Investigando acerca de la Verdad, desde cualquier aspecto que la miremos, nos abrimos al todo. Esto especialmente sucede si el tema es la conciencia porque aunque parezca que la conciencia es algo muy abstracto y alejado de lo real, conciencia es todo, es aquello de lo que todo está hecho. Si queremos saber qué es la realidad, qué es la Vida y de qué estamos hechos nosotros, para actuar en armonía, tenemos que saber que la realidad está hecha de conciencia que es el acto de darnos cuenta. Aquello por lo que nos damos cuenta es el trasfondo de que está hecha la realidad.
Nos acostumbramos a pensar que la realidad es algo que está fuera de nosotros, un objeto externo. Pero lo que crea ese objeto, lo que lo construye, es el acto de darse cuenta. En nuestra conciencia de vigilia nos parece que lo real es lo que se proyecta en la vida y el "darse cuenta" es algo que sin saber como, refleja la realidad, algo que se nos escapa. Es todo lo contrario. Conciencia es la realidad que se manifiesta fuera en mil situaciones y formas a las que llamamos nuestra vida. El que hagamos esta inversión tiene enormes consecuencias en nuestra existencia. Es un error que nos hace vivir de una manera equivocada.
Si siento que vivo más intensamente, que mi vida tiene más realidad, más autenticidad, pienso que la causa es algo de fuera. Algo atrae mi atención, me hace estar más consciente y considero causa a ese algo de la felicidad que siento; pero si me noto más vivo, es porque he intensificado mi conciencia y no porque ese objeto que tengo delante sea verde o rojo, o porque esa persona sea simpática o no lo sea. He creado una condición en mi mente. He condicionado mi estado interno de mantenerme despierto, alerta, a una cosa o situación externa que me produce satisfacción. Intensificamos la conciencia de una manera condicionada. Esto se aprovecha muchísimo en la vida diaria, como lo hace la propaganda, poniendo delante cosas que susciten la atención y creen condiciones de agrado y bienestar. Lo que me interesa me hace sentir muy bien. Lo que no me interesa no pongo atención en ello. Pero me parece que no es interesante por una idea en mi mente. La vida entera es interesante si nos damos cuenta de qué es la conciencia, si la vemos de dentro a fuera. Pero como la vemos al revés condicionamos nuestros estados internos a las realidades exteriores y creamos las condiciones de acuerdo con ideas que tenemos en nuestra mente. Ideas que algunas veces coinciden con las de otras personas y otras son peculiares de cada uno.
Estas ideas condicionantes de nuestra mente surgen en ella de acuerdo con unas valoraciones o normas, adquiridas por la experiencia del pasado por lo que hemos oído a otros, o nos han impuesto, pero nunca como consecuencia de la verdad. La verdad funciona de otra manera. Cuando nosotros descubrimos la verdad, no nos condiciona, la verdad nos libera. Amplía nuestra conciencia. Cuando una cosa, persona o situación nos interesa, se intensifica nuestra conciencia pero no se amplía, se intensifica porque ponemos en ello atención y nos sentimos más vivos, no nos aburrimos, pero siempre de acuerdo con un condicionamiento, la idea mental que tengamos sobre esa cosa, persona o situación. Lo que he hecho es intensificar la conciencia pero no ampliarla. La he limitado. La consecuencia de esto es que me he atado a eso, que no soy libre. Las próximas veces, cuanto más veo las cosas con la idea equivocada de que para ser feliz necesito de ellas, estaré condicionándome más y más en esa dirección. La verdad tiene el efecto opuesto, intensifica la conciencia pero no la limita hacia un objeto particular, sino que la amplía dirigiendo la atención hacia la totalidad. No se concentra la mente en un punto, se abre al infinito.
Esta es la verdadera atención: estar abierto de una manera realizadora, abierto a lo total, tanto que la vida pueda crear a través de nosotros, expresando en cada momento algo nuevo. Al descubrir los verdaderos valores, los que son expresión de la conciencia profunda, los diferenciamos de los otros, de los que son cualidades cambiantes. Y con independencia de ellos sentiré que soy fuerza, amor, belleza, armonía; a pesar de mi debilidad, de mi estatura, de mi falta de dinero, etc. Comprendo, veo, me doy cuenta de que hay una Inteligencia que está dando fuerza a mi vida, y con independencia de esas formas, esa Inteligencia está ahí y yo siento que soy esa Inteligencia. Con la atención en la totalidad esos valores absolutos se van expresando porque lo que hace que se limiten y condicionen es la atención particularizada a las representaciones externas de ellos.
Si estamos acostumbrados a que nuestra conciencia se intensifique solamente ante aquello que nos interesa o gusta, según unas ideas que han ido calando en nuestra mente a lo largo de la vida, veamos la manera de ampliar la conciencia por algo que valoramos, algo de primera mano, lo que nos interesa de verdad que es ser, tener energía, claridad y belleza en la vida. Estos valores que todos los seres humanos intuimos en el silencio, son los verdaderos móviles para el despertar de la atención.
