“Místico” y “Misticismo” son dos palabras
que se usan a menudo, a pesar de que hay poco entendimiento sobre qué
es realmente a lo que se refieren estas ideas. Aparentemente esto no
tiene ninguna diferencia con alguien que se interese en los temas
ocultistas o “espirituales”, mas si la hay y es diametral, en la
profundidad son cosas absolutamente distintas. Solemos llamar a estos
últimos como “místicos” y decimos que se interesó por el “misticismo”,
sólo por el hecho de que aparentemente le interesa menos lo mundano y
más lo intangible.
El místico es misterio puro, de ahí viene
etimológicamente la palabra, de “misterio”. Es misterioso, no porque se
esté ocultando o renegando de su sabiduría, sino más bien porque es
difícil entender su verdadero mensaje. A menos a que hayas saboreado lo
suficiente el estado de no-mente, te será muy difícil de comprender.
Primero lo oyes o lees y entiendes una cosa, pero cuando te vas
adentrando en la no-mente, el mensaje cambia completamente: no son las
palabras el mensaje real, sino lo que está intentando ser expresado a
través de ellas. Éstas filtran un aroma muy dulce y bello que, si logras
captar, te ayuda a atisbar la hermosura y misterio del nirvana.
El místico es alguien que ya ha
despertado, alguien que ha abierto los ojos y ha desaparecido en el
universo… Literalmente. Sólo el cuerpo queda, pero la persona ha
desaparecido por completo, es la vida quién actúa y habla a través de
él. Por eso es difícil entenderle, porque es la vida misma que se
expresa directamente a través de un cuerpo y la vida a veces puede ser
algo desafiante o incomprendida por las caprichosas mentes humanas.
El místico no se ha encontrado con Dios,
no se ha reunido con nadie: para él todo ha desaparecido, todos han
desaparecido. Sólo está la vida jugando y moviéndose, sólo hay
creatividad ocurriendo y tomando diversas formas, entre ellas, la forma
humana. No hay nadie, no hay Dios, no hay bien, ni mal, no hay pasado ni
futuro. Por eso es difícil de entenderle, su perspectiva es
completamente diferente a la perspectiva mental, egóica, ya que no cree
en nada, no le preocupa nada, no es nadie. Sólo es vida, sólo es un
instrumento vacío para que la música que deba ser tocada a través de él
se toque.
Cuando Buddha despertó no llamó a su
estado “iluminación”, ni “despertar”, ni mucho menos “ascensión”. El
extraño término que escogió fue nirvana: “apagar la vela soplando”. ¿Qué
vela? La vela del ego, de la falsa identidad del individuo como algo
apartado del universo, distinto a la existencia total. Se apaga la vela y
deja de encandilarte para que sólo quede el silencioso y bello
firmamento estrellado que antes no se podía ver.
El místico está en nirvana, en la
experiencia más bella y dichosa al que pueda aspirar un ser humano.
Nirvana es la paz y éxtasis trascendentales de saber de forma totalmente
empírica y directa que se es la eternidad jugando un juego eterno y
lleno de belleza.
La vía mística es tan misteriosa que ni
siquiera tiene una vía realmente, no hay un camino, ya que la mente es
la que sistematiza todo. Esto se trata de trascender la mente, de
salirse de ella y recuperar tu identidad real: la vida. La mente no se
trasciende de a poco, no hay un camino, es un salto, un instante y ya.
No necesitas años de práctica, ni disciplinas; es algo que puede pasar
en cualquier momento, sólo necesitas estar receptivo y dejarte llevar
por el impulso. La meditación te vuelve receptivo, aunque también puede
suceder sin ella.
Es una vía extraña, ya que tu único
esfuerzo posible es no-esforzarte lo suficiente para dejar que la vida
penetre lo suficientemente en ti y te disuelva en paz y felicidad. Pocos
la entienden, por eso prefieren inventar sistemas donde debes abrir
ciertos centros energéticos, seguir ciertos rituales y esperar ciertas
fechas. Se pospone la felicidad a un momento hipotético cuando los
requisitos sean cumplidos. El místico no, ya que el nirvana es el estado
natural de la vida y volver a eso no requiere nada, ya que siempre has
estado ahí, sólo que no lo notas. Darse cuenta de esto es cosa de un
instante.
No hay mente, no hay futuro, no hay días
más especiales que otros, ni seres más especiales que otros: sólo la
vida está danzando su baile extático y sin sentido. El misticismo es
aquí y ahora, es algo inherente a la vida.
Las promesas, fechas, seres “más
evolucionados”, la espiritualidad versus lo mundano, la idea de un Dios
creador, etc.; son juegos del ego, son parte del mundo de las formas. Un
juego que debe ser jugado, pero desde la perspectiva del jugador, no
del personaje que representa en el juego. Con el nuevo enfoque todo
cambia espontáneamente.
El místico es un fenómeno raro, a pocos
les agrada, por eso han terminado aniquilándolos a todos y luego
estableciendo cultos entorno a sus cadáveres, deformando sus mensajes
para beneficio del ego. El místico no cree en la espiritualidad, porque
para eso debiese haber algo terrenal que se le oponga. El místico sólo
vive intensamente, completamente. Trazar una línea entre espiritual y
terrenal es algo tan absurdo como tratar de dividir el año en meses… Son
sólo apariencias mentales. No hay nada sagrado, ni nada mundano. Sólo
hay existencia en diversos niveles y formas.
Cuando Siddharta despertó, exclamó
“¡todos los seres son Buddha!”. La vida es Buddha, y la vida está aquí,
Buddha está frente a tus narices mientras sueñas con conocer a uno algún
día, en otro lugar más sagrado, en otro momento más sagrado.
Abre los ojos.
Martín Calbacho
fuente: aqui
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