En esta entrada, de nuevo vamos a
recoger varios estudios actualizados sobre eficacia y seguridad de
psicofármacos, en esta ocasión sobre fármacos antidepresivos.
Recientemente, los periódicos The Guardian y El País han
iniciado una gran encuesta sobre experiencia de la gente con los
antidepresivos, en relación con los debates abiertos sobre su eficacia y
posible sobreutilización. Aunque plantear el tema y someterlo a debate
público es sin duda interesante, nuestro afán científico vería mejor que
una encuesta, si lo que se trata es de saber si los antidepresivos
funcionan, algo como un metaanálisis de estudios comparando
antidepresivos y placebo, tanto publicados como no publicados, para
evitar sesgos. Eso sí que daría buena información…
¡Anda! Pero si resulta que tales metaanálisis ya han sido realizados, como ya comentamos aquí.
Y sus resultados dejan clara la falta de eficacia superior al placebo,
excepto en casos de depresiones graves (es decir, y por aclarar, los
antidepresivos funcionan, pero igual que lo hace el placebo). Y ya nos
gustaría que los antidepresivos fueran eficaces para tanto dolor y
malestar como hay y para el que son prescritos, pero nos parece que los
datos independientes y completos no van por ahí…
De todas maneras, como la investigación
sigue avanzando y hay que estar actualizado a la hora de prescribir,
hemos resumido a continuación algunos estudios recientes sobre el tema,
enlazando el artículo original para que pueda consultarse si se desea:
En octubre de 2013 se publicó en la revista Diabetes Care
una revisión sistemática sobre el riesgo de diabetes tipo 2 asociado
con tratamiento antidepresivo. Los resultados indicaron que había
evidencia de que el uso de antidepresivos se asociaba con diabetes tipo
2. No se estableció la causalidad, algunos antidepresivos se
relacionaron con empeoramiento en el control glucémico, particularmente
con altas dosis y largas duraciones del tratamiento, mientras que otros
se relacionaron con mejoras en el control, y todavía más con resultados
mixtos. Los más recientes y grandes estudios, sin embargo, sugieren un
efecto modesto. La conclusión del trabajo es que aunque existen
evidencias de que el uso de antidepresivos puede ser un factor de riesgo
independiente para diabetes tipo 2, se requieren estudios prospectivos a
largo plazo de los efectos de los antidepresivos individuales, más que
de efectos de clase. Una vigilancia intensificada de los potenciales
riesgos es necesaria hasta que dichos estudios se completen. El artículo
está disponible aquí.
El American Journal of Psychiatry
publicó en septiembre de 2013 un trabajo sobre el uso a corto plazo de
inhibidores de la recaptación de la serotonina y el riesgo de hemorragia
gastrointestinal alta. Un total de 5.377 pacientes con hemorragia
gastrointestinal alta fueron incluidos en el estudio. Las conclusiones
indicaron que el uso a corto plazo de ISRS (de 7 a 28 días) está
significativamente asociado con hemorragia gastrointestinal alta. Pueden
existir diferencias de género en la relación entre uso de ISRS y
hemorragia gastrointestinal alta, habiéndose visto un riesgo elevado de
hemorragia tras exposición a ISRS en pacientes masculinos pero no en
femeninos. Los médicos, dice el estudio, deberían monitorizar
cuidadosamente signos de hemorragia gastrointestinal alta, incluso tras
exposición a corto plazo a ISRS, como se hace con antiinflamatorios no
esteroideos y aspirina. Pueden encontrar el artículo aquí.
La revista Frontiers in Integrative Neuroscience
aceptó para publicación un artículo en agosto de 2013 donde planteaba
si el aprendizaje por feedback negativo en pacientes con trastorno
depresivo mayor es atenuado por antidepresivos ISRS. Se evaluaron tres
grupos de sujetos: pacientes con depresión mayor sin tratamiento,
pacientes con depresión mayor tratados con el ISRS paroxetina y un grupo
control. Los pacientes con trastorno depresivo mayor y tratamiento con
ISRS aprendieron significativamente peor por feedback negativo (castigo)
que los otros dos grupos, mientras que para el feedback positivo
(recompensa) no hubo diferencias entre los pacientes deprimidos con y
sin tratamiento. Según los autores, el estudio sugiere que los
antidepresivos ISRS empeoran el aprendizaje por feedback negativo. El
estudio puede leerse aquí.
En septiembre de 2013 se publicó en el British Journal of Psychiatry
una revisión sistemática y metaanálisis de estudios aleatorizados
publicados y no publicados sobre eficacia y aceptabilidad de
agomelatina. Como señala el trabajo, se han publicado revisiones sobre
el tema que no han sido sistemáticas señalando la eficacia del fármaco,
pero en ésta sí se han incluidio todos los estudios disponibles, tanto
publicados como no publicados. El metaanáliss incluyó 13 estudios, de
los cuales 7 no habían sido publicados. El tratamiento a corto plazo con
agomelatina supuso una ventaja de -1,51 puntos en la escala de Hamilton
(que, recordamos, tiene un total de 54 puntos y para la que el NICE
británico considera significación clínica un mínimo de 3). No se observó
diferencia entre agomelatina y placebo en los estudios de prevención de
recaídas. Análisis secundarios de eficacia mostraron una eficacia
significativa de agomelatina sobre placebo en respuesta pero no en
remisión. Ninguno de los estudios con resultados negativos para
agomelatina se publicó. La conclusión es: encontramos evidencias
sugestivas de que una diferencia clínicamente importante entre
agomelatina y placebo en pacientes con depresión mayor unipolar es
improbable. Hubo evidencia de un sesgo de publicación sustancial. Pueden
encontrar el artículo aquí.
