar aún más las tuercas.
La empresa apuesta, asimismo, por
impulsar sindicatos amarillos, bajo su control, a la vez que divide a la
plantilla en una serie de categorías profesionales, para combatir la
organización sindical. Sus empleados denuncian
sueldos de 250€ a 350€ al mes, y como ahora los nuevos contratos son
solo de 24 horas mensuales y con un salario de 125€, a 5€ la hora. Su
plantilla está integrada mayoritariamente por menores de 25 años, muchos
estudiantes, y cada vez más padres y madres de familia en situación
precaria, y con miedo a perder el empleo. Aquí tienen la clave de su
éxito.
En la masa, tampoco está el secreto, o
sí. La baja calidad de sus ingredientes, en la carrera por conseguir el
máximo beneficio con un producto lo más barato posible y venderlo,
después, a un precio competitivo es la norma. El truco no está, en todo
caso, en la fórmula de la masa sino en su coste.
La revista Interviú lo dejó claro en un artículo, en 2008, donde analizaba la calidad de las pizzas de cuatro de las principales cadenas de fast food
que las sirven a domicilio, entre ellas Telepizza. Los análisis
concluían: “Altos niveles de colesterol, importante presencia de grasas
saturadas, las más perjudiciales para la salud, y un aporte calórico
excesivo; pocos ingredientes, y de muy mala calidad, y mucha masa; y, lo
que es peor, un estado higiénico deficiente en todas las muestras
analizadas”.
Según el laboratorio Quimicral,
encargado de realizar los análisis, las pizzas de dichos
establecimientos pueden considerarse “bombas calóricas”, con un aporte
de calorías excesivo, derivado de las grasas de unos ingredientes de
baja calidad, a menudo sucedáneos de lo que dicen ser, desde el bacón a
los preparados de queso y carne. En las pizzas analizadas, el
ingrediente principal era la masa, entre un 50 y un 66%, en detrimento
de otros más caros, lo que favorece un mayor beneficio económico para la
compañía a costa del cliente.
La publicidad agresiva de ofertas y
promociones es otro de los recursos más utilizados: “Disfruta con el
triple de Telepizza. Tres medianas a 7€ cada una. ¡Pídelas ya!” o “Dos
por una a domicilio”. Nos hacen creer que compramos barato, sin embargo
al final de cuentas, y con todo lo consumido, el total suma bastante más
de lo imaginado. La última ofensiva ha sido la pizza a 1€, llevada a
cabo en días muy concretos y que ha permitido multiplicar por seis la
facturación. En 2013, dicha promoción registró más de dos millones de
pizzas vendidas.
A parte, ¿qué modelo de alimentación se
promueve? Como decía el facebook de Telepizza: “Esta noche… ¡pasa de
cocinar!”. Se trata de una comida fast food, donde lo único que
parece importar es comer rápido y barato. La calidad de lo que comemos,
saber de dónde viene el producto, cómo se ha elaborado, dar valor a
nuestra alimentación, no cuenta. Y en todos estos aspectos la “receta”
de Telepizza es la misma que Pizza Hut, Domino’s Pizza, Pizza Móvil, Voy
Volando, etc.
El declive: en manos del capital riesgo
Volviendo a la historia de
Telepizza, en 1999, su fundador y máximo accionista Leopoldo Fernández
Pujals optó por dejar la empresa, vender su participación por 300
millones de euros y “dedicarse en cuerpo y alma -como afirmó- a difundir
las maldades del régimen castrista en Cuba”, al frente de la fundación
Elena Mederos, que él mismo había fundado. Años más tarde, en 2004,
regresaría a la primera línea de la escena empresarial adquiriendo el
24,9% de Jazztel y, así, su presidencia. Allí aplicaría, una vez más, la
fórmula de siempre: máxima precariedad, máximos beneficios. Como
reconoció en una entrevista con El Mundo (13/03/2005): “Soy un capitalista como la copa de un pino -y añadió- pero tengo mentalidad social”. Me pregunto qué mentalidad social.
Siguiendo con Telepizza, Leopoldo
Fernández Pujals vendió su participación a un grupo de accionistas
encabezados por Pedro y Fernando Ballvé, dueños de la multinacional
cárnica Campofrío, y Aldo y José Carlos Olcese, propietarios junto a los
Ballvé de Telechef, una cadena de comida rápida a domicilio de
bocadillos, hamburguesas, etc., y competidora de Telepizza.
Curiosamente, fue Lehman Brothers quien facilitó la gestión para que los
dueños de Campofrío adquirieran Telepizza. Pedro Ballvé, presidente de
Campofrío, pasó, de este modo, a asumir la presidencia de Telepizza,
Campofrío se convirtió en la principal proveedora de ingredientes para
sus pizzas, y la marca Telechef quedó subsumida en la cadena que pasó a
ofrecer a sus clientes, también, bocadillos, hamburguesas, perritos
calientes y platos combinados.
En 2006, su presidente Pedro Ballvé
acudió al fondo de capital riesgo británico Permira para recapitalizar
la empresa, que, a pesar de su éxito a finales de los 80 y principios de
los 90, se había convertido, después de su entrada en Bolsa, en pasto
de la especulación bursátil. Ambos lanzaron una OPA sobre las acciones y
obligaciones convertibles de Telepizza, haciéndose, de este modo, con
el control total de la empresa, y sacando la compañía del parqué
bursátil. En 2012, Pedro Ballvé vendió su participación a Permira, quién
pasó a controlar el 100% de Telepizza.
El objetivo de Permira era
permanecer durante cinco o seis años en Telepizza para después venderla o
sacarla a Bolsa y ganar dinero. Un patrón que hemos visto seguir a
otros fondos de capital riesgo y fondos buitre, como Apax Partners y Oaktree con Panrico.
Permira, por cierto, es propietaria también de Edreams, Cortefiel y los
supermercados Dinosol. Sin embargo, los pronósticos no se cumplieron.
Hay que tener en cuenta que cuando la firma de capital riesgo adquirió
la empresa, la endeudó para llevar a cabo dicha operación, y esto
provocó la difícil situación económica actual. Ahora, Permira busca
vendedor para Telepizza para eludir la quiebra.
El problema de la cadena de distribución
de pizzas a domicilio no es operativo sino de deuda. En el 2012, por
ejemplo, sus ventas crecieron un 0,9%, hasta los 351 millones de euros.
El lastre reside en el endeudamiento que tiene la empresa, y que
adquirió cuando el fondo de capital riesgo Permira la compró y le
traspasó la deuda asumida por su compra. Una operación de manual. Ahora,
el estancamiento del consumo dificulta, mucho más de lo previsto, el
rendimiento de la operación. ¿Quién paga las consecuencias? Como hemos
visto anteriormente, la plantilla, que ve recortados sus derechos. La
usura y la avaricia de unos pocos, significa dolor y sufrimiento para la
mayoría.
Visto lo visto, el secreto de Telepizza no está en la masa.
*Artículo en Público.es, 22/04/2014.
fuente: aqui
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