Las
flores y las plantas son tan caras que se han convertido en un lujo que
sólo unos pocos pueden seguir permitiéndose en estos tiempos
difíciles.
Es una pena,
porque un interior con flores proporciona paz y alegría. Lo natural es
vivir rodeados de plantas, y no de cemento, pintura, plástico, madera
barnizada y aparatos eléctricos.
Además,
tener plantas y flores en casa es bueno para la salud; algunos tipos de
plantas tienen virtudes descontaminantes y contribuyen en gran medida a
sanear la atmósfera que respiramos.
El interior se encuentra de 5 a 10 veces más contaminado que el exterior
El
Observatorio de la Calidad del Aire en los Hogares es un organismo
público francés que ha llevado a cabo un extenso estudio sobre esta
materia; su conclusión ha sido que el 10% de las viviendas están muy
contaminadas, siendo mayor la contaminación química en el interior que
en el exterior. El 30% de los hogares presentan simultáneamente de 3 a 8
contaminantes en grandes cantidades, debido a productos de limpieza,
aparatos de calor, tabaquismo o ácaros.
El
más común es el formaldehído, un gas peligroso por su poder irritante y
alérgico. En 2004, la Agencia Internacional para la Investigación del
Cáncer (IARC en sus siglas en inglés) lo clasificó como claramente
cancerígeno para el hombre. Según sus estudios, el formaldehído está
presente en productos de limpieza y detergentes domésticos, champús,
ambientadores, alfombras, geles de ducha, muebles de madera aglomerada,
pinturas de interior, revestimiento de suelos, etc.
No obstante, existen otros muchos contaminantes interiores, conocidos por el nombre de “COV” (Compuestos Orgánicos Volátiles).
Los contaminantes que nos rodean en casa
Aparte del formaldehído, muy común, los detergentes y disolventes también pueden emitir tricloroetileno y xileno.
Los
pegamentos y colas, incluidos los utilizados para pegar tanto el parqué
como la moqueta, también pueden emitir xileno y tolueno.
Las
botellas y otros objetos de plástico pueden ser una fuente de benceno;
los muebles barnizados, de pentaclorofenol; las pinturas, de xileno y,
si alguien fuma en casa, es probable que respiremos amoníaco.
Aun
a riesgo de repetirme, quiero dejar claro que, salvo en los plásticos,
todos estos componentes orgánicos volátiles se encuentran presentes a la
vez que el formaldehído.
El avance
experimentado por las técnicas de aislamiento hace que los gases se
queden cada vez más tiempo atrapados en las habitaciones. Sabiendo que
pasamos como mínimo el 80% del tiempo en interiores, se podría explicar
que el número de alergias respiratorias se haya duplicado en 20 años.
No todos los contaminantes son igual de nocivos
La peligrosidad de los COV varía de unos a otros, ya que entran en juego numerosos factores.
Por
un lado, no todos los contaminantes son igual de nocivos; por otro, la
duración y frecuencia de exposición a los contaminantes varía mucho y,
por último, no todos los individuos reaccionan igual ante ellos. A
algunas personas, como pueden ser los niños, las personas enfermas o las
alérgicas, les afectarán más que a otras.
Para
los científicos es muy fácil conocer los efectos de los COV sobre la
salud cuando la exposición a los contaminantes es corta y en dosis
altas. Por el contrario, resulta mucho más complicado determinar sus
efectos con exactitud cuando la exposición es muy prolongada y cuando
hay muchos contaminantes que se presentan difusos y poco concentrados.
Esta
exposición a los contaminantes puede provocar desde molestias leves a
infecciones graves. Entre los síntomas moderados destacan la irritación
de nariz, ojos, piel y laringe, así como una sensación de malestar o
fatiga crónica.
Entre las afecciones
más graves se encuentran alteraciones de diversos órganos y sistemas
con afectación de riñones, corazón, pulmones, hígado y aparato
digestivo.
El sorprendente descubrimiento de la NASA sobre las plantas
Cuando
en 1973 los equipos de la NASA (la agencia espacial norteamericana)
recuperaron el Skylab 3, una cápsula tripulada enviada al espacio,
descubrieron que contenía más de un centenar de COV potencialmente
dañinos para los astronautas.