La revista Psychological Medicine
publicó en septiembre de 2013 un artículo donde examinaron los
resultados longitudinales de individuos con trastornos depresivos,
ansiosos y por abuso de sustancias (trastornos mentales no psicóticos)
que no habían recibido previamente ningún tratamiento. Se tomó una
muestra de 34.653 adultos que fueron entrevistados dos veces, con 3 años
de diferencia, valorándose los trastornos depresivos, ansiosos y por
abuso de sustancias, el uso de servicios de salud mental y la calidad de
vida en los dos puntos temporales. Los resultados indicaron que
aquellos individuos con trastornos del tipo mencionado que no habían
recibido previamente tratamiento tenían significativamente más
probabilidad que los que sí lo habían recibido de tener remisión de su
trastorno sin tratamiento posterior, de estar libres de trastornos
comórbidos y de no haber intentado suicidarse durante el período de
seguimiento de 3 años. La conclusión de los autores es que los
individuos con un trastorno depresivo, ansioso o por abuso de sustancias
no tratado en la línea base tienen una probabilidad sustancial de
remisión sin ninguna intervención posterior. Lo pueden leer aquí.
La Agencia Europea del Medicamento
valoró en 2009 la desvenlafaxina como nuevo antidepresivo y no aprobó
su comercialización (sin embargo, España recientemente sí ha aprobado su
uso a pesar de dicho informe negativo). El informe de la EMA es
bastante claro al respecto y vamos a recoger sus puntos principales: El
riesgo-beneficio de desvenlafaxina no es positivo. La documentación
global de eficacia no es convincente. En comparación con el componente
madre, venlafaxina, desvenlafaxina parece menos efectiva con un perfil
de seguridad y tolerabilidad similar. El valor clínico de tal producto
está en cuestión por: la evidencia con respecto a eficacia a corto plazo
es considerada insuficiente en los estudios realizados; el
mantenimiento del efecto no se demostró en el rango de dosis propuesto;
el número de personas mayores incluidas en los estudios no es suficiente
para demostrar eficacia y seguridad en pacientes mayores de 65 años y
no es suficiente para determinar la dosis adecuada en este grupo de
edad. La conclusión del informe, que pueden leer completo aquí, fue: el balance riesgo-beneficio global de desvenlafaxina es negativo.
La revista Stroke publicó un
artículo en febrero de 2013 sobre el uso de ISRS tras ictus y el
resultado clínico en pacientes con ictus isquémico. Las conclusiones
señalaron que el uso de ISRS tras un ictus isquémico se asoció con un
más bajo riesgo de nuevos eventos cardiovasculares y también con un
riesgo incrementado de sangrado. Hubo un aumento en la mortalidad entre
los usuarios de ISRS, el cual puede estar relacionado con el riesgo
incrementado de sangrado. El estudio puede consultarse aquí.El British Medical Journal
publica en diciembre de 2013 un artículo titulado: “Medicalizando la
infelicidad: la nueva clasificación de la depresión pone en riesgo a más
pacientes de ser tratados farmacológicamente de lo cual no se
benefiarán”. Plantean los autores que el nuevo DSM 5 expande la
categoría de depresión mayor, permitiendo su diagnóstico sólo dos
semanas después del inicio de un duelo, y recuerdan que las tasas de
prescripción de antidepresivos se han doblado en el Reino Unido entre
1998 y 2010 y que en USA, el 11% de la población mayor de 11 años está
tomando antidepresivos. Afirman que convertir el duelo y otros
estresores vitales en trastornos mentales representa una intrusión
médica en las emociones personales, añadiendo medicación innecesaria y
aumentando los costes, y distrayendo la atención y los recursos de
aquéllos que realmente los necesitan. Los autores señalan también que
los pacientes con depresión leve o duelo no complicado usualmente tienen
un buen pronóstico y no necesitan tratamiento farmacológico. Los
clínicos deberían poner el foco en identificar personas con depresiones
moderadas a severas y suficiente disfunción para requerir tratamiento.
Lo pueden leer aquí.
El objetivo de esta entrada es publicitar estudios recientes sobre
fármacos antidepresivos que, como otros previos, contribuyen a deshacer
esa falsa imagen de inocuidad que nos fue vendida y durante bastante
tiempo creímos. Los antidepresivos que usamos están lejos de ser
inofensivos y deben prescribirse siempre valorando beneficios y riesgos.
Los riesgos están presentes y deben ser tenidos en cuenta, como
comentamos aquí. En lo referente a los beneficios, suele estar la opinión habitual del profesional que dice “yo lo mando y veo que funciona”,
lo que demuestra cierto desconocimiento de lo que es el efecto placebo
(ya que si recetara el placebo, vería –según la suma de estudios
publicado y no publicados- el mismo efecto, excepto tal vez en depresión
severa).
Pero mucho mejor que nosotros lo ha explicado Joanna Moncrieff,
psiquiatra británica cuyos artículos hemos citado con frecuencia y que
acaba de empezar un blog que creemos del máximo interés. Además, acaba
de publicarse por primera vez un libro suyo en castellano y les aseguramos que merece mucho la pena.
Volviendo al tema, Moncrieff titula su entrada “¿Por qué no hay tal cosa como un antidepresivo?”
y explica magistralmente los problemas de los estudios de eficacia
entre antidepresivos y placebo y cómo no es razonable pensar, si nos
fijamos en la evidencia disponible y no en bonitas lucecitas de colores,
que el supuesto efecto antidepresivo de estas sustancias exista, más
allá del efecto placebo y de su efecto psicotrópico general. Pueden (y,
si tienen que ver profesionalmente con todo esto, creemos que deben)
leer su texto aquí, con la pertinente bibliografía.
Y, por terminar de decirlo todo, no
deberíamos olvidar que la tristeza es una emoción humana legítima y que
las píldoras de la felicidad no existen.
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