En anteriores artículos y vídeos
del blog habíamos tocado el tema de la importancia de la
autoobservación como prácticamente el único medio de empezar a descubrir
lo que nos frena, y lo que nos condiciona, en nuestro camino de
crecimiento individual, ya que solo viendo y descubriendo nuestros
pensamientos, emociones, comportamientos y acciones, automáticas y
reactivas, uno empieza a darse cuenta de cómo funciona el vehículo que
usamos para esta vida terrenal, y puede entonces intentar descubrir como
apagar el piloto automático del coche para intentar coger los mandos y
llevar el volante en modo manual.
Lo que sucede es
qué, aun sabiendo que autoobservarse a sí mismo es tan necesario, ¿por
qué es tan difícil llevarlo a cabo? La clave está en la perdida de
atención, en la poca capacidad de mantener la concentración en el
proceso de autoobservación más allá, en el mejor de los casos, de unos
pocos minutos.
Todo depende de la atención focalizada
La
posibilidad de alcanzar estados más elevados de conciencia depende de
la presencia de la energía necesaria para poner en marcha procesos de
activación de lo que todos ya llevamos latente, y de forma dormida, que
no es otra cosa que el potencial infinito del ser que somos. Esta
energía la redirige el cuerpo cuando sometemos la atención a los
procesos de crecimiento y de transformación internos. Algo así como qué
se nos proporciona el combustible extra para conducir el coche cuando
conscientemente quisiéramos conducir el coche, mientras que si
simplemente nos subimos en él y vamos con el piloto automático, el coche
no ve la necesidad de inyectar o usar de forma distinta los recursos
energéticos disponibles más que para las funciones de auto gestión que
ya hace de forma programada.
Por lo tanto, y como
mecanismo detonante de estos procesos de transformación interior, la
autobservación está sujeta al control psicológico, y este control
psicológico es la atención. La atención focalizada hacia cualquier
actividad consciente es la que consigue que esta energía necesaria
devenga el vehículo potencial de la expansión de la auto-conciencia.
Sabemos
y hemos comentado ya muchas veces que en su estado ordinario el ser
humano actúa principalmente de forma autómata y reactiva, cuando
nuestros procesos internos operan independientemente de nuestra voluntad
o de nuestros deseos, de ahí que no controlamos lo que pensamos, no
controlamos lo que sentimos, no controlamos lo que decimos y muchas
veces no controlamos ni lo que hacemos (y luego tenemos la excusa de “no
sé porqué he hecho esto…no entiendo por que me comporté así, tendría
que haberme callado y no haber dicho aquello….”).
La
energía que circula por nuestro cuerpo sigue las leyes que gobiernan a
toda materia libre en estado molecular. Se difunde en todas las
direcciones necesarias para regir los procesos automáticos de
sostenimiento de la vida en nuestro vehículo orgánico y en su
contrapartida energética, pero especialmente también fluye en las
direcciones que le ‘cogen la atención’. Tan pronto como es obtenida
mediante los diferentes procesos de absorción energética
que tenemos, esta fuerza vital se pone automáticamente en circulación
por todo el organismo para cumplir sus tareas sin intervención de la
mente consciente. Así, para contenerla o para acumularla, o para usarla
para otras cosas más allá de la mera supervivencia, se requiere una voluntad que normalmente no se posee,
y hace falta una tensión interior que sólo puede mantenerse con el
sostenimiento de la atención, lo que permite el auto–conocimiento pero
requiere de autocontrol. Un ejemplo que imagino todos habréis hecho en
algún u otro momento es la visualización de una esfera de energía en
alguna parte de vuestro cuerpo, para realizar cualquier tipo de tarea de
sanación, calmar un dolor, limpiar un bloqueo, etc., y ahí podéis
comprobar que si no sois capaces de mantener la atención en el proceso
de gestación y acumulación de energía en la zona durante cierto tiempo y
con cierta intensidad, no tiene ningún efecto y se disipa rápidamente.
¿Que influye negativamente en la atención?