La ampliación de la conciencia, la atención auténtica es todo lo contrario a la concentración: se produce de una manera espontánea y natural, en el silencio y la quietud de la mente. Todo lo verdadero es espontáneo y sencillo. Lo originario, lo que está en lo profundo de la conciencia es siempre natural y sencillo.
Si la atención es justo ese darse cuenta, ese ampliar la conciencia, ¿cuándo ampliamos la conciencia? Cuando intuimos que somos amor, belleza... La verdadera atención se produce de esta manera: descubro una verdad, cuando me intereso por ella, y cuando estoy pendiente de esa verdad porque intuyo que es esencial, entonces mi conciencia se amplía. No tengo que hacer nada más. Intuyo que soy amor, que no depende de las condiciones, libre de todo condicionamiento y la conciencia se amplía en esta verdad. Así voy abarcando más y más, descubriendo las verdades y manteniendo mi atención en darme cuenta de ellas, porque me interesa profundamente, porque las amo.
El amor es la atracción a la unidad. Cuando amo la verdad en la situación de cada instante, y la contemplo, con independencia de como se manifieste, mi conciencia se está ampliando, me estoy dando cuenta de cuales son mis verdaderos valores. Y si me mantengo en esa actitud, descubro lo que es vivir en plenitud sin depender de lo que suceda.
Esto no quiere decir que no me importe lo que esté sucediendo, bueno o malo, sino que teniendo la vivencia interior, puedo vivir lo exterior acompañado de esa Presencia que está en mí. Puedo sentir que algo está mal en una zona limitada, es obvio, pero no me identifico ya con eso, porque en lo profundo estoy en un estado de plenitud, de libertad y desde allí vivo la situación particular adecuadamente.
No es así como funcionamos. En el momento en que nos sucede algo desagradable ponemos en ello nuestra atención, nos desesperamos y sufrimos, pero cuando pasa un poco de tiempo, o mucho, eso se olvida y nuestra atención la coge otro suceso, desapareciendo esa desesperación. El cambio de nuestra atención cambia nuestros estados afectivos y emocionales. Aquí podemos investigar qué es lo que hacemos con la realidad: estamos dando realidad a aquello en lo que ponemos o concentrarnos nuestra atención.
Seamos, pues, inteligentes y no demos realidad absoluta a ninguna cosa, ya que todas son relativas y cambiantes. Demos sólo realidad a esa atención que viene del fondo, a esa Presencia interna y dejemos que en esa atención, en esa conciencia, se vayan manifestando y expresando todas las cosas que sirven para hacernos aprender. Todo lo que sucede nunca es casual. Absolutamente todos los acontecimientos son expresión de la Inteligencia, todos son expresión de ese movimiento, los más desagradables, los que creemos que no nos corresponden, todos.
Práctica: Abrirse a lo desconocido
Para dar paso al silencio tenemos que dejarlo todo. Nos parece que nos quedamos en silencio y no encontramos ahí nada, porque estamos esperando encontrar sensaciones, emociones e ideas. Soltando las sensaciones agradables y desagradables, las emociones positivas y negativas y toda clase de ideas o juicios, me abriré al silencio desconocido. Dejaré de dar realidad a ese mundo hecho de ideas y descubriré la realidad que me realiza en el silencio creador. Simplemente dejaré lo conocido para abrirme a lo desconocido.No buscaré nada, porque todo lo que busque lo buscaré a través de ideas. No me esforzaré en nada, porque todo esfuerzo supone la idea de un yo que quiere afirmarse. Dejaré que las cosas sean lo que son, que las sensaciones aparezcan y desaparezcan en la superficie de mi conciencia, que los pensamientos atraviesen mi mente pensante. Y me mantendré sin nada, a la expectativa de lo real desconocido, despierto, alerta a este instante de conciencia lúcida. La plenitud está en lo real y lo real sólo aparece en este instante presente.
Escucho el silencio, y al escuchar se borran los pensamientos, los recuerdos, las experiencias pasadas y las deseadas para el futuro. Este silencio lo borra todo. Y el cristal de mi mente queda limpio, transparente para reflejar la luz. El silencio suaviza todas las estrías puntiagudas del psiquismo egocentrado, deshace todos los nudos emocionales haciendo desaparecer la angustia y la preocupación de la ambición y el miedo. Escucho el silencio y me descubro libre, libre desde dentro, libre para vivir la plenitud que soy.
Cuando ya no busco ninguna alegría en particular me encuentro con la alegría total, cuando ya no busco ninguna satisfacción, descubro la felicidad plena. La presencia de lo real se empieza a sentir en la paz de este silencio. Permanezco así, lúcido, escuchando, contemplando y el silencio se va creando y me va creando. Descubro esa plenitud desconocida en la quietud callada de mi conciencia despierta.
fuente: aqui
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