Por
ello se decidió estudiar la manera de purificar el aire del interior. El
Dr. Wolverton era especialista en contaminación y métodos de limpieza
mediante algunas plantas y había llevado a cabo investigaciones sobre la
limpieza de la contaminación provocada por armas bacteriológicas en la
que había comprobado que las plantas de los terrenos pantanosos de
Florida podían eliminar el “agente naranja” (introducido accidentalmente
en las aguas locales tras varios ensayos realizados por el gobierno en
la base de la Fuerza Aérea Eglin).
Tras
este éxito, continuó con sus investigaciones en el Stennis Space Center
de la NASA (el antiguo Mississippi Test Facility), donde ultimó el uso
de plantas para la limpieza de las aguas utilizadas en los centros de la
Agencia. El sistema que ideó para reemplazar las fosas sépticas
tradicionales por recipientes llenos de jacintos todavía se sigue
utilizando en la actualidad.
Después
de estos experimentos comenzó a estudiar las propiedades
descontaminantes de las plantas sobre el aire y, en especial, sobre los
COV: amoníaco, benceno, formaldehído, monóxido de carbono,
pentaclorofenol, tolueno, tricloroetileno, xileno… De hecho, en aquella
época todos estos compuestos ya eran conocidos por sus efectos
irritantes y su potencial cancerígeno.
El
Dr. Wolverton creó un espacio cerrado, del tamaño de una habitación,
perfectamente aislado, en el que introdujo juntos tanto COV en una dosis
elevada como quince macetas. Al comienzo del experimento, al entrar en
el edificio se experimentaba una sensación de quemazón en los ojos, así
como una molestia respiratoria, los dos síntomas clásicos del “síndrome
del edificio enfermo”. Pero gracias a estas plantas, los COV iban
desapareciendo, hasta que la mayor parte de ellos quedaba eliminada y se
podía volver a entrar en la habitación sin sufrir las molestias
anteriores.
Cómo purifican el aire las plantas
Los
contaminantes penetran en la planta a través de las hojas gracias a
unos orificios llamados “estomas”. Los estomas sirven para que las
plantas respiren y puedan realizar la fotosíntesis y la regulación
hídrica. Mediante ellos se producen los intercambios de gas entre la
planta y la atmósfera. Los COV, muy volátiles y de poco peso molecular,
tienen la capacidad de penetrar en los estomas y, una vez dentro, entran
en contacto con el agua que recubre las paredes. Al pasar a estado
líquido, entran en las células para ser metabolizados, o bien
almacenados.
Los contaminantes
también pueden simplemente depositarse en las hojas. Entonces entran en
contacto con la cutícula, una capa cerosa que protege la planta. De ahí
pueden migrar hacia el interior de las hojas. (1)
¿Qué plantas hay que elegir?
La azalea ayuda
a reducir el nivel de xileno, amoniaco y monóxido de carbono. Debe
colocarse sobre todo en la cocina y en el baño, donde es más frecuente
que aparezcan este tipo de contaminantes. La azalea, dicho sea de paso,
tiene también la ventaja de ser el más elegante de los arbustos (al
menos a mí me lo parece).
La hiedra,
muy fácil de conservar, absorbe el formaldehído, el benceno y el
tricloroetileno. Ponga un tiesto en su oficina, el dormitorio o el
salón.
Los crisantemos descomponen
el amoníaco, el benceno, el formaldehído, el monóxido de carbono y el
tricloroetileno. ¡Se pueden poner en todas partes!
El ficus, una planta a prueba de bombas, también absorbe el amoniaco, el formaldehído y el xileno.
La
azalea, la hiedra, el crisantemo y el ficus son solamente cuatro
ejemplos de plantas descontaminantes. Pero hay muchas más (como el aloe
vera, el photos, la orquídea o el helecho) cada una de ellas
“especializada” en unos tipos u otros de contaminantes), que podrá
elegir según sus gustos personales y los contaminantes que quiera
eliminar.
¡A su salud!
Extraido de la web: Tener Salud
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