Pues
como quizás hayáis percibido en vosotros mismos, la atención
sencillamente se diluye cuando aparece el curioso estado psicológico de
‘fascinación’ (aquí un articulo de DDLA
hablando sobre el concepto), en el cual una persona pierde por completo
su identidad en una conversación, una tarea, un amigo (o un enemigo),
un libro, un objeto, un pensamiento o en una sensación. Esta
‘fascinación’ es, sencillamente, efecto del discurrir hacia fuera de la
energía consciente desde uno mismo, en una dirección determinada para
cada uno por nuestro carácter y personalidad, y que arrastra su atención
con ella (a una persona le fascina una cosa y a otra persona algo
completamente diferente). En casos extremos esta succión hacia fuera de
la atención puede ser tan completa que estamos como “idos” por completo,
como vacíos y absortos por un imán psíquico externo. Esta fascinación
es una forma usual de gastar la energía que tenemos, y constituye, en
realidad, el estado habitual de muchos de nosotros en muchos momentos
del día y, por esta misma razón, es irreconocible por completo e
invisible de ordinario, no nos damos cuenta que estamos “idos” y no nos
damos cuenta que algo nos ha “fascinado” y captado toda la atención.
Evidentemente
el hecho de estar atentos a algo que nos es necesario no es el tema del
artículo, pues la atención dirigida hacia todo lo que suponga un
ejercicio que nos beneficia, nos ayuda y nos permite crecer, avanzar,
aprender, evolucionar y vivir es más que necesario. En muchos casos,
aprendemos automáticamente que el uso de la atención nos lleva a
conservar la ‘fascinación’ en una dirección determinada. Por ejemplo, un
zapatero permanece durante una hora ‘fascinado’ por la confección de un
par de zapatos, un conferenciante queda ‘fascinado’ por el discurso que
pronuncia, una persona queda ‘fascinada’ por la carta que está
escribiendo a un amigo. Sin esta retención más elemental de la atención
en una dirección, ningún buen trabajo o actividad de ninguna clase, ni
aun el más simple, puede producirse. El tema es cuando necesitamos
dirigir la atención hacia dentro, hacia auto-observarnos, y esta no
obedece más que unos pocos segundos ya que entramos inmediatamente en
estado de “fascinación” por cualquier otra cosa a la mínima que algo
externo nos capta la focalización y nos saca de nuevo de
auto-concentrarnos en nosotros mismos.
Aprendiendo a mantener la atención
Aprender
a mantener y prolongar la atención sobre algo necesita de un
entrenamiento contínuo, no nos sale por defecto, pues como si de un
músculo se tratara, los imanes externos que nos llevan al estado de
fascinación son tremendamente potentes, con lo cual, el primer paso es
desarrollar mecanismos de alerta, para que salte “algo”, un resorte
psicológico interno, que nos haga caer en la cuenta de que hemos perdido
la atención de aquello en lo que intentábamos concentrarnos cada vez
más rápidamente. Esto no sería un problema si el ser humano fuera capaz
de prestar atención a dos cosas simultáneamente, llevando energía hacia
diferentes procesos a la vez, pero no funcionamos así. Por la
configuración de cómo estamos hechos, solamente podemos darnos cuenta de
una cosa a la vez.
Puedes darte cuenta ya sea de
la persona a quien le estás contando algo, o de tus propias palabras;
puedes darte cuenta del malestar de alguien o de un dolor en tu propio
cuerpo; puede darte cuenta de una situación que estás viviendo o de tus
propios pensamientos respecto a esa situación. Pero, excepto en muy
raras ocasiones, no puedes darte cuenta simultáneamente de tus propias
palabras y de la persona a quien las estás dirigiendo; o de tu propio
malestar y el de alguna otra persona; o de la situación en la que estás
y de tus pensamientos acerca de ella. Así, al darte cuenta de que todos
estamos generalmente en estados ordinarios de fascinación por elementos
externos, comprendemos porqué es tarea tan compleja mantener la
atención hacia los procesos internos propios.
Ahora
solo queda la tarea de empezar a crear y ejercitar ese músculo que
termine por conseguir que podamos mantener la atención cada vez más
tiempo en la autoobservación, y de ahí podamos aprender cómo somos y
cómo nos comportamos, y de ahí el tomar el control, crecer, avanzar y
evolucionar se convierte solo en cuestión de constancia y perseverancia.
fuente: aqui
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