domingo, 17 de abril de 2016

La Vía Mística

“Místico” y “Misticismo” son dos palabras que se usan a menudo, a pesar de que hay poco entendimiento sobre qué es realmente a lo que se refieren estas ideas. Aparentemente esto no tiene ninguna diferencia con alguien que se interese en los temas ocultistas o “espirituales”, mas si la hay y es diametral, en la profundidad son cosas absolutamente distintas. Solemos llamar a estos últimos como “místicos” y decimos que se interesó por el “misticismo”, sólo por el hecho de que aparentemente le interesa menos lo mundano y más lo intangible.

El místico es misterio puro, de ahí viene etimológicamente la palabra, de “misterio”. Es misterioso, no porque se esté ocultando o renegando de su sabiduría, sino más bien porque es difícil entender su verdadero mensaje. A menos a que hayas saboreado lo suficiente el estado de no-mente, te será muy difícil de comprender. Primero lo oyes o lees y entiendes una cosa, pero cuando te vas adentrando en la no-mente, el mensaje cambia completamente: no son las palabras el mensaje real, sino lo que está intentando ser expresado a través de ellas. Éstas filtran un aroma muy dulce y bello que, si logras captar, te ayuda a atisbar la hermosura y misterio del nirvana.

El místico es alguien que ya ha despertado, alguien que ha abierto los ojos y ha desaparecido en el universo… Literalmente. Sólo el cuerpo queda, pero la persona ha desaparecido por completo, es la vida quién actúa y habla a través de él. Por eso es difícil entenderle, porque es la vida misma que se expresa directamente a través de un cuerpo y la vida a veces puede ser algo desafiante o incomprendida por las caprichosas mentes humanas.

El místico no se ha encontrado con Dios, no se ha reunido con nadie: para él todo ha desaparecido, todos han desaparecido. Sólo está la vida jugando y moviéndose, sólo hay creatividad ocurriendo y tomando diversas formas, entre ellas, la forma humana. No hay nadie, no hay Dios, no hay bien, ni mal, no hay pasado ni futuro. Por eso es difícil de entenderle, su perspectiva es completamente diferente a la perspectiva mental, egóica, ya que no cree en nada, no le preocupa nada, no es nadie. Sólo es vida, sólo es un instrumento vacío para que la música que deba ser tocada a través de él se toque.

Cuando Buddha despertó no llamó a su estado “iluminación”, ni “despertar”, ni mucho menos “ascensión”. El extraño término que escogió fue nirvana: “apagar la vela soplando”. ¿Qué vela? La vela del ego, de la falsa identidad del individuo como algo apartado del universo, distinto a la existencia total. Se apaga la vela y deja de encandilarte para que sólo quede el silencioso y bello firmamento estrellado que antes no se podía ver.

El místico está en nirvana, en la experiencia más bella y dichosa al que pueda aspirar un ser humano. Nirvana es la paz y éxtasis trascendentales de saber de forma totalmente empírica y directa que se es la eternidad jugando un juego eterno y lleno de belleza.

La vía mística es tan misteriosa que ni siquiera tiene una vía realmente, no hay un camino, ya que la mente es la que sistematiza todo. Esto se trata de trascender la mente, de salirse de ella y recuperar tu identidad real: la vida. La mente no se trasciende de a poco, no hay un camino, es un salto, un instante y ya. No necesitas años de práctica, ni disciplinas; es algo que puede pasar en cualquier momento, sólo necesitas estar receptivo y dejarte llevar por el impulso. La meditación te vuelve receptivo, aunque también puede suceder sin ella.

Es una vía extraña, ya que tu único esfuerzo posible es no-esforzarte lo suficiente para dejar que la vida penetre lo suficientemente en ti y te disuelva en paz y felicidad. Pocos la entienden, por eso prefieren inventar sistemas donde debes abrir ciertos centros energéticos, seguir ciertos rituales y esperar ciertas fechas. Se pospone la felicidad a un momento hipotético cuando los requisitos sean cumplidos. El místico no, ya que el nirvana es el estado natural de la vida y volver a eso no requiere nada, ya que siempre has estado ahí, sólo que no lo notas. Darse cuenta de esto es cosa de un instante.
No hay mente, no hay futuro, no hay días más especiales que otros, ni seres más especiales que otros: sólo la vida está danzando su baile extático y sin sentido. El misticismo es aquí y ahora, es algo inherente a la vida.

Las promesas, fechas, seres “más evolucionados”, la espiritualidad versus lo mundano, la idea de un Dios creador, etc.; son juegos del ego, son parte del mundo de las formas. Un juego que debe ser jugado, pero desde la perspectiva del jugador, no del personaje que representa en el juego. Con el nuevo enfoque todo cambia espontáneamente.

El místico es un fenómeno raro, a pocos les agrada, por eso han terminado aniquilándolos a todos y luego estableciendo cultos entorno a sus cadáveres, deformando sus mensajes para beneficio del ego. El místico no cree en la espiritualidad, porque para eso debiese haber algo terrenal que se le oponga. El místico sólo vive intensamente, completamente. Trazar una línea entre espiritual y terrenal es algo tan absurdo como tratar de dividir el año en meses… Son sólo apariencias mentales. No hay nada sagrado, ni nada mundano. Sólo hay existencia en diversos niveles y formas.

Cuando Siddharta despertó, exclamó “¡todos los seres son Buddha!”. La vida es Buddha, y la vida está aquí, Buddha está frente a tus narices mientras sueñas con conocer a uno algún día, en otro lugar más sagrado, en otro momento más sagrado.
Abre los ojos.

Martín Calbacho

fuente: aqui

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