Estoy sujeto al envejecimiento, no estoy más allá del envejecimiento.
Estoy sujeto a la enfermedad, no estoy más allá de la enfermedad.
Estoy sujeto a la muerte, no estoy más allá de la muerte.
Todo lo que me resulta querido y atractivo, cambiará y desaparecerá.
Soy
dueño de mis acciones, heredero de mis acciones, nazco de mis acciones,
estoy ligado a mis acciones y tengo a mis acciones como juez. De todo
lo que haga, bueno o malo, seré el heredero
(Fragmento del Uppajjhatthana Sutta, del Anguttara Nikaya del Canon Pali)
En
estas palabras tenemos al mismo tiempo un acicate y un bálsamo. Un
sabor amargo y una dulce medicina. El desconsuelo de la cruda realidad y
la esperanza de la promesa que su aceptación abre ante nosotros:
estamos en una cárcel, pero cuando lo aceptamos podemos esforzarnos para
lograr la libertad. Si queremos liberarnos, antes tenemos que darnos
cuenta de que estamos presos. Presos de resentimientos, presos de
miedos, presos de preocupaciones, presos de evasiones, presos de
postergaciones, presos de irrelevancia, presos de la ilusión de libertad
(porque tenemos automóvil y refrigerador, o porque ofendemos cuando se
nos antoja). Presos de las atracciones y los antagonismos de nuestro
cuerpo y nuestra mente.
¿Por qué no hay más gente libre?
Preguntan algunos. Y se responden muchas cosas. Para mí, uno de los
principales motivos es que la gente no busca lo que cree que ya tiene.
Nos han convencido de que somos libres. Nuestra imagen de libertad es la
de una manada de caballos corriendo impetuosamente en el llano, con el
viento golpeando su rostro…no tomamos en cuenta que el caballo se
cansará, que cuando nos detengamos no sabremos de qué huimos ni hacia
dónde nos dirigimos. Que llegaremos a cualquier parte. Reímos con
fuerza, pero no con libertad. Debemos contar un chiste para darnos ése
permiso; hemos puesto un paso intermedio entre el deseo de reír y la
risa, ya no somos como los niños. Y mejor ni mencionar que la risa brote
sólo porque sí. Bebemos el café que queremos, pagamos la hipoteca de la
casa que escogimos, y trabajamos en lo que nuestros deseos, nuestras
limitaciones o nuestros semejantes nos permitieron. Nos creemos libres
sólo porque en esta cárcel nos permiten escoger el sabor de nuestro
helado.
Puedes acostarte con quien quieras. Pero tienes a tu
cuerpo preso de la compulsión por experimentar una sola sensación: el
orgasmo. Has perdido la sensibilidad de apreciar todos los matices que
tu cuerpo te puede ofrecer, sólo los interpretas como irrelevantes o
pasajeros, interrupciones momentáneas entre tú y la meta
orgásmica…suponiendo que no has perdido completamente la capacidad de
sentirlas.
Podemos gritar y nos sentimos muy fuertes poniendo a
la gente en su lugar. Pero nos da miedo compartir nuestros verdaderos
sentimientos. A veces, ni siquiera podemos identificarlos. Nuestra
evasión no se limita a las cosas espirituales, incluye también nuestro
cuerpo, nuestra mente y nuestras emociones.
Ganas dinero, pero
antes de recibirlo ya lo tienes comprometido en un producto que te
dijeron que era importante. No se trata solamente de los objetos en los
que gastarás tu dinero. La mayoría de nosotros no reflexionamos en que
lo que estamos intercambiando por ése dinero es nuestra energía, nuestro
tiempo y nuestra vida…no reflexionamos si verdaderamente vale la pena
intercambiar nuestra sustancia vital, nuestra savia y nuestro pulso, por
los objetos que conseguiremos con las divisas como medio de cambio. ¿No
estaremos perdiendo en este trueque demente? Perdemos la salud ganando
dinero, y después lo gastamos en medicinas. Las personas abandonan a sus
hijos para disfrutar sus propios placeres, y después sus hijos los
llenan de tristezas.
Buscamos una espiritualidad light. Se
critica la religión de la forma sin sustancia, pero solamente cambiamos
la forma creyendo que con ello adquiriríamos también la sustancia. No lo
hicimos. Hablando de luz, de ángeles, de ego y del despertar, seguimos
tan inconcientes como antes. Es como si hubiéramos cambiado el canal que
mirábamos en el televisor y sólo por eso pensáramos que nos hemos
levantado del sofá. Dejamos los templos pero nos molesta lo mismo,
hablamos igual, vivimos igual y sufrimos igual. No hemos permitido que
el Gran Espíritu toque nuestro dolor.
A esto quería llegar.
Perdona si te cansé con la arenga anterior: sólo podremos transmutar lo
que metamos en el crisol de la alquimia. Sólo podremos cambiar lo que
nos atrevamos a tocar y a conocer. Y si tenemos la certeza de que
podremos trascender nuestro sufrimiento, también es cierto que solamente
será posible si nos permitimos aceptarlo y sentirlo. Sólo entonces la
trascendencia se hace posible. Sólo entonces la libertad será una
verdadera opción y no sólo un sueño evasivo. La miel de la vida y no la
sal de un discurso bonito.
¡Ah! Cuando toquemos nuestro
dolor…¡Ah! Seremos como quien reconoce que tiene hambre y busca alimento
para satisfacerla. Seremos como quien está envenenado y busca el
remedio para purgarlo. Seremos como quien corre al precipicio y se
detiene, da vuelta y se pone a sembrar su tierra. Y nos daremos cuenta
de que el dolor es parte de la vida. Que tocarlo no era tan temible como
nos imaginábamos. Que el dolor es muy agudo momentáneamente, pero que
inmediatamente empieza a reenfocarse y a aliviarse como premio a nuestra
valentía. Que somos mucho más de lo que creemos que somos. Y que el
Gran Alfarero puede hacer una pieza más hermosa con el material de
nuestra vida. Y donde creíamos que nos romperíamos, sólo descubriremos
con gratitud que lo que hubo fue una bienaventurada transformación.
Buena para nosotros y buena para los demás. Una identidad transformada y
una felicidad ampliada. Una paz cada vez más independiente de los
apoyos superficiales, y una presencia más poderosa aunque menos egoísta.
Atrévete
a tocar tu dolor. Atrévete a transformarlo. No hay nada iluminado en
negarlo diciendo que no existe porque te lo dijeron en la espiritualidad
de la nueva era. El sufrimiento existe. Lo sientes cada día. Lo ves
cada día. Luchas con él cada día. Reconócelo como real. Pero también
reconoce que no es definitivo. La sustancia de la que está hecho puede
transformarse en otra cosa. Confía en ti. Confía en Dios. Confía en la
transformación y en el proceso. Confía en que el río se dirige hacia el
océano.
Tu Espíritu puede tocar el dolor. Y cuando los dos se
toquen, quiero asegurar que tu Espíritu transformará el dolor en gozo y
libertad. El dolor no destruirá tu Espíritu. Tu Espíritu es eterno e
indestructible. El dolor es temporal y cambiante; no te destruirá, no es
posible. Simplemente acepta las cosas como son. Sé realista en tu vida.
Pero colócate del lado ganador.
Transforma tu vida en algo
mejor. Transforma tu ambiente en algo más elevado. Transfórmate tú en un
ser humano libre. Sé lo que verdaderamente eres.
Te bendigo, con todo mi corazón.
El Loco.
fuente: aqui